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lunes, 27 de julio de 2020

El levante, la luna o el calor: gente especial de La Isla. N.N. – Día 135, 27 de julio

No hay una explicación pero es fetén que en todos los pueblos hay un tonto, el tonto del pueblo, al que llaman así cariñosamente porque es una persona como adoptada socialmente por todos, incluso se podría decir que todos la sienten como suya y que hasta forma parte del patrimonio inmaterial del lugar. No solo hay "tontos" en los pueblos, también en las ciudades y en nuestro entorno más cercano. Hoy día no es de recibo llamarlos así sino que se opta por referirse a ellos como personas con discapacidad mental o psíquica, y en ese saco, entre otras muchas discapacidades y enfermedades psíquicas, también entran los que en otros tiempos se llamaban los tontos del pueblo, pero siempre sin ánimo de ofender.

Recuerdo varios casos, todos ellos de La Isla (de León), por ejemplo, El Bustillo, un compañero de instituto del que nunca más supe, pero que en los cursos de BUP y creo recordar también COU, la liaba parda para abrir un caramelo, tanto que interrumpía el ritmo de la clase y todo el mundo prestaba más atención a El Bustillo y a su caramelo, si lo pelaba o no, que a la explicación del profesor. Otro caso era un individuo que se enfadaba y mucho cuando le coreaba la chavalería por la calle "El Pilao bobobó" y salía corriendo detrás de quien fuera, y más te valía correr...

En otro nivel estaba otro individuo, del que no recuerdo el nombre, pero que solía ir por la calle o solo, o empujando un carrito de mercancía, y siempre caminaba a una velocidad de vértigo, eso sí, como alguien le nombrara a su hermana, ese alguien podía darse por perdido. También en otro nivel estaba Adolfito, un tipo curiosísimo y de estatura desproporcionada que destacaba entre la multitud, y que gustaba pasear con paso lento y acompasado, como si fuera el mismísimo alcalde; tanto gustaba exhibirse y mostrar su poderío en público que en las procesiones de Semana Santa tenía el cielo abierto para caminar delante del paso junto con la representación de la cofradía y también de las autoridades locales, y ese día lucía chaqueta. Los chavales le coreaban "Adolfito maricón" y él corría tras quien fuera.

El Profeta era el caso más doloroso, recibió corrientes eléctricas en un manicomio y temía que ELLOS volvieran a buscarlo. Era buena persona y hablaba como si fuera un enviado divino.

©María José Gómez Fernández

Esta es mi aportación a la convocatoria de julio #relatosLocura de , lunes 27.



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