Atravesaban la plaza agarrados el uno al otro, más como dos en peligro de caer, por caminar trastabillando, que como una pareja amantísima; los dos tan delgados que parecían juncos al viento. El Feo y La Canija iban a pillar algo a la esquina cerca del cine San Fernando; no mucho, que la pasta no es chicle y no les iba a dar para tanto. Después se irían, "de tranquis" a meterse sendos picos a un lugar apartado en el Barrero, entonces una zona llena de basuras y poco recomendable para pasear. En los últimos tiempos habían logrado mejorar sus paupérrimos ingresos gracias a la intervención de un benefactor que les salió como por arte de magia, un profesor universitario que de pura casualidad los conoció y quiso ejercer de Pigmalión: El Feo encontró acomodo limpiando en un supermercado de barrio -no era gran cosa, pero trabajaba cuatro horas, toda una hazaña para él-, y La Canija tenía que acudir a la casa del profesor para atender labores domésticas. Ambos habían dado al profesor su palabra de cumplimiento. Dos días a la semana, al terminar su trabajo, La Canija esperaba a El Feo en la casa del profesor y éste les instruía repasando con ellos lectura, escritura y otras disciplinas a nivel de sexto de primaria, y todo iba realmente bien porque estaban contentos por la oportunidad de aprender y porque el profesor, orgulloso, les hacía ver sus avances.
Los demás días de la semana corrían el peligro de verse envueltos en cualquier desamparo del azar, incluso tentaban a la suerte y volvían a sus antiguas fuentes de ingreso, aún no abandonadas: pequeños hurtos de El Feo y prostitución barata de La Canija, pero de esto el profesor no sabía nada.
Se despidieron en torno a las 11 de la noche con un fugaz beso en los labios -¡tan enamorados seguían!-. El Feo fue a sus asuntos para birlar algo por ahí; La Canija se puso a hacer dedo a las afueras de la ciudad, en dirección a la playa. Tuvo suerte y pronto subió a un coche.
Dos días después, el periódico refería que una mujer joven, cuya descripción correspondía con la de La Canija, había sido hallada sin vida en las dunas de la playa. No había muerto por sobredosis de un mal pico sino cosida a puñaladas. El Feo la lloró durante mucho tiempo, sin poder olvidarla.
©María José Gómez Fernández
Con este relato participo en la convocatoria de @divagacionistas con #relatosPicos de septiembre 2020. Basado en una historia real ocurrida a finales de los años 80 en una ciudad del sur de España.
¡Hola, María José! Jo, qué historia tan dura. Me trajo a la memoria aquel verso de Sabina sobre lo difícil que es ayudar a quien no se deja ayudar. Veo que está basada en una historia real ¿pillaron al asesino? Un abrazo!
ResponderEliminarSí que es dura! Creo que no lo pillaron. La pobre Canija y El Feo no terminaban de salir de su rueda, y el azar le jugó una mala pasada.
EliminarMuchísimas gracias!!
A ver si entre mañana y pasado termino de leer todos los micros de El Tintero de septiembre. Lo tengo ahí pendiente. Llevo unos días de locura y hoy más. En plena promoción de un libro de relatos prologado por Rosa Montero. Lo tengo en mi último post. En el volumen Carmín va un relato mío. Beneficios para ACNUR. Es un proyecto que me está haciendo muy feliz.
Un abrazo! Mil gracias!