Hace como tres años que se marchó a trabajar a Francia con una buena oferta que superaba las recibidas en España. Desde entonces solo había podido visitar a sus padres y hermanos una vez al año. Hablaban a diario por teléfono y videollamada y también mantenían el contacto por redes sociales. Durante el último verano no pudieron verse en persona como hubieran querido porque la necesidad de recursos humanos a disposición en los hospitales era prioridad absoluta, así que las vacaciones las pasó igual que el resto de meses de confinamiento y nueva normalidad, saliendo a lo estrictamente necesario y en algún momento viéndose con algunos amigos muy cercanos. Algunos días sentía más que otros la falta del contacto directo con su familia, entonces los llamaba y se veían por las pantallas, escuchando sus voces y sus risas. Tuvo todo el tiempo del mundo y más para evocar recuerdos de la infancia, de la adolescencia, instantes que creía olvidados pero que permanecían ahí, y los refería en alguna conversación con sus hermanos, o con sus padres, después de cenar, saboreando una rica taza de cacao como la que tomaba cuando era pequeña.
Se le ocurrió uno de esos días, pero no les dijo nada; sería una sorpresa. Lo meditó a conciencia, hizo indagaciones, gestiones que le llevaron unos meses. Tenía tiempo para que todo saliera bien. Consiguió un puesto en una clínica privada en Madrid, y le merecía perder sueldo para ganar lo que más echaba en falta en aquel momento. El próximo verano sería especial, o eso quiso pensar, y por eso hizo planes, sin desvelarlos a nadie, porque sería su sorpresa. Dedicó un tiempo a escoger una autocaravana de más de 3.500 kilos, hasta que terminó comprándola. A cambio vendió su coche y compró una pequeña motocicleta. Como tenía el carnet para conducir la autocaravana -que obtuvo años atrás en España-, todo cuadraba a la perfección. Así que llegó el momento, habló con la familia como siempre por videollamada, se tomó unos días libres antes de las últimas vacaciones en aquel hospital en Francia y se despidió de compañeros y amistades.
La recibieron en casa con gran alboroto porque ninguno la esperaba. Los hizo salir a la calle para ver la sorpresa que les dijo tener; la abrazaron y se emocionaron:
-Siempre os prometí que cuando fuera mayor nos iríamos todos juntos en autocaravana. Vuelvo a casa.
©María José Gómez Fernández
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