15 a 28 de agosto
2020
Proyecto de escritura creativa en línea.
Experimento de creación literaria que incluye las experiencias y emociones de
los participantes en el Concurso de Cuento Corto Las hojas de Rosa.
En un tono entre realidad y ficción, íntimo y humorístico, la historia se
desarrollaría en modo flashback. Apareceríamos nosotros y podrían incluirse
también personajes de nuestros cuentos, incluso intertextualidad de obras de
grandes autores, se propone que aparezca un detective, ya que al final Pilar
Villanueva (personaje) muere a manos de uno de los escritores que no está
conforme con el resultado del concurso.
Se propone que alguien tome la voz de Rosa, que relata su iniciativa de
hacer los vídeos y, poco a poco, incorporar al resto de participantes con
nuestro propio pulso, aparecerán los personajes de los cuentos y las vidas de
los participantes del ejercicio (siempre que se desee), no su edad, ciudadanía
o religión, sino cómo llegaron hasta aquí y desde qué lugar, qué hacían, por
ejemplo, cuatro días atrás. Cómo se dio esta sincronía.
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Preámbulo:
A finales de agosto de 2020, Rosa Montero es entrevistada con motivo de la
publicación de su última obra, La Buena Suerte, pero al empezar a hablar de la
misma no puede evitar recordar las charlas de media hora a las 19:00 horas
durante los días más duros del confinamiento, y que en realidad, la primera
presentación de su nueva obra la hizo en una de esas charlas. Refiere lo
emotiva que esa experiencia ha sido para ella, y añade:
-Me hubiera gustado estar en la vida de cada uno de los participantes en esas
charlas, al menos en la de aquellos que después se sumaron al proyecto de
escribir una historia con dos personajes descritos por dos participantes. Me
gustaría saber qué hacían unos días antes, cómo fue que conectaron con la
charla, por qué se sumaron al proyecto, en qué se inspiraron para escribir sus
historias... ¡Ha sido tan increíble y mágico todo esto! ¡Ah, y además se va a
celebrar un concurso de cuentos y el fallo será muy pronto!
Lo que Rosa ni nadie podía imaginar entonces es que, tan solo unos días después, muchas otras personas conocerían todo eso sin pretenderlo, por los acontecimientos que tendrían lugar.
Alertada por la llamada de Rubén, el señor del ático, el de la acera de
enfrente, la policía acudió al edificio. El fuerte olor que salía del piso
inferior al suyo lo obligó a llamar. Su querida Mela, que conocía a la señora
Pilar Villanueva desde hacía unos años, y tenía sus confidencias con ella, se
sintió muy afectada por lo ocurrido y decidió que no bastaba con la
intervención policial, así que se planteó hablar con Luisa para contratar los
servicios de un detective privado, antigua amiga común, y bien conectada con
las fuerzas del orden. Era preciso aclarar los términos de la muerte de Pilar
ya que temió que, incluso, otros vecinos pudieran estar en peligro y correr la
misma macabra suerte.
La detective Naranjo,
afectada, se conecta por videoconferencia con Luisa y con Mela. Les refiere que
estaba al tanto de unas amenazas que Luisa le comentó confidencialmente, pero
nunca pensó que pudieran materializarse en Pilar. Les muestra un correo electrónico
que recibió de una mujer que firmaba como Maru algunos días antes: "Te
refugias en los libros y la escritura. La búsqueda de una vida menos rutinaria
te lleva a crear historias en las que Luisa protagoniza una vida irreal, menos
rutinaria. Tu espacio, antes propicio para la creación, ha sido invadido, escapas
tras la pantalla, continuas esa novela postergada pero asustada la
abandonas, resulta inquietante, se ha vuelto autobiográfica, incluso
predictiva, no sabes en qué momento estructuraste un futuro disfrazado de
ficción, no quieres escribir los siguientes capítulos. El ordenador rige tu
destino porque así lo has decidido. La escaleta de los años venideros ha sido
escrita y el autor juega el papel más importante. Hoy como nunca el libre
albedrío es un misterio. Escapas de ese itinerario disfrazado de novela y
buscas distraerte, has dado con Rosa, la autora en la que te reflejaste al
definir lo que significa la escritura, y es que tu locura habita no solo tu
mente, domina tus acciones y relaciones sociales. La huésped de tu casa
deambula en libertad y aparece a deshoras, te asalta de madrugada, en la
autopista, en eventos políticos y trámites burocráticos. Escuchas con
detenimiento a la escritora, espera, no te asustes pero se trata de un espejo,
decides seguirla cada semana, descubres que permite dialogar con ella y a
destiempo te comunicas con una parte de tu proceso creativo. Te emociona que
mencione la trama de una nueva historia que ha surgido en tu cabeza. La
siguiente sesión decides proponer un proyecto para dar a conocer autores
nuevos, es un camino largo, no claudicas, la realidad se mezcla con la ficción.
Escribes una historia nueva mientras lees a Pavese y ahora Luisa tiene un hijo
llamado Julio y tu loca se despierta, le roba el lenguaje a Cesare y como poeta
dadaísta intentas crear un cuento ajeno a tu estilo. Has tardado más de lo
normal, el sistema no ha sido el usual y el resultado ha sido extraño a tus
ojos. Las metonimias abundan y te asquean, incluso el resultado tiene una
historia debajo de otra, debajo de otra, recuerdas ese cuento de Arredondo que
de manera sutil descubre un incesto, pero no es Estío, nunca serás Inés,
decides deshacerte de la historia y la envías a alguien más. Que ellos se
encarguen de mejorar ese bodrio ahogado en melaza. La convocatoria está hecha.
Los autores deciden
enviar sus cuentos muy tarde y este hecho te llena de inseguridad. El jurado ha
decidido, el resultado no ha gustado a todos, entre los escritores hay quien
cree merecer el triunfo, recibes amenazas anónimas, incluso prometen quitarte
la vida, tendrás que reescribir tu novela. Lees nuevamente los cuentos. Quieres
encontrar al autor que ha alterado los capítulos de tu vida, pero sabes que
cualquiera pudo haber creado el correo tevasamorirmaldita@gmail.com para
amenazarte. Ha firmado El alérgico de las palomas. Pides ayuda en los tres
grupos pero sabes que tus días están contados".
Capítulo uno:
El vínculo de amistad
con Luisa y Mela fuerzan la decisión de la detective Naranjo, que
excepcionalmente acepta el caso, a pesar de que ahora no se encuentra en
activo. Empieza a organizar su trabajo entre sus típicos ataques de ansiedad.
