Ayer por la noche, en la hora de mayor audiencia, coincidiendo con mi comienzo de la cena, TVE1 estaba retransmitiendo una nueva edición del programa MasterChef, esta vez con los abuelos (utilizo masculino como género no marcado), según manifestaron, como homenaje a los que más habían sufrido durante la pandemia, como si la pandemia fuera parte del pasado, y aún estamos inmersos de lleno en ella.
He de decir que no vi el programa completo, sino tan solo lo que se emitió durante mi tiempo dedicado a la cena, pero fue suficiente para que se me pasaran varios interrogantes por la cabeza y mi indignación se disparara; tal vez si nada de eso hubiera ocurrido habría visto un poco más de tiempo el programa.
En principio la intención muy humana, por el detalle hacia ese sector de la población tan castigado durante la pandemia. Pero a medida que los minutos de emisión avanzaban lo que parecía muy humano me resultó interesadamente comercial, puro marketing, un gancho para captar nuevo público del programa y procurar fidelizar al que ya se va desgastando por tanta edición variada y mediatizada durante tantos años de lo que comenzó como un concurso de alta cocina y se está degradando en un show más con la cocina en un concurso como excusa.
Miraba a los concursantes, a los abuelos y no daba crédito porque había una serie de detalles que no me encajaban, pero que entre tanta emoción igual pasaban desapercibidos a la mayoría.
Uno- Abuelos (personas de grupo de riesgo) en un plató, lo que implica que han debido viajar, y no por necesidad.
Dos- Distancias de seguridad cero, ni entre los abuelos concursantes ni entre los invitados y presentadores.
Tres- Niños (para ayudar a los abuelos) en un plató, compartiendo espacio, actividad, besos, abrazos y gotículas con ellos.
Cuatro- Anécdota de la niña-colaboradora que rompe a llorar porque perdió a su abuelo por COVID durante estos meses atrás, y ¿nadie lo sabía?, o seguramente sí, pero así el show estaba servido.
Cinco- Niños-colaboradores consuelan a su compañera con besos y abrazos, más ejemplo del bueno para que imiten los niños telespectadores.
Seis- La mascarilla, la gran ausente en el programa.
Siete- La emotividad que despierta el programa en el telespectador es porque está viendo justo lo que no puede hacer con sus mayores correspondientes: verlos en persona, abrazarlos y besarlos.
Ocho- Seguramente todos los que aparecen en plató se han realizado una PCR para grabar el programa pero ni la productora ni la cadena tienen el detalle de poner a pie de pantalla un rótulo en emisión continua informando de tal cosa al espectador, y otorgando garantías de seguridad por el derroche de manifestaciones de afecto y cariño durante la emisión del programa.
Nueve- Ojo, que el concurso se emite, y lo repito de nuevo, a través de la cadena estatal pública, la misma que debe ser un ejemplo de mensajes, comportamientos y situaciones para todos los ciudadanos.
El programa estaba ofreciendo un mensaje contradictorio con las recomendaciones que emanan de las autoridades sanitarias, se estaba emitiendo a través de la cadena de televisión pública estatal, en hora de máxima audiencia, llegando a muchísimas personas, con una carga emocional inmensa y atentando moralmente contra la sensibilidad de espectadores que, o bien habían perdido a sus mayores, o bien hace tiempo que no los ven, y mucho menos los besan ni los abrazan, o bien espectadores que son los mismos abuelos y niños que, a la vista del programa pensaran que por qué los de la tele sí y ellos no podían ni siquiera visitarse. Pues yo no sé los demás espectadores pero yo sí lo pensé, y cuando lo comenté en voz alta en casa, me dieron la razón. El mensaje contradictorio con el que emiten las autoridades sanitarias: respeta las distancias de seguridad / distancias de seguridad cero; evita el contacto con otras personas / saluda, abraza y besa; procura mantener reservada a la población de riesgo (abuelos) / codéate con los abuelos sin ninguna reserva, es más, en un mismo escenario abuelos y niños, dos sectores sobre los que se ha insistido que no entraran en contacto; utiliza la mascarilla / la mascarilla, la gran ausente, y más aún, con personas que están respirando, hablando y riendo sobre los alimentos que están cocinando y que después serán catados y consumidos por un jurado y unos comensales. Y toda esta contradicción, televisada en la televisión pública estatal, la misma que se sostiene con fondos públicos, es decir, con el dinero de todos los ciudadanos.
Y no sé por qué, pero no ha trascendido toda esta contradicción en quejas pronunciadas en abierto, aunque yo lo hago hoy, manifestando mi indignación y repulsa hacia estos ejemplos de comportamiento incoherentes con los modelos que se nos pide a la ciudadanía en general, y a través de la televisión pública estatal. "La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo".
©María José Gómez Fernández
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