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martes, 13 de febrero de 2018

¡Ya basta!


Imagen ©422737, libre de derechos
Vuelan a ras de suelo
como mordidas las hojas,
resecas se resquebrajan
aún más al pisarlas,
y rompen el silencio
con su crujir crepitante.

Vuelas a ras de suelo
como mordido tu ego,
reseco se resquebraja
aún más al pisarlo,
un tóxico desaprensivo
y rompes el silencio.

¡Basta!


©María José Gómez Fernández

domingo, 21 de enero de 2018

NI UNA MÁS...

Cuando sonó el portazo se acercó con sigilo a la puerta, y asustada, como un perrito apaleado, comprobó por la mirilla cómo se alejaba.
Con la respiración agitada, el corazón se le salía del pecho, sería ahora o nunca. Ante tanta humillación ya no podía seguir comportándose con mesura y sumisión.
El tiempo de espera se acabó.
Era hora de mostrar rebeldía ante el maltrato y los insultos, los golpes y las amenazas. Rápida, y con la implicación de su yo más valiente, tomó a su bebé, recogió cuatro cosas, y se marchó, muerta de miedo, pero llena de vida.


Imagen ©Pezibear -libre de derechos-.

©María José Gómez Fernández
Mi contribución a Cinco Palabras, relato de enero (IV) 2018.

Leído en Onda Cero Sierra y publicado en el canal de Cinco Palabras en YouTube.


Quiero compartir este vídeo y este momento con todos los seguidores del blog.

Ayer por la mañana (25/01/2018) un mensaje en twitter de @MarMarOlayo me ilusionó de nuevo  porque mi microrrelato les había gustado y iba a ser leído en un programa de Onda Cero Sierra; sirva este relato como homenaje a la fuerza de tantas mujeres que sufren violencia de género y tienen la valentía de romper el círculo de la desesperación para continuar viviendo dignamente.

Gracias a la Asociación de Escritores Solidarios Cinco Palabras y al programa de @moniccaRM -Mónica Rodríguez-, de @OndaCeroSierra por esta fabulosa y generosa labor, humana y rebosante de diferentes formas de arte. Muchísimas gracias a ti @MarMarolayo en especial, y a todas las personas de bien para que juntos luchemos por la #intolerancia y #justicia ante la #ViolenciaDeGénero. Saludos y, de nuevo, enhorabuena por la iniciativa 👍


miércoles, 18 de octubre de 2017

Cuando volvamos a casa - 2

NADA, eso es lo que siento después de aplacarse tu tormenta desatada. El desconcierto, la impotencia, la intención de que nunca vuelva a ocurrir, son en SÍNTESIS la EXPRESIÓN e IMPRESIÓN de mis sentimientos que rebotan en mi sien y en mi pecho, tal como rebotan en mi recuerdo inmediato todos los golpes que de ti he recibido, junto con los tirones de pelo, los atroces insultos, los objetos de la casa rotos.


La casa, la habitación y yo misma quedamos detenidas en el tiempo, hasta que nos vuelvan las fuerzas para remontar; representamos, en una imagen personificada, la ALEGORÍA de la más absoluta felicidad.

Imagen de Isabella Quintana: https://pixabay.com/en/users/isabellaquintana-457900/


Cuando volvamos a casa

No me cantes eso de la CULPA fue del cha-cha-chá porque, por si no te das cuenta, haces el RIDÍCULO como nadie. La gente te mira con CURIOSIDAD, sobre todo cuando te tropiezas y te caes, y cuando hablas en alto, arrastrando las palabras; y ríen, se ríen del lamentable espectáculo que ofreces. Te sentirías orgulloso viendo todo ese público ARREMOLINADO en torno a ti, intercambiando entre ellos gestos y miradas de desaprobadora COMPLICIDAD.

No tienen ni idea, ¿o sí?, de cómo cambiarás cuando traspases el umbral de nuestra casa. Inexplicablemente y de golpe te pondrás agresivo conmigo: me pegarás.