Este caso no la va a ayudar mucho a mitigarlos, todo lo contrario, se presta a
potenciar sus alucinaciones entre el plano real y la fabulación. ¡Se enfrenta
al asesinato del personaje de un cuento! Saca una botella de Rioja y se sirve
una copa para sacudir la confusión, la termina de dos tragos y se sirve otra, y
otra, hasta vaciar la botella. Rumia sus pensamientos, revisa sus últimos
tiempos.
La llamada de Luisa
ha vuelto a sacar de mí a la detective de hace unos años. Me jubilé hace tres y
pertenezco a una de las primeras generaciones de mujeres que asumimos las
investigaciones de la policía. Disfruto de mi retiro en un lugar de la costa
cantábrica, una casa alejada de urbanizaciones y frente a una caleta de piedra
gris. Estoy acostumbrada a nadar en sus aguas, aunque, a veces, el frío es
intenso. Entre mis pasatiempos está el escribir novelas policíacas para las que
dispongo de mucho material de mis años en activo. Entré en los cuentos de Rosa
porque su altruismo me cautivó. Era fascinante reunirse con un montón de gente
de diferentes países el mismo día y a la misma hora para que nos contara su
experiencia como escritora. Incluso yo presenté un cuento de cuando vivía en
una corrala de Madrid. Era un proyecto fantástico. Nunca pude imaginar que
derivaría en la historia que me ha contado Luisa. Alguien que le envía anónimos
a su personaje y que quiere matarlo. Del análisis de los correos electrónicos
que me ha reenviado mi amiga averiguo que el autor es alguien con conocimientos
avanzados de informática, no ha dejado huella de la IP, ni del país de origen
del correo. Eso ya es una pista. Decidimos sugerir en los grupos que se escriban
algunos datos más de los participantes, como la profesión, las aficiones; datos
para añadir a unos currícula que conformarían las antologías. No ha habido
ninguna queja, el autor de los correos tampoco se ha manifestado, parece que no
se ha dado cuenta de que estamos al acecho. No dispongo de mucho tiempo para
leer unos ciento noventa informes y otros tantos cuentos. No me importa, mi
vida social y mis viajes están anulados por la pandemia. Esta investigación se
va a convertir en el entretenimiento de la reclusión que me he impuesto dado
que no me apetece ser vehículo de transmisión de un virus.
Hago dos grupos con
todos los participantes: los perdedores del concurso y los otros. No descarto,
de momento, a los ganadores, no ha aparecido un motivo para el envío de las
amenazas. Lo más lógico es pensar que alguien se ha sentido rechazado por el resultado
y ha despertado su instinto más primitivo, pero puedo equivocarme. No puedo
permitir que a Luisa le pase algo.
En algún momento tendrá que abandonar su
refugio y romper de forma puntual su confinamiento.
Se levanta a la cocina y busca la otra botella de Rioja que le queda. Entre
copa y copa continúa con sus cábalas hasta que deja la botella seca y el sueño
la vence.
Capítulo dos:
Tras un espejo de
Gesell la detective Naranjo cuestiona a Gema sobre Olga Blanco, y sobre sus
motivos para entrar a las clases de Rosa Montero.
---Mi historia se
remonta a hace unos años, cuando Olga y yo comenzamos a asistir a un taller
literario de novela histórica, nuestra preferida. Era impartido por un escritor
de cierto renombre y extraordinaria habilidad creativa, en un antiguo palacio
de una de las principales calles de Valencia; tan solo con el escenario del que
disponíamos durante las clases, las historias fantásticas ya nos venían a la
cabeza. No sé bien el motivo, o a lo mejor sí, pero S. comenzó a llamar
afectuosamente a Olga "la asesina del grupo" y eso me hizo querer
superarla; es consabida la rivalidad entre amigas, y más si son las más cercanas.
Aun sin conocerse de verdad, cómo en el tiempo fui descubriendo.
Comencé a
proporcionar el protagonismo de mis obras a homicidas, asesinos y psicópatas;
sin saber que convivía con una. Intentando crear empatía entre el lector y los
desdichados personajes, que sentían la necesidad de hacer daño a otros, tal vez
por venganza, miedo o, lo que es peor, placer.
Aunque al margen de
ello la vida seguía, y después de vivir la trágica separación de Olga, durante
los primeros días de esta maldita pandemia opté por cambiar, drásticamente, mi
destino; y entonces fue cuando recordé la recomendación de S., durante nuestro
último encuentro docente. Hay que leer "La loca de la casa" de Rosa
Montero, es una obra maestra en la que confluyen los más deseables y hermosos
recursos de un escritor. Y no solo la releí sino que busqué consuelo en su
autora, en sus palabras, en algunos de sus otros múltiples libros, en sus ganas
de vivir, en su desinteresada manera de regalar sabiduría; tan solo tuve que
seguirla a través de su Facebook, y la magia surgió. Se creó un proyecto, afín
a sus enseñanzas, en el que sus admiradores podíamos formar parte de una obra
común, junto a ella, nuestra heroína. Y yo cómo no, como las cabras tiré al
monte, y sin darme cuenta, conté la historia de "Olga la seductora"
en mi relato, "Saliéndose de los límites" porque hay que aspirar a más,
pero sin olvidar lo pasado.
---¿Me vas a decir
Gema Blasco que tenías acceso al palacio de Valencia para unas clases de
novela? Ese lugar está reservado a políticos y monarquía; tu historia no se
sostiene, hay algo que no me convence.
---¡Ah! No siempre el
asesino confeso es el culpable, ¿o tal vez sí?
Durante el resto del
día la detective Naranjo realiza dos interrogatorios más. El resto tendrían que
esperar otro momento.
---Paqui, cuéntame
qué experiencia han supuesto para ti los encuentros con Rosa.
---Me siento como una
niña que descubre, investiga y se deja llevar por el juego de dar vida a
personajes que pululan en mi cabeza.
Siempre he imaginado
historias, creado películas, pero nunca pasaban de mi cabeza al papel o si se
iniciaban, se quedaban a medio camino. Falta de oficio, pereza, o como me
definió un amigo hace muchos años "...de blanda pluma".
Fue caprichoso el
azar, y me brindó esta maravillosa aventura para
disfrutar-disfrutarme-disfrutaros. No sé a dónde me llevará este camino que he
iniciado, no me importa.
