No paraba de CRECER, a lo alto y a lo ancho, brazos, piernas y cuello se iban alargando como ramas de un árbol gigantesco; tenía ya la cabeza tan alta que casi no se veía los pies. Entonces DESPERTÓ, con la respiración agitada, empapado en sudor, encendió la LUZ y sintió un gran alivio al comprobar que su cuerpo tenía proporciones normales. Puso un poco de MÚSICA y se preparó un café para entonarse. Tenía que hablarle al médico de esos sueños tan extraños que lo mismo le permitían VIAJAR por el mundo que lo convertían en un ser extraordinario.
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
Publicado en Cinco Palabras. RELATO DEL MES DE AGOSTO (III): FRANCISCO GONZÁLEZ, ESCRITOR.
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