viernes, 10 de abril de 2020

"La calle". Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 26, referido al 9 de abril

En el medio de la calle,
por una intersección cortada,
cuatro posibles caminos se abren.

Volver el camino andado,
no lo pienses, no lo hagas,
mejor es dejar atrás lo pasado.
No vuelvas sobre tus pasos.

Desde este punto que estoy,
la derecha es hacia abajo.
Bajar es siempre más fácil
pero es caer, descender.

Así que mejor a la izquierda,
que desde el punto que estoy
es ir hacia arriba, subir,
remontar, crecer, sumar.

Otra opción que prefiero
es seguir adelante, caminar de frente,
viendo lo que va a venir,
las intenciones de la gente.

#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa


©María José Gómez Fernández

Publicado orginalmente en El Doblao del Arte.

jueves, 9 de abril de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 25, referido al 8 de abril, “Ventanas al aire”

Está alta la hierba en los parques,
entre los huecos de las aceras crece
y junto a los árboles de ciudad,
mullida y fresca aparece.

Solos estarán los campos, y verdes,
igual que sus senderos y praderas.
Sin excursionistas ni curiosos,
ni domingueros, ni hogueras.

Las playas, de fina arena,
o aquellas de duras piedras,
desiertas, sin pisadas,
con espuma de mar llenas.

Nevadas las montañas más altas,
sin rastros, inmaculadas,
blanca y dura estará la nieve
hasta que el deshielo caiga.

Trepando por los recuerdos,
descendiendo por la cuesta
de los sueños y deseos,
me quedaré dormida.

Paseando los pensamientos
entre rectas y vericuetos,
sin tropezar ni caer,
me quedaré dormida.

Y dormida, iré a todas partes,
soñaré que no es un sueño.

#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa


©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

miércoles, 8 de abril de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 24, referido al 7 de abril, “Ventanas y más ventanas”