---Entiendo que ahora
sientes que puedes llevar a cabo algo de forma completa, sin dejar ningún cabo
suelto.
---No sé qué está
sugiriendo, yo no tengo nada que ver con lo ocurrido. He aprendido que el
ejercicio de dibujar y crear con palabras, expresar emociones, en un momento
difícil para todos y especialmente para mí, ayuda a superar muchas cosas y
crecer.
---Puede que alguno
de sus personajes se haya sentido infravalorado por no ser el premiado y
haya...
---Detective, insisto
en que ni yo ni mis personajes hemos tenido nada que ver con esta tragedia.
---Araceli ¿cómo
llegaste a los encuentros con Rosa?
---Con la nueva
normalidad de encierro que se avecinaba, adquirí un dispositivo que me
permitiría empezar mi pequeña biblioteca digital. Así que me di a la tarea de
conocer las novedades de mis autores favoritos, busqué a Rosa, y descubro un
mensaje reciente; anuncia la partida de su madre, me solidarizo y la abrazo en
la distancia, sé por experiencia propia que el dolor nunca desaparecerá, solo
se queda impregnado en nuestro cuerpo, aprendemos a vivir con él.
---¿Y eso cuando fue?
---Fue el 14 de
marzo, un poco después empecé a escuchar sus charlas en vivo. Poco a poco la
voy conociendo, ella tímida, la vi triste, hace sus pinitos con la tecnología,
en una ocasión su imagen la retransmite de cabeza. Conocimos su casa, presentó
a Petra y Carlota, y nos abrió su corazón. Yo, al principio, sólo veía sus
charlas, no me atrevía a escribir, y cuando por fin lo hice, ¡sorpresa!, ella
reaccionaba a mis saludos y comentarios. Cada semana la pantalla cobraba vida,
su sonrisa se hizo fácil, sus palabras salían a borbotones, llenas de luz, de
imágenes y colores. Las historias fluyeron en mi mente, los personajes fueron
mis compañeros de confinamiento, recreé la tristeza de un niño solitario de la
infancia, José. Se quedan impresos esos momentos, y se ilumina otro camino,
aparece Luisa, se atreve a proponer un concurso con nuestros escritos (más
atrevida yo al participar); la historia apenas comienza...
---Y mal ha
terminado. Tu historia parece muy sincera pero, de tan sincera, ¿no crees que
tú, capaz de crear a José, ese extraño niño solitario que se merecía mucho más
en su vida literaria, no crees que tú, por despecho, has tomado represalias por
el fallo del concurso? Tú eres nuestra principal sospechosa Araceli, resides en
la misma ciudad que Luisa. Puedes haber sido contratada por otro escritor para
llevar a cabo tu crimen.
---Inspectora
Naranjo, puedo entregarte todos mis dispositivos móviles, te los enviaré por
paquetería. Esto es una acusación muy dura. No tengo nada más que hablar
contigo.
---Estaremos en
contacto Araceli, la historia apenas comienza...
Capítulo tres:
Exhausta por los
interrogatorios del día anterior la detective Naranjo determina tomarse una
jornada de descanso y reflexión. Le llama la atención el correo electrónico
utilizado para amedrentar a Luisa Villanueva
"tevasamorirmaldita@gmail.com", que ya en sí mismo es una amenaza de
muerte, pero más aún le llama la atención que los correos los firme "El
Alérgico de las palomas" porque deteniéndose a analizar a los personajes,
ninguno era alérgico a las palomas y sí al chocolate. ¡Ahahá! ¿El autor de los
correos es alérgico a las palomas o alguno de los personajes lo es? ¿Es un
hombre, el autor de alguno de los relatos, el que amenazaba a Luisa, o es una
mujer, una autora, que al firmar cambia de sexo como técnica de despiste? La
detective Naranjo echa en falta no tener otra botella de Rioja, le vendría bien
ahora. Irá a comprarla más tarde. Abre el correo electrónico para volver a leer
las amenazas y se encuentra en el spam un correo de Ana Cecilia, de días atrás.
"Julián está en
su casa, hace ya cuatro semanas le alcanza la comida un vecino –siempre le cayó
bien ese tipo-, y su hermana Marcela le trae las medicinas los sábados. Se
contagió el Corona virus en la panadería, «dónde más estuve cerca de gente»,
analiza continuamente. Quién le hubiera dicho, tanto lavarse las manos, y los
barbijos reusables –confeccionados por su compañera de oficina- compró los de
Marvel, pero ni sus héroes lo salvaron. El malestar le vino de golpe y con
ahogos; «échese boca abajo», indicó el médico por teléfono. Por momentos siente
que desespera y hace grandes esfuerzos por acomodarse con almohadas y cojines;
y va descubriendo que es más sereno de lo que pensaba. Lo único que lo acompaña
son las redes y videos online. Un sábado después de almuerzo se conecta al
Facebook y escucha una voz femenina, se deja mecer por su timbre cálido y
divertido; luego pone atención a los comentarios interesantes que hace; y cae
en cuenta que es la autora de aquel libro que le recomendó tanto su ex:
Historias de Mujeres. Otra sorpresa. Y empieza a seguir los directos. Estar
enfermo y solo va siendo muy difícil, «no sé qué haría sin los miércoles y
sábados que Rosa Montero nos habla, y sin su peculiar –queridos- que me hace
tanto bien», piensa para sí mismo. Empieza a imaginar cosas y a escribir;
escribe sobre lo que ve por la ventana, lo que escucha mientras está echado.
Literalmente, siente que los ejercicios que la escritora propone se han
convertido en el centro de su vida; eso, comer algo, y dormir para soñar,
porque también anota sus sueños. Ahora anota todo. Y así, sin darse cuenta, se
apunta al grupo -con otra gente que de pronto siente muy cercana-, y escribe su
cuento. «Ya no soy un contagiado, ahora soy un escritor», les comenta riendo a
sus colegas del trabajo cuando lo llaman a preguntar por su salud. Con ilusión
y la ayuda de su hermana envía el cuento; no está mejorando y el médico ha
recomendado internación, cuando le diagnostican «soplo al corazón» como
enfermedad de base, sonríe pensando «buen título para un nuevo cuento». Pero el
otoño y sus pulmones no resistieron. El último sábado de septiembre, Marcela
pasa a recoger su ropa –sabe perfectamente que su hermano habría querido que la
regale, y eso va a hacer-, en el buzón encuentra un sobre remitido desde
México: Julián había ganado póstumamente el concurso para la Antología. En las
redes su epitafio reza: «Regando las rosas en la azotea y haciendo carmín con
sus pétalos tuve los días más felices de mi vida».
