Hay tantos momentos al día que entretengo el pensamiento con mis asuntos necesarios, inútiles, cotidianos, laborales, domésticos... Y debo hacerlo para dejar de pensar en ti, en mí contigo, en nosotros, para que no se me arda la razón ni el entendimiento. Pero casi nunca lo consigo porque siempre termino pensando en ti conmigo, en mí sin ti, en nosotros juntos, en los dos por separado, y se me arde el entendimiento, se me nubla el horizonte, se me instala una sonrisa, se me borra, se me congela la expresión y mi rostro queda frío y triste, inexpresivo, se me asoma una lágrima, vuelve la sonrisa, imagino que estás a mi lado, estás, hasta te hablo, mientras sueño con la humedad de nuestros besos más apasionados, nuestros alientos pronunciando nuestros nombres entre susurros, nuestros íntimos y más secretos momentos, esos que ahora no quiero contar para guardarlos para ti, para mí, esos que solo tú y yo sabemos y conocemos, tras una puerta entornada, a la luz tenue de una lámpara o de los latidos de una vela delante del espejo, a los pies de la cama...
©María José Gómez Fernández
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