Descomunal silencio
aplasta mi figura
caminando por la acera.
De buena mañana,
solo mis pasos
y las pisadas del perro
rompen ese denso manto
de silencio.
Más tarde, petardos y cohetes,
ahora tan solo
algunas voces infantiles
escapan por las ventanas,
emoción en exclamaciones,
sorpresas descubiertas,
mañana de Reyes confinada.
©María José Gómez Fernández
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