Después de leerlo descarta
interrogarla, debe estar muy triste porque su personaje ha muerto, y sin saber
que había ganado el concurso. Ahora estará en alguna parte con tantos
personajes que murieron a manos de los autores; entre algunos había saltado una
chispa de especial atracción, puede que la muerte les ofrezca la oportunidad
que no les terminó de conceder la vida. Continúa revisando correos y abre otro
de Sylvie, que ha respondido al que ella le envió. Pero es un mensaje realmente
extraño, además, no lo firma Sylvie. Esto está tomando un cariz de todo menos
normal.
"Acabo de enviar
una llamada de auxilio en código por si llegara a manos de algún humano que
haya podido escapar del derribo. Yo estoy encerrada y no puedo salir. Bueno,
mejor dicho: Estoy atrapada. Y ahora sé porqué. Contaré aquí brevemente lo
sucedido, pero ruego a quien encuentre este testimonio, lo destruya enseguida
pues no quisiera dejar pistas evidentes sobre la cuestión que me atañe. Si el
cuento que es mi llamada de auxilio, también llegase a tus manos, éste
desvelará más que suficiente sobre mí y sobre otras cosas importantes en este
embrollo. Si descifras su código secreto serás digno de toda mi confianza.
Sucedió la noche del
14 de Marzo. Yo iba en un avión rumbo a las montañas Apandémicas de la Selva
Blanca, para reunirme con un incandescente compañero. El encuentro era crucial,
mas por ahora no puedo dar detalles.
Una tremenda tormenta
de energía y emociones zarandeó tanto al artefacto que caí estrepitosamente al
mar. Al principio nadé y buceé con todas mis fuerzas. Sin parar, nerviosamente,
como las avispas borrachas que caen accidentalmente en nuestros tintos de
verano. Tras varios días sin éxito alguno, sencillamente me dejé flotar a la
deriva hasta que al final, desfallecí.
Por suerte, aunque no
se cuándo ni dónde; desperté. Era un alivio saberme viva, aunque sin embargo
noté que también estaba encerrada. Me hallaba dentro de una caja compuesta por
6 paneles opacos y uno traslúcido, a modo de ventana… pero totalmente oscura. No
podía ver nada a través de ella. Mi realidad había cambiado totalmente de la
noche a la mañana y pensé que iba a perder la cabeza, con la que ahora podía
hacer todo tipo de malabarismos. Empezaron a ocurrírseme también todo tipo de
chistes terribles "Cómo se rie un ojo?.... Ojojojojojo!!!" Y me reía
yo sola hasta perder el aliento... aunque a veces cesaba de sopetón al recordar
que seguía perdida, y lo que es peor: ¡Encerrada! Aún no comprendía lo que
estaba pasando.
Por fin, alguien
encendió la luz al otro lado de la ventana. Pude advertir la imagen de una
mujer con pelo de color castaño. En seguida se hizo notable su carácter jovial.
También podía descifrar lo que parecían ser unas cuantas... ¡¿salamandras?! Por
desgracia, todo estaba pixelado, pero sinceramente esto era lo de menos. Grité
y grité, desgañitándome “¡¡¡Por favor, sácame de aquí!!! Estoy atrapada en esta
caja, justo delante de ti ¡¡¡Aquí, aquí!!! Sácame... ¡¡¡Por favor!!!!” La
verdad es que no sé si me oyó, pero entonces tuve la sensación de que yo no era
la única que pedía auxilio. Quizás fue el aullido de tantas personas en busca
de salvación lo que hizo que instintivamente ella respondiera a la llamada. Y
lo hizo de la mejor manera posible. Comenzó a contar historias todas las
semanas, haciendo así que me sumergiera en mundos imaginarios que yo misma
había encerrado dentro de las opacas paredes de mi cabeza, sin usar demasiado
la ventana traslúcida de mi percepción pixelada. De esta manera conseguí
encontrar mi libertad. No estoy encerrada, sino atrapada. Y hay escapatoria.
Pero mi querido
lector confidente, te advierto de que efectivamente hay mucha gente atrapada, y
tal como te cuento al principio de esta carta, ni siquiera yo he podido salir
del todo aunque haya encontrado la llave. Así pues, si lees esto y además
puedes descodificar el mensaje que mandé ayer día 1 de Julio, en dirección a la
esperanza del espacio sideral interior, quizás seas tú el elegido.
De ser así, mi
querido amigo, una vez te reúnas conmigo prometo contarte mucho más. Te lo
contaré todo. Sin embargo por ahora... recuerda: Has de destruir cuanto antes
este mensaje. Pues no olvides que las tormentas de energía y emoción intensa,
aún acechan intentando derribar los aviones de papel multicolor... Esos que
vuelan sin control alguno sobre y bajo nuestras cabezas, sin saber cómo ni
quién los ha lanzado, ni por qué aparecen y desaparecen, cosa que a algunos
molesta y creen innecesario.
Nunca entenderé ese
afán por exterminarlos, si tan sólo pretenden adornar un poco el lienzo de la
existencia cuando ésta se torna demasiado gris. Es un trabajo arduo, pero
alguien tiene que hacerlo. Y por eso, amigo mío, por eso a mí me atraparon.
Ahora lo sé. Aquí sigo, y espero que mi mensaje de auxilio llegue a buenas
manos.
Es imperativo que
pueda liberarme del todo y así reunirme con el Sol. Es imperativo que todos
podamos.
Atentamente,
Selvoi."
---¿A qué código
secreto se refiere el autor de la carta que le envió Sylvie? Ella no sabe nada
al respecto. ¿Puede tratarse de una pista alertando de que Luisa se suicidó? No
hay que descartar nada. Menos mal que ya me abastecí de alguna botella de Rioja
-pensaba la detective Naranjo-.
La copa llena le
resultó un alivio para afrontar otro correo en respuesta al que ella envió, era
de Lydia; muy brevemente le pedía que a la lectura del mismo contactara con
ella por videoconferencia. Lo hizo. Mientras se realizaba la conexión recordó
que ya había hablado con Lydia hacía no mucho.
---Buenas tardes
señora Lydia, soy la detective Naranjo, es por lo de su correo, dígame.
