Cuando empezó el año, le dije a mi abuelo que pidiera un deseo pero que no lo dijera en alto, y él me dijo que esperaba que fuera un año mejor que el anterior. Primero pensé que el año lo tenía fácil para portarse bien pero luego pensé que también lo tenía fácil para portarse mal, porque siempre se puede ser más malo o ponerse las cosas más feas de lo que ya son.
En unos días empezó a ocurrir lo segundo, así lo veía yo desde mis ojos de niño. Unas imágenes en televisión mostraban a una multitud entrando en el Congreso de los Estados Unidos, por las ventanas, por la puerta, trepando por las paredes. Cuando pregunté, mi hermano mayor me mandó callar poniendo su dedo índice en los labios. Luego me explicó que había sido un asalto al Capitolio y un atentado a la democracia y me lo explicó. Parecía grave. Sé que era el día de Reyes. Unos días después tomaron posesión del cargo el nuevo presidente y la vicepresidenta, que vestía como Lisa Simpson en el episodio donde hace exactamente lo mismo. He pensado que a veces la ficción es premonición de la realidad: el presidente muere y Lisa se convierte en la primera presidenta de Estados Unidos, pero es que este hombre es ya muy mayor, así que no sé qué pasará.
Unos días antes, el pronóstico del tiempo anunciaba que se acercaba a España una fuerte borrasca, luego entendí que eso era Filomena. Las vacaciones de navidad han sido más largas que nunca este año. No me costó mucho quedarme encerrado porque ya estaba acostumbrado por el confinamiento del curso pasado. Pude bajar algún día a la calle con mi hermano a comprar pan --"así te da el aire", me dijo--. Lo convencí y jugamos un poco con la nieve. Pero ya no salí más a jugar porque la gente se había concentrado mucho y hasta habían salido con los esquíes, y claro, la policía empezó a llamar la atención. Siguió nevando más fuerte.
Mi abuelo tampoco ha vuelto a la residencia desde el verano y eso me alegra. Mi madre dice que no va a volver, así que ahora su habitación es el antiguo cuarto de invitados. Sé que los contagios están mucho peor.
Terremotos, inundaciones, trenes de borrascas, cultivos perdidos... Le dije al abuelo que no dijera en alto su deseo.
©María José Gómez Fernández
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