Durante mucho tiempo miró cada noche las estrellas, se vieran o no en el cielo. Miró la luna saliendo y ocultándose, tanto si la tapaban las nubes como si no. Durante mucho tiempo se consoló pensando que el cielo que miraba era el mismo que miraban los dos. Pero la distancia que los separaba fue grande también durante mucho tiempo, hasta que llegó una noche en que esa distancia se redujo a milímetros, increíbles milímetros imaginados durante años, y aunque el punto del cielo era el mismo, las estrellas y la luna eran las mismas también, la vista nocturna se presentaba especialmente hermosa porque ahora sí que la contemplaban juntos, en persona, uno al lado del otro.
©María José Gómez Fernández
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