---A mediados de
marzo recibí el siguiente correo: "Estimada Lydia: He tomado la
decisión de suicidarme en los próximos días. Necesito pedirte un favor
importante, escribe mi historia pero no la publiques. Debes enviársela a dos
personas: Rosa M. y A. LaMala. Tú sabrás cómo localizarlas. Evita hacerme
preguntas o reclamos. A partir de este momento cancelo toda conversación. Sólo
me resta agradecerte el acompañamiento sincero que me diste en una época de mi
vida. Quizás nos volvamos a encontrar en alguna reencarnación. Andrés".
---Muy duro, sí, lo
estoy investigando, y también la muerte de Pilar. Este concurso está llevándose
a más de uno por delante.
---Debo confesar que
la decisión de Andrés no me sorprendió, hacía tiempo que él lo venía diciendo,
pero sí me puso muy triste. Cumplí cabalmente con sus instrucciones y en pocos
días recibí una respuesta muy breve de las personas a quienes envié la
historia. Ambas confirmaron haber recibido el correo sin añadir comentarios.
En el transcurso de
los siguientes meses continué enviándole correos y mensajes a Andrés. Me llamó
la atención que su whatsapp, su cuenta en Facebook y su correo seguían
funcionando, pero jamás recibí respuesta. Me quedé con la duda acerca de lo que
realmente había ocurrido.
Hace unas semanas,
detective Naranjo, usted me contactó por telellamada con el fin de interrogarme
acerca de la muerte de Andrés. Después de los saludos obligatorios me dijo que
sabía que yo era la autora del relato que recibieron Rosa M. y A. LaMala.
Quería más datos al respecto. Le reafirmé que lo único que tenía era el breve
correo electrónico escrito por Andrés antes de quitarse la vida.
---Sí, lo recuerdo.
---Reproduzco la
conversación: …
---No hace falta, le
digo que la recuerdo.
---Yo le reproduzco
la conversación de todas formas:
--Señora Lydia,
sabemos que usted y el señor Andrés fueron amigos, él la menciona con
frecuencia en sus textos. ¿Qué sabe de él?
--Muy poco, detective
Naranjo. No fuimos amigos, solo fui un personaje suyo que él inventó para
protagonizar sus cuentos.
--Pero también
corroboramos que como a veces sucede, usted se liberó del cuento y se convirtió
en una mujer real. La misma que recibió el correo, lo reenvió y con la que
ahora estoy hablando.
--Lo que sabía de Andrés ya lo conocen ustedes.
--¿Supone usted que
verdaderamente se suicidó?—
--Detective, no
entiendo su pregunta. ¿Piensa usted que no murió? ¿O que lo mataron?
--Es lo que estamos
investigando señora Lydia. Por eso recurrimos a usted. ¿Había otras mujeres en
la vida de Andrés?
--Las había, pero
últimamente estaba enamorado de un travesti, si a eso se refiere usted.
--¿Alguien más? ¿Algún otro nombre? ¿Qué
relación mantenía con Rosa M.y con A. LaMala?
--No lo sé, detective
Naranjo, Quizás se trata de vínculos con el ambiente de los escritores. Ambas
lo son y muy reconocidas. Pero yo no lo soy, le aseguro que no sé nada más.
--El nombre Luisa
Villa ¿le dice algo??
--También escribe y
está muy ligada al arte.
--La volveré a
contactar más adelante señora Lydia. Le dejo el número de un móvil y mi correo,
si algo llega a saber le pido que deje un mensaje.
---Señora Lydia, en
verdad que es usted insistente... No hacía falta que me volviera a decir
palabra por palabra lo que estuvimos hablando usted y yo.
---La llamada me dejó
nerviosa, quizás usted tenga alguna noticia que pudiera aportar luz a esta
intriga, detective Naranjo. Le suplico que me lo hagan saber, conocen mi
ubicación.
---No se preocupe
señora Lydia, estaremos en contacto.
Terminada la videollamada, la detective Naranjo se queda bloqueada por la insistencia, rayana al acoso que acaba de sufrir. Bien se merecía un Rioja para despejar las alucinaciones que apuntaban a aparecer. Contabilizó: 3 muertos, uno de ellos muerte natural, otro supuestamente un suicidio (investigación abierta) y el otro, su conocida Luisa, la otra Luisa: Luisa Fernández, en apariencia asesinada (investigación abierta). Y lo que más la descolocaba era que los tres muertos eran personajes de los cuentos. ¿Es que era normal lo que estaba ocurriendo? Ahora sí que no era capaz de discernir realidad de ficción. Una copa de Rioja la ayudaría a pasar mejor el trago. Escuchaba un tren dentro de la habitación, se anunciaba un episodio, la audición era lo primero que la sacaba de la realidad.
Capítulo cuatro:
Para la detective
Naranjo, la mañana siguiente es densa, como la niebla que entra desde el mar.
Aún se siente confundida por sus alucinaciones, y por el exceso de vino. Se
promete dar un descanso a su hígado y a su cabeza para concentrar toda su
energía en el caso de Luisa, sobre todo. Después de una ducha realiza una
videollamada de corta duración. Habla con Rosabertha, la informa de algunos
detalles de la investigación y le hace un par de preguntas, instándola a
interrogarla más adelante.
Después decide salir
para volver a hacer dos interrogatorios presenciales, pese a su intención de no
exponerse al virus.
---Patricia, háblame
de algo en relación con los en cuentos con Rosa, perdón, quise decir
encuentros.
--- Sí, detective Naranjo. Cintio conocía a Rosa a través del relato de su
abuelo Reinaldo. Le había contado que se vieron por primera vez en la Alameda
de Paula, ocasión en que una prestigiosa periodista argentina, residente en
Brasil, entrevistaba a Rosa.
El romance surgió pronto, fugaz y febril como un geiser.
Aquella tarde, al asistir al acostumbrado paseo de nieto y abuelo a la Habana
Vieja, se toparon con una muchedumbre inesperada. En medio de la Plaza Vieja,
con el telón majestuoso de la Catedral, radio Taíno estaba transmitiendo unos
en cuentos con Rosa. Perdón, quiero decir encuentros.
Al verla, Reinaldo la reconoció sin dudar: era más hermosa de lo que mostraban
las solapas de sus libros, y su sonrisa, simplemente encantadora.
---Muchas gracias Patricia.
---Lolys, buenas
tardes ya. Háblame lo que puedas de la experiencia sobre las charlas con Rosa.
