Voy por la calle como ausente. Si me encuentro con alguien nos saludamos, a veces sonrío. Por un momento levanto la vista y miro cerca, lejos; lo veo todo como si fuera una imagen ajena a mí pero en la que estoy incluida, un vídeo en el que aparezco pero sintiendo que me encuentro dentro de una escena a la que no pertenezco. Vuelvo a saludar levantando la mano apenas, en realidad poco o nada me interesa. ¿Quién me metió en este corto si yo no me presenté a ningún casting?
Sigue el paso lento del transcurrir de cada día y por inercia voy viviéndolo; ahora hay que trabajar, ahora comer... Tan solo degusto los instantes con los míos y aquellos otros en que podemos comunicarnos, tú ya sabes, de este modo especial, virtual, a tanta distancia. Sé que los dos sentimos algo parecido respecto a lo que estoy contando; no, no es consuelo de tontos, es tan solo afinidad, continuidad de lo que nunca debió torcerse ni separarse.
Un consuelo contar con apoyos. Sé que tengo el tuyo y tú el mío. Muy importante el que dan los seres queridos, los padres, los hijos, los pocos parientes cercanos, algún amigo.
Y la rutina sigue, como sigue el frío, y la lluvia, y el viento que te corta las manos y la cara, aunque te protejas, porque la rutina corta, como el viento frío, corta, como cortan las adversidades de la vida.
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
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