Imagen de Isabella Quintana: https://pixabay.com/en/users/isabellaquintana-457900/


Microrrelato publicado en Cinco Palabras, 3ªsemana de octubre, 2017 

lunes, 16 de octubre de 2017

Amor tres delicias aderezado con envidias y mentiras con emulsión de cítricos y frutos rojos

Y mientras intento sobrevivir al instante que cambió mi vida para siempre, tú te empeñas en hacerme imposible la existencia, perfeccionando tu hazaña, como si se tratara de una burda imitación culinaria que presentas como creación propia.


Precisamente hoy se cumplirían cinco años de nuestro matrimonio, y sin embargo lo que se cumple es el primer aniversario de tu abandono. ¡Oh, no! ¡no lo digo con despecho! aunque sí hay dolor por todo lo que he padecido durante este último año, y deseo que algún día lo puedas experimentar en tu pellejo.


De un día para otro me dejaste en la más absoluta miseria, claro que eso no fue difícil para ti porque, aunque me habías dicho lo contrario, nunca me incluiste en las cuentas bancarias y me dabas el dinero a cuentagotas, previa justificación. Tampoco me diste de alta como empleada de la empresa que creamos juntos, aunque te jactabas de haberla levantado y de llevarla con tu mujer. Conmigo siempre al margen de tus manejos fue fácil deshacerte de mí. Me dijiste “puedes seguir viniendo a comer aquí” pero al tercer día me echaste con gritos y cajas destempladas y con una denuncia por robo, por coger 30 euros para comprar comida a los animalitos que tenemos, que teníamos porque los abandonaste sin piedad, a su suerte, que era la mía. Eso te salió mal, porque ese juicio lo gané.


Imagen de photo-graphe: https://pixabay.com/en/users/photo-graphe-2867425/


Después de verme sin dinero, sin trabajo, sin nada, de un día para otro, recurrí a familia, amigos, a Cáritas, a Asistencia Social, al Instituto de la Mujer, a buscar trabajo deprisa y a la desesperada. Hasta dos meses después de la vista por divorcio no encontré un trabajo a media jornada, lo que me está permitiendo vivir junto con el ingreso de la liquidación de bienes gananciales, la que has dejado de ingresar al sexto mes argumentando excusas sin fundamento para confundir a abogados y entretener al tiempo.


Desde el principio me engañaste, primero con flores, besos, caricias; después con mentiras, mujeres, drogas; tardaste poco en despertarme a codazos en la cabeza hasta que me tirabas de la cama; querías hacerme ver que tenía depresión, como para no tenerla, diciéndome un día que me querías y al otro que era basura, así hasta que me pusiste en manos de un psiquiatra.


Me prometiste la luna pero todo quedó en las estrellas y en tu intento por estrellarme.





lunes, 28 de agosto de 2017

Ojalá no nos encuentren


Sentía su vida como un carrusel, siempre girando en torno a las mismas razones por las que luchar, pero con variantes en cada vuelta: luz ambiente, personas, objetos y todo diferentes, incluso ciudades y pueblos distintos, de feria en feria.

Se recolocó las gafas de sol y miró al horizonte, donde un barco de vela,  empujado por el viento, parecía revolotear en la lejanía como una mariposa. Subió al coche, sacó un mapa de carreteras de la guantera, lo extendió y sin mirar puso el dedo en un punto.

Debía irse con sus hijos, alejarse para seguir luchando, para sobrevivir.


Microrrelato publicado en Cinco Palabras, 5ª semana de agosto 2017.