Lolys hablaba mirando al frente, sin fijar la vista en ningún punto, como si
ante ella se extendiera un mundo ilimitado:
--- Todo puede pasar cuando te ocultas detrás de una careta
blanca, con unos lentes transparentes, de resguardo a la amenaza invisible y
microscópica de un cuerpo sin forma, mientras se avanza a satisfacer las
necesidades más básicas de supervivencia. Con manos firmes al volante conduzco
la camioneta en busca de un rincón, un rincón oculto a los ojos de los
transeúntes curiosos que no hacen más que espiar la vida de los demás, a un
breve saludo comercial de enamoramiento al consumo, después de 20 largos
minutos veo la respuesta a mi imperante necesidad; los dedos torpes no
consiguen destruir la barrera que separa la muerte de la vida. En un
desesperado movimiento de los sentidos se deja de escuchar el ruido
destornillado de los autos incluido el mío, sin percatarme de lo ocurrido solo
siento el calor intenso entre mis muslos, retiro uno de los estorbosos guantes
de látex recojo lo que quema mi piel, y lanzo un suspiro de esperanza que me
anticipa a que por fin ha llegado el momento de terminar con la tortura, sin
prisa levanto mis ojos, y se posan en ese muro largo que me resguarda de las
amenazas impuestas. Un teléfono móvil encendido captura la imagen y la voz de
Rosita que se pierde ya en mis pensamientos, con una mirada sin retención veo
que constantemente se acomoda el flequillo disparejo cortado una madrugada de
insomnio sumergida en sus letras y las de otros. El chasquido de mi
inconsciente me hace volver al presente odiando el peligro impuesto por alguien
desconocido.
Ya en su refugio,
tras ponerse cómoda recuerda que tenía pendiente hacer una videollamada a
Isabel, así que la detective Naranjo se pone a ello.
Un par de horas
después, Isabel telefonea a Ety para desahogar la tensión.
---Ety, buenas
noches, una detective me acaba de llamar para interrogarme.
---¡Ay, hola Isabel! A mí también me ha preguntado, es la detective Naranjo.
---No sé muy bien si soy culpable o no, sólo sé que no hablaré tan fácilmente,
tendrá que esforzarse por conocer la verdad. Nunca hubiera imaginado que
participar en aquél concurso de cuentos me cambiaría la vida hasta este punto.
Aquellas tardes frente al ordenador escuchando las palabras de Rosa se
convirtieron en una obsesión para mí. No podía dejar de escribir, llenaba
folios y más folios de palabras sin sentido. Mis dedos dejaron de obedecerme y
cobraron vida.
Desde muy joven escribía todo lo que mi mente inventaba; cuentos, teatro,
poesía, me gustaba experimentar con las palabras. A medida que pasaron los años
fue la poesía la que atrapó mi alma alejándome de la prosa. Entonces apareció
Rosa en mis tardes de confinamiento y me envolvió con su sabiduría hasta
hacerme caer en un encantamiento del que no saldría hasta hace unos días. Como
un flautista su voz nos iba meciendo, por lo que entrabamos en una ensoñación
que nos obligaba a escribir. Cuando ya estábamos todos atrapados en sus manos
quiso que participáramos en un concurso de cuentos.
Mi mente está confusa, recuerdos borrosos iluminan mi memoria como ráfagas de
aire fresco, no sé si soy culpable o no. La sequía de mis palabras regresa a mí
en cataratas que inundan mis cuadernos y ya no puedo detenerlas. Tengo miedo.
Tal vez la detective pueda descubrir lo que sucedió durante aquellas tardes con
Rosa Montero.
Capítulo cinco:
Tras una noche de
sueño agitado por las recurrentes alucinaciones, la intención de Naranjo es
dejar el día de hoy para meditar y recapitular, y también para resituarse
porque el último interrogatorio la dejó bastante desconcertada. Abre el
ordenador y se encuentra un correo electrónico de Mela que dice reenviarle otro
de Rosabertha por si le puede aportar algún dato más. La detective lee con
detenimiento la parte central:
“Querida Mela:
¿De qué se trata con todo esto? Han pasado varios días, quizá una semana, y aun
no entiendo.
Yo únicamente entré a un taller de Rosa Montero, que una querida amiga me
recomendó, es más, ella me envío el link que utilicé para entrar a la primera
plática un miércoles de junio, siempre comentando con mi amigo lo estimulante
de los miércoles y sábados.
En uno de esos días Rosa nos propuso hacer un relato con dos personajes, uno
que era alérgico al chocolate, y otra que usaba unos pendientes desafiantes; lo
hice y lo envié a sabiendas de que mi puntuación es fatal, pero recordé que
Proust y García Márquez sufrían del mismo mal.
Compañeros excelentes y profesionistas le acomodaron puntos y comas, y fue como
cuando mi vecina se hizo el botox y no la reconocí.
Con esa nueva cara, lo envié al concurso “Rosa deshojada”. Hace unos días se
publicó la lista de los ganadores, no he leído ninguno por lo que no puedo
opinar, así se lo comenté a una tal detective Naranjo que me llamó ayer; me
comentó que Luisa había recibido múltiples amenazas, y que en el lugar de los
hechos se encontraron envolturas de chocolate y un pendiente demasiado grande.
De lo que me acuerdo le contesté perfectamente es que cuatro días antes de
marcar el link y encontrar a Rosa, yo bailaba un mambo con la escoba, con la
cual me ayudo para hacer locas cabriolas que siempre me han gustado, pero la
edad me resta seguridad.
Hoy en mi mente solo bailan estas preguntas:
¿De qué se trata? ¿Me volverá a interrogar la detective Naranjo? ¿Por qué no
quiso revelarme quien la contrató? ¿Conoceremos algún día el relato del
asesino?”.
Aún meditando el
contenido del mensaje, intentando descifrar el significado, la detective
Naranjo percibe en pantalla un aviso de videollamada. ¡Ah! No está para mucho
más, siente la cabeza muy pesada, mucho, pero ¿y si es importante? A los pocos
segundos por fin pulsa para aceptar la videollamada entrante, aunque necesita
encontrarse más estable, así que para darse un margen de tiempo, responde:
---Un momento, por favor, no se retire, enseguida estoy con usted.
Deja en pantalla a su interlocutor, que se mantiene a la espera, mientras se
levanta, va a la cocina y vuelve con una copa de Rioja en la mano izquierda y,
en la derecha, la botella, por si acaso.
---Aquí estoy, usted dirá.
---Quiero hablarle en relación al caso que está investigando, el de la muerte
de Pilar y el concurso de cuentos. Caterina me ha dicho que hable con usted.
---Soy toda oídos.