Lo primero que haré hoy será agradecer las interacciones habidas, comentarios, me gusta, compartir, en twitter pero sobre todo en facebook, y también en este y el otro blog, de cada post escrito a lo largo de estos 23 días. Gracias, gracias, infinitas gracias a todas y todos, por seguirme, leerme, identificaros, dedicar vuestro tiempo a mis palabras, dedicar vuestro tiempo a comentar, a valorar. Un placer saber que estáis ahí.
Seguimos con las ventanas.
Así que me ha parecido muy buena aportación el comentario de mi prima Begoña, que os traslado ahora mismo: “Aquí en Suiza la gente no suele tener cortinas y las ventanas son ventanales en algunos casos de pie a cabeza. Cuando cae la noche se les puede ver hacer todo, menos el baño claro está que tienen cristal templado. ¡Me pareció muy curioso cuando llegué a este país hace 15 años! ¡¡¡Sin embargo los italianos y españoles que viven aquí todos tenemos cortinas!!!”.
Y también os traslado lo que le respondí: “¡¡¡Es que a los españoles e italianos nos van las cortinas!!! ¿Qué sería de un buen español, de un buen italiano, sin una cortina para correr y descorrer, para quitar parcialmente la luz, para ocultar lo que se hace en el interior?. Normalmente somos muy abiertos pero nos gusta salvaguardar nuestra intimidad, al menos a la mayoría. Y es que también tenemos que contemplar que existe el fisgón, que igual culturalmente no abunda tanto en otros países, por ejemplo en Suiza, y es por eso que no hay tanta necesidad de salvaguardar lo que nadie va a fisgonear. Lo cierto es que cada uno se rige por la educación recibida y por las costumbres que ha adoptado, y hay tantas cosas que hacemos porque así las aprendimos y siempre las vimos hacer así…”
En orden a esto quiero continuar recogiendo el guante lanzado por mi amigo Onofre, que me decía algo así como “narra algo íntimo que veas, desde mi ventana el mar no se ve (como Pepa Flores)”. A lo que respondí con un “a ver qué me sale…”.
Puede que sea por la superluna o porque hoy ha cuadrado así, pero esta noche hay mucho menos movimiento en esos cuadraditos y rectangulitos de los edificios cercanos, que llamamos ventanas. Aparecen una buena parte con luces apagadas -y eso que no es tarde-, pero igual quieren apreciar el haz de luz de luna. Otras muestran sus persianas hacia abajo, y no se aprecia iluminación interior así que puede que se hayan rendido al descanso. Alguna ventana y/o puerta de terraza/balcón sí aparece abierta por completo y con luz interior visible, son las menos esta noche, pero las hay. Durante un buen, rato mientras fumaba un cigarrillo en mi terraza y me dejaba iluminar por la luna, he observado con empeño estas últimas, las que permitían ver el interior, pero ha sido infructuoso localizar algo interesante con un hilo conductor merecedor de un relato. Y es que esto es como todo, cuando buscas algo con empeño igual es cuando más te cuesta encontrarlo.
Así que he entrado en casa, pero como no quedaba contenta, al rato he vuelto a salir a telefonear a mi madre, y entretanto, he vuelto a fijarme. Ahora sí, hay dos ventanas grandes justo en frente, al otro lado de la calle, no muy cerca, con las persianas abiertas, las cortinas descorridas y las luces interiores encendidas; una es de un tercer piso y otra de un cuarto piso. Esto me recuerda a la página del tebeo “La rue del percebe”.
En el tercer piso la sala de estar iluminada no registra movimiento desde hace un buen rato, cuando la mujer parecía disponer algo en la mesa, algo que podría ser un mantel, y luego la vi desaparecer y entrar en la cocina donde se perdió. En el salón del cuarto piso un hombre de mediana edad se ha asomado a la ventana, ha mirado la calle apoyado en el pretil, durante unos minutos y luego ha entrado a la estancia pero ha salido por la puerta de la terraza para dirigirse a unas macetas que tiene allí, y después de tocarlas y mirarlas ha vuelto a entrar al interior.
En el tercero ahora hay una niña que debe estar saltando en el pasillo que separa el comedor y la cocina, e imagino que puede tener hambre porque no para de saltar mientras acompaña a su madre al comedor, portando una gran fuente con comida indeterminada desde mi posición. También entran en el comedor un hombre y un muchacho pero enseguida, unos y otras se pierden de mi ángulo de visión porque seguramente se han sentado a la mesa para cenar; solo puede verse algo del cabello de la que supongo es la madre, que se mueve de un lado a otro y de arriba hacia abajo por lo que deduzco que está comiendo y charlando.
El salón del cuarto piso se ha iluminado, ahora que me fijo, con una luz más tenue y cálida, el hombre se ha cambiado la ropa informal de casa y lleva lo que parece un pijama, y despacio, parece encorvarse sobre una pared, donde seguramente habrá un mueble en el que puede tener un aparato de música; al poco se yergue y se dirige al otro lado de la habitación y ya le pierdo el rastro pero, en cuestión de segundos puedo ver que una mujer se queda parada en el marco de la puerta del salón, apoyada sutil su frente sobre su brazo que a su vez se apoya en la puerta; lleva lo que parece una camisola de tirantes ideal para dormir cómoda, de color claro, y de repente, se separa del marco de la puerta y dirige sus pasos a esa zona ciega donde se me perdió el hombre, así que intuyo que ahora ambos están sentados en el sofá, ellos sabrán qué más podrían contar para terminar esta historia. La familia del tercero continúa cenando y también correspondería a ellos concluir su capítulo. Por mi parte ya hace unos minutos que finalicé mi llamada de teléfono y como estoy notando frío determino entrar y retirarme pronto a la cama.
Mientras me cambio de ropa y me pongo el pijama -con la ventana cerrada, sin posibilidad de ser vista-, me quedo pensando en todas las historias que suceden tras las ventanas -abiertas o cerradas-, a diario, en cada casa, con tantas personas implicadas.
Igual en otra ocasión pueden suceder cosas más interesantes, pero por hoy esto ha sido todo. Y ahora sí, me despido hasta mañana, lamentando, como Pepa Flores, no poder ver el mar desde mi ventana.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

martes, 7 de abril de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 23, referido al 6 de abril, “Ventanas”



No sé en otros barrios, en otras calles, en otras ciudades, en pueblos, pero en este donde vivo he observado algo en las ventanas de los edificios que me ha llamado mucho la atención, porque es algo curioso, porque es justo lo contrario de lo que hago en mi casa, pero claro, cada cual tiene sus costumbres o sus manías, o sus gustos.
Resulta que durante el día, tanto por la mañana como a mediodía he visto ventanas cerradas, me explico, ventanas con las persianas hasta abajo, por completo, sin casi rendijitas abiertas. Y claro, eso llama la atención porque detrás de esas ventanas hay personas viviendo, y a esas horas del día y de la tarde temprana es preferible que entre la luz natural y que ventile la vivienda. Pero no, hay algunas ventanas que durante las horas de más luz natural se cierran a la calle y seguramente se alumbren con luz artificial.

El caso es que, en torno a las siete o siete y media de la tarde, esas mismas ventanas comienzan a abrirse, tanto persianas como cortinas, y toda la actividad de cada estancia de cada casa queda expuesta a la vista de otras casas que se encuentren en su ángulo de visión. Y esto me parece muy chocante porque no comprendo dos cosas: una, el uso inapropiado que esas personas hacen de la luz eléctrica, cuando podrían aprovechar la luz como recurso natural; y dos, la escasa estima de esos habitantes por su intimidad, al no pararse a pensar que desde fuera, siempre que te fijes, se puede ver al detalle cualquier movimiento y actividad. Lo mismo les importa todo un comino, y mira, todavía lo de la intimidad, que a ellos no les importe, pero según y qué se deje ver puede herir la sensibilidad del espectador, y más en estos días que tanto público menudo asoma la nariz por los huecos de las casas. Puede verse desde deambular personas de una habitación a otra, hasta cocinar, estudiar, mirar la televisión, hasta alguien que se cambia de ropa, que está tumbado en el sofá o en una cama sin cuidar su compostura, e incluso quien está en el cuarto de baño haciendo las diferentes cosas propias que se pueden hacer en esa pieza de la casa; también puede verse gente que baila, sola o en compañía, aquellos que discuten acaloradamente, o alguna pareja dándose arrumacos, u otras, que desatando sus pasiones se han despojado de sus ropas y se balancean desnudos en danza previa al momento de entregarse a su objetivo final de hacer el amor.

