Diez meses, han transcurrido diez meses desde que la sensatez hizo que se decretara tardíamente en nuestro país el Estado de Alarma, en el que aún continuamos, aunque con mayor permisividad. Tuvo que haberse decretado antes, posiblemente, pero aquí se hacen así las cosas, y se haga lo que se haga siempre hay quien sale a vomitar reproches a la palestra, sin calcular cómo lo habría hecho él, el que vomita reproches, de haber tenido la responsabilidad en sus manos, cuánto habría acertado o errado, cuántos otros habrían criticado cualquier medida y decisión adoptada fruto de su gestión. Esto es así, en más lugares, pero en este país es así desde siempre.
El que protesta ante unas medidas lo hace para levantar a una masa que sabe descontenta, para procurar ganar adeptos, y por ende, futuros votos, pero no protesta de forma constructiva, aportando alternativas coherentes -alguno sí-, lo hace para lucimiento y ensalzamiento propio.
En diez meses hemos visto y oído cómo políticos del gobierno, oposición y grupos minoritarios, de cualquier ralea, decían y se desdecían sin más ambición que desacreditar, sin más ambición que levantar a los descontentos, creando corrientes de descrédito, enjambres de protestas que se saltaban medidas sanitarias y ponían en riesgo la salud pública: concentraciones, manifestaciones; solo importa levantar a la masa, hacer ruido, aunque no se aporte nada.
Todos nos equivocamos, y es por esto que hay y habrá medidas y gestiones no del todo acertadas; si cualquier otro gobierno hubiera tenido que tomar determinaciones, cualquier otro gobierno también habría errado y acertado, con críticas estériles de otros, suma y sigue... Nadie es perfecto, todos nos equivocamos. Pero si todos debemos ser responsables, no todos lo somos, solo algunos, y el resto, políticos, altos cargos, representantes de la ciudadanía no lo son, y lo evidencian con sus acciones, reventando con su ejemplo las medidas establecidas, los acuerdos adoptados; de una y otra y otra ideología, da igual: reuniones a deshora, con más personas de las recomendadas, en locales cerrados, sin mascarillas, con música, baile y alcohol de fondo; vacunas suministradas indebidamente (sin pertenecer a grupos de riesgo), quitándolas a los que iban destinadas. Un desatino. Un pollo sin cabeza. ¡Así cómo se pretende que los demás sean responsables y cumplan si no se predica con el ejemplo!
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
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