---Aunque yo no existía entonces, tengo recuerdos
parciales. Era el tercer mes de la pandemia, y escuché esa voz desde antes de
ser yo, por eso la paz, la calma, la tranquilidad que me genera. A Caterina le
gustaba leer, pero no se atrevía a escribir más allá de lo que hacía para ella.
Admira a Rosa y seguía sus noticias cuando nos informó que la acompañaría, que
nos acompañaría. Las reuniones ya habían empezado cuando vimos el anuncio, pero
nos unimos y actualizamos, aprendimos mucho, supimos de ese yo interior que a
veces nos sabotea. Fui creada a partir de esa invitación a escribir, a partir
de esas reuniones dos veces por semana a las 12 del mediodía. Bueno, a las 7:00
pm hora de Madrid, pero nosotras estábamos en otro continente. Yo, ahora que
soy cuento e historia, estoy viva y puedo estar en todas partes.
Naranjo escucha muy atenta, asiente con la cabeza, intercambia la mano
que soporta su barbilla, y da un sorbo a su copa mientras masculla para sus
adentros:
---No tengo ni idea de si me está hablando un personaje o su autor, ¡ojo! Hoy
no sé si estoy preparada para bailar entre realidad y ficción o para mezclarla,
pero… en este caso es lo que hay.
Su interlocutor continúa hablando:
---Pero ¿cómo llegué a donde estoy ahora? No lo sé. Recuerdo escuchar vagamente
que estaría más segura aquí, y ahora despierto atrapada. Casi no puedo ver, me
cuesta respirar. Salvo aquella voz que escucho a lo lejos, no siento sonido
alguno. Encerrada en esta caja, fuera del mundo y del otro encierro, busco una
manera de salir, aunque casi no puedo moverme. Mi frecuencia cardíaca se
acelera. Veo un delgado halo de luz entre los paneles, me da una esperanza. A
tientas, busco una herramienta, algo que pueda utilizar dentro de este estrecho
espacio. Toco mis pendientes, son grandes pero el material es suave, no me
sirven. Tampoco ninguno de mis accesorios. Toco mis tacones, los imagino, once
centímetros… siempre me gustó el color rojo. Mis padres se escandalizaron la
primera vez que me vieron con labios y tacones rojos, acompañando una
vestimenta, para ellos, totalmente descalificable. Nunca supieron que en las
noches de fiestas yo era “Inma Red Lips”.
Regresé a mis tacones. Uno de ellos me sirvió de palanca, y abrí el espacio entre
dos paneles. Vi muchas cajas, más de cien según mis cálculos. Detecto algunas
miradas, igual de desconcertadas que yo. Siento un hilo de viento en mi rostro,
¡qué alivio! Tomo aire, mi frecuencia cardiaca baja un poco. Puedo respirar con
algo de serenidad. Escucho más claramente esa voz, la identifico y es Rosa:
“Queridos…”, cuenta historias ¡qué reconfortante! No sé cuánto durará, pero
este encierro es menos duro, estoy acompañada, querida, cuidada.
Y lo veo ¿Qué hace él aquí? El tipo de los libros y las cartas, del abrigo de
mal gusto, de ese encuentro bochornoso. Tenía un celular en la mano, buscaba
algo entre las cajas. El celular timbraba repetidamente, él lo miraba de mala
gana, le estorbaba, no respondía. Se detuvo la llamada y el hombre también,
revisó el celular parece que leyó un mensaje. El teléfono timbró nuevamente y
respondió, caminaba, su voz se acercaba a mí cada vez más.
La detective Naranjo lo interrumpe, tiene que determinar su sospecha:
---¿Disculpe, usted es, tal vez, Braulio Domínguez?
---Sí señora policía, soy Braulio Domínguez.
---Por favor, no me llame policía, como mucho le admito que me diga inspectora.
En realidad soy detective. Vaya al grano.
---¡Está bien, está bien! ¡Inspectora! Inspectora Naranjo… No escuché el
teléfono, pensé que me querían vender algo... Yo sólo llevaba unas cartas al
correo. No, ninguna dirigida a la señora Villanueva, no la conozco. Le repito
que no la conozco, y si la he visto, no he sabido su nombre.
Y pienso: ¿Villanueva? No sé por qué recuerdo ese apellido. Me es familiar. Y
veo a este Braulio, recuerdo esa mirada amargada, sus libros y esos sobres que
cargaba antes de encontrarnos. Ya lo sé ¡Pilar Villanueva! ¿Por qué reconozco ese
nombre? Creo que lo vi escrito en algún lugar.
Braulio sigue en esa conversación:
---¿Gmail? Que no, no tengo una cuenta de Gmail no uso los correos
electrónicos. No, no me he dado cuenta de que es una videollamada, está bien,
aquí estoy ¿me ve?
La inspectora vuelve a preguntar:
---Aquí tengo registrado que usted ha escrito un sinnúmero de cartas a una
editorial relacionada con la señora Villa ¿Por unos crucigramas? ¿No recuerda
haber escrito mensajes por correo electrónico? ¿Ha participado usted en un
concurso de relatos? ¿Dónde está en este momento? ¿Es un almacén? ¿Un puerto?”
Braulio, queriendo terminar, le responde:
---Recibí un mensaje pidiendo ayuda y contacté con usted, pero ahora debo terminar
la videollamada.”
Antes de concluir la videollamada la detective Naranjo notó que Braulio estaba
apurado. Quiso saber por qué. Braulio le respondió:
---Hoy es el sepelio de Julián, un compañero de colegio a quien no veía desde
que tenía diez años. Me enteré por el periódico que ganó el concurso y que
murió antes de la premiación. El mismo concurso al que dediqué todas las tardes
y noches de un mes, después de tomar aire en esa azotea poblada de libros y
palomas. Tal vez yo podría recibir el premio en nombre de mi ex compañero de
clases...
Unos días después, la
detective Naranjo regresa a su refugio de Cantabria pero nada más llegar, una
insistente llamada de Luisa la pone camino a México donde finalmente se aloja
en un hotel. Procura descansar del viaje delante de su ordenador, Rioja en mano
(tenía una botella de recibimiento junto a una nota de Luisa: “nos vemos a las
19:00”). Se dispone a recapitular sobre el caso. Ha hecho el interrogatorio a
54 personas (16 de ellas por FaceTime ya que no residen en España, ha
descartado a la mayoría de éstas, pero tiene 12 sospechosas, todas ellas
flemáticas mujeres, lo primero es establecer qué las llevó a contar esa
historia. Naranjo lo intuye, la amenaza debe encontrarse escondida en el
lenguaje tejido enviado a concurso.