Después hay otras viviendas que, por el contrario, tienen todo el día, la tarde y la noche las ventanas y persianas, y hasta cortinas, abiertas de par en par, como escaparates vivientes. Eso, igualmente, también me resulta muy curioso porque aunque durante el día han aprovechado la luz natural y han ventilado la vivienda, cierto es que cuando va cayendo la tarde y se adentra en la noche, les ocurre un poco lo mismo que a las anteriores.

Por último, hay también otros pisos que durante el día mantienen sus ventanas de modo que ventile la vivienda y entre luz natural, y que al caer la tarde comienzan a replegar velas y se entregan a un recogimiento más propio de lo íntimo.

A veces, en lugar de detenerme en las ventanas, me sorprendo mirando hacia el sur, siguiendo una avenida que transcurre entre dos hileras de edificios, y que se alarga haciéndose poco a poco más diminuta hasta perderse, y allí empiezo a ver pequeños montículos, distingo algo de matorral y algún que otro árbol. A partir de ahí, el horizonte, estático en su posición como estática yo lo contemplo desde mi terraza, perdiéndome en ensoñaciones. Muchos kilómetros más al sur están varios familiares, entre ellos mi querida madre, a la que espero ver en cuanto sea posible. Muchos kilómetros más hacia el sur está el mar, al que miraré de frente tan pronto como las circunstancias lo permitan, en el que bañaré mi larga ausencia hasta que todo me sepa a sal.

Entre tanto... miro las ventanas y las diferentes costumbres de las personas que guardan, miro el horizonte, pienso en esos pocos familiares, pienso en mi madre, pienso en el mar, azul eterno.

#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

lunes, 6 de abril de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 22, referido al 5 de abril, “Mirando la luna”

Día 22, los dos patitos. Pasan las nubes en forma de borreguitos y juegan a tapar la luna, y mientras pasan sigo mirando y hasta me pongo a contarlas, como cuando cuentas en la cama para que te llegue el sueño antes y no termina de llegar. Parpadeo y sigo mirando a la luna fijamente, con esa luz que refleja, blanca, brillante. El aire fresco de la noche se empeña en acompañarme y quiere besar mi cara, pues que la bese. Oigo algún coche a lo lejos, sus ruedas rápidas pasar por una avenida cercana, por lo demás impera el silencio. Hace un rato varias motos de reparto de pizzas u otras comidas a domicilio también pasaron por delante de casa.

Y yo sigo con la luna. Mirando hacia el cielo caigo en la cuenta que hace días que no se oye un avión, el último no recuerdo, pero fue hace no mucho, y como tenía curiosidad consulté en el mismo instante FlightAware, una página de vuelos en vivo, y jugué a cazarlo: ¡sí, tenía que ser ese!, a esa hora solo había dos vuelos sobrevolando Andalucía y solo uno Sevilla, procedente de Barcelona con destino Tenerife, es lo que se veía en los detalles del vuelo.

¿Cómo se verá el planeta desde la luna? Me quedo pensando mientras miro y miro al cielo.
Es posible que se note una atmósfera más nítida. Es probable que se perciban las borrascas. Puede que se note menos contaminación lumínica. Y de pronto me dan ganas de gritar: ¡Ey!, ¿hay alguien ahí? ¡aquí estamos! S.O.S. ¡luchando contra un virus, confinados en casa!. Enmudecen mis intenciones porque, en honor a la verdad, no creo que nadie me oiga, salvo los vecinos, que saldrían a mirar preocupados por mis gritos.

Pero si pudiera claro que pediría ayuda, bastaría solo la sospecha de que alguien estuviera monitorizando La Tierra. Igual podrían ayudarnos... ¡Qué ingenua! Empecemos por ayudarnos nosotros mismos, respetando esta penitencia -y uso esta palabra por aquello de que ahora estamos en Semana Santa-, esta penitencia de permanecer en nuestras casas y la penitencia de los que tienen que salir para atender enfermos, solventar nuestra intendencia, limpiar nuestras ciudades y pueblos.

3.706 personas han recibido el alta hoy, están curados, y esto es una buena noticia.
Parece una frivolidad decirlo, pero en sí es un pequeño éxito porque hace ocho días que no podíamos decir que la cifra de fallecidos había sufrido un descenso: 674 personas han muerto hoy en España, descansen en paz.

Va por ellos, seguimos en la lucha, porque esto es cosa de todos.

#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa


©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
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