Después de los
interrogatorios y tras analizar los cuentos, comparará la semántica y redacción
con los correos enviados de forma anónima.
Un fuerte golpe en la cabeza, más arriba de la nuca, deja desplomada sobre el teclado a la detective Naranjo. Su mano suelta la copa y su contenido se desparrama sobre la mesa mientras que la sangre fluye bajando por su espalda.
Capítulo final:
Me he despertado maniatada, con sabor
metálico en la boca y un fuerte dolor de cabeza. Estoy tumbada sobre una
colchoneta llena de chinches y manchas de sangre. Me duele todo el cuerpo. El
lugar parece un calabozo.
Los recuerdos vienen como fogonazos.
Estaba investigando el caso de Luisa y sus anónimos. Tenía buena parte del
trabajo hecho.
Había descubierto que el mensaje firmado por Selvoi,
a través del correo de Sylvie, pertenecía a la misma persona que escribía un
blog bajo el título de La sílfide desplumada. Curioso título. Estuve leyendo
sus entradas y estaba convencida de que la foto que aparecía de fondo era la de
una Sylvie adolescente. Supongo que ese era su código, pero no llegué a hablar
con ella. La llamé repetidas veces sin ninguna respuesta, al final le dejé un
correo.
A partir de ahí los acontecimientos se precipitaron.
No tengo un recuerdo continuado y lógico, solo lagunas y monstruos que me
hablan. Son mis alucinaciones, pero he aprendido a vivir con ellas, a
mantenerlas bajo control. O eso creo.
Había llegado a un punto en la investigación en el
que me había dado cuenta de que los personajes habían saltado de la ficción a
la realidad. Habían abducido a sus autores, y tomaban la escritura, incluso las
videollamadas. Como si no, se podía explicar el caso de Andrés y Lydia, o el de
Gema y su amiga, Olga, y el de Caterina y su ficción. Con Lydia había hablado
repetidas veces, estaba obsesionada por que la culparan. Yo creo que su Andrés
no se suicidó, que lo mató ella. Lo que no me ha quedado claro es si Andrés era
el personaje, o si era el autor y Lydia la creación. En cualquier caso, estos
dos están muy ocupados el uno con la otra, y la otra con el uno en seguir
protagonizando sus historias, pero no para acosar a Luisa. Lo que sí puedo
imaginarme es que ahora quieran entrar en el juego de los anónimos. Seguro que
me vuelve a llamar Lydia para darme algún otro dato, incluso que quiera
inculparse con esa voz tan dulce y miedosa. Sin embargo, de lo que sí tenía
fundadas sospechas era de que Gema estuviera detrás de algunos anónimos. No
para llevar a cabo ninguna fechoría, simplemente como ejercicio literario. No
he creído su historia del taller de escritura en el palacio de Valencia, no
tiene consistencia, pero posiblemente sí pertenece a alguna escuela de novela
del crimen. Tampoco ha habido límites de
género, algunos escritos alternan entre el masculino y el femenino como por
arte de magia. Un ejemplo eran Braulio e Inma, se intercambiaban sus papeles,
pero había algo en Braulio, Inma que me inspiraba ternura. Él, ella solo quería
recibir el premio, tener una recompensa a los años de encierro, de disimulo.
Posiblemente Inma sabe mucho más de lo que me ha contado. Está acostumbrada a
esperar, a estar agazapada, a observar. Tengo que volver a contactar con
Caterina, ella podrá decirme dónde encontrarlos.
Los correos y las videollamadas me habían dejado
muchas pistas.
De Paqui no tenía dudas, no encajaba en el perfil de
los anónimos. Ella disfrutaba con expresar sus sentimientos, le bastaba con
esas tardes en compañía de Rosa y de la oportunidad de que alguien leyera sus
sensaciones, de no estar sola en la hecatombe de la pandemia.
Creo que a Araceli le pasaba lo mismo. No la imagino
con segundas intenciones. Dudé de su personaje, José, y la sometí a presión en
el interrogatorio, pero lo superó sin problemas. Lo que temo es que se deshaga
de José por pudor, por miedo a que él haga lo contrario a su moral.
Mi principal sospechoso por un tiempo fue Julián. No
él directamente. Me parece que Julián se ha quedado enganchado en algún pliegue
de Ana Cecilia, y que sigue actuando a través de su hermana. Marcela no ha
podido superar su muerte, y solo encuentra consuelo escribiendo anónimos.
A mí también me ha llegado uno en el que se me
ordena que deje la investigación. Debo de estar muy cerca de llegar al fondo.
Empecé a suponer que los anónimos tuvieran varias
autorías, ahí me podía encajar Lolys perdida en su caravana, oculta tras una
careta blanca, lo cual era muy sospechoso; Patricia buscando un autógrafo para
el abuelo de Cintio, pero, claro, hubiera preferido ser el ganador; y me
quedaban Isabel y Ety. Yo creo que Ety encubre a Isabel, son grandes amigas y
sabe más de lo que aparenta. De Isabel estoy convencida de que anda escribiendo
anónimos a troche y moche, no por maldad, pero no puede dejar de escribir.
Todas tenían un móvil propio o de sus cuentos, o
¿habría sido el efecto del Rioja en mis pesquisas que había creado falsas
pruebas? No, todo estaba recogido en mi libreta de notas. La última conclusión
a la que había llegado incluía a Luisa. Había perdido la confianza en ella.
Creo que estaba jugando conmigo. Este asunto de los anónimos traería más
publicidad sobre el libro y se dispararían las ventas. Todo en aras de la
recaudación para la pandemia.
Recuerdo haberme citado con ella en México. Había
que llegar a resolverlo, mi honor estaba en ello. Me realicé la PCR en el
Valdecilla de Cantabria antes de coger el avión. Luisa me había reservado una
habitación en el hotel Marlowe de México DF. Eso hizo que las piezas fueran
encajando, todo se daba un aire al Largo Adiós, cuando Marlowe se da cuenta de
que su amigo al que ha acompañado a México es el sospechoso de haber matado a
su propia esposa. Luisa me había ido dirigiendo con la ayuda de Aji.
Seguramente Aji no estaba al tanto del plan. Ella solo había ido revisando y
coordinando los textos, dejándome las pistas falsas que Luisa le suministraba.
No, Aji estaba al margen.
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