©María José Gómez Fernández


sábado, 5 de noviembre de 2011

Al final le tocaron los huevos

Nada consolará su desmotivación. La rutina le ha calado tan hondo, las complicaciones se han embravecido de tal modo y amenazan la supervivencia misma, el sustento, que de esta forma, ¿cómo inventarse cada día la razón de ser?
Es necesario que la invada la paz interior pero cómo rozarla siquiera cuando la convulsiona cada mordida de lo imprevisto, la tambalea el inestable suelo que pisa, la distorsiona la sorpresa que cada minuto le depara.
La incertidumbre la circunda. La enfermedad le está ganando una partida. Los sentimientos le han vuelto la espalda. Las dificultades económicas la aprietan cada vez más. Todo ésto, como un triángulo, y ella en medio, percibiendo como los lados se acercan entre sí, reduciendo el centro. Va a quedar emparedada a no ser que haya una fisura, que encuentre una salida por donde escurrir el bulto.
Sería un remanso que le aseguraran que no perderá su trabajo, una de sus fuentes de ingreso y a la vez el enlace con la actividad y algunas relaciones sociales, un modo de identidad. Pero no terminan de darle garantías de su continuidad laboral y ahí, en la duda, columpia sus preocupaciones que impiden en buena parte cumplir con el reposo por prescipción facultativa, reposo físico y psíquico.
¿Cómo no se va a alterar? ¿Cómo va a estar tranquilamente en reposo? Si en un segundo todo su mundo se puede desmoronar como un terrón de azúcar en una taza de café, negro café, como negra la suerte que le augura su destino más inmediato.
No sabe con cuánto tiempo puede contar porque no se lo han dicho pero tiene la certeza de que será poco, al menos para todo lo que quisiera dejar zanjado. Y así ni las ganas le acompañan, ni la ilusión, ni las fuerzas.
Si sintiera su apoyo, pero la dejó a un lado, terminó con ella, y de la noche a la mañana, o mejor dicho, de la mañana a la noche su vida realizó un cambio de sentido de la marcha. Lo que antes iba ahora venía, lo que estaba se fue, lo que estaba por venir ya no llegaría. ¿Qué había ocurrido, en qué le había fallado?. Quedó perpleja cuando lo vió acicalarse aquella noche de sábado porque no recordaba que hubieran planeado salir a ningún sitio. Se asombró aún más de cómo él le hablaba: por una parte con la confianza de tantos años compartidos, por otra parte con desprecio y desaire, irrespetuoso, por último como si la ignorara.
- Pero... ¿vamos a salir?, si no habíamos dicho...
- No vamos a salir -la cortó en seco-, voy a salir yo.
- ¿Y éso, a dónde vas?
- He quedado con una chica que conocí. Tengo que aprovechar el tiempo, que ya no tengo tanto, y las oportunidades no hay que dejarlas pasar.
- Vaya sorpresa que me estás dando. Podrías divorciarte de mí primero y luego salir con quien quisieras...
- ¡Déjame de monsergas y plánchame esa camisa!
Ella se quitó de su vista sin hacer caso a su petición, sin dar crédito a lo que estaba escuchando y viendo, sin entender la razón de ese cambio radical en él, que tan sólo unas horas antes le había recordado lo bien que habían estado la semana anterior en Valencia y luego estuvo planificando arreglos en la casa, sin olvidar el cumplido que le hizo por lo guapa que la encontraba y lo bien que se sentía con ella.
En la cocina, mientras bebía una tila que se acababa de preparar, notaba el temblor de las manos, de las piernas, el temblor de su mundo, de su vida. Sintió como un mareo parecido al tambaleo que también sufría en lo más profundo. Aquéllo no era exactamente un tambaleo, era un derrumbe repentino.
De fotolog.com (google images filtro estricto)
http://www.fotolog.com/javivilandia/28525472
Tras escuchar cerrarse la puerta de la calle de golpe y sabiendo que estaba sola, rompió a llorar, sin consuelo posible. No le dijo ni siquiera adiós y encima había dejado todo patas arriba: la toalla mojada sobre la cama, una camisa enganchada en la puerta, un pantalón en el suelo... y ese olor penetrante del perfume varonil que se había aplicado minutos antes.

Lo dejó todo tal cual, llamó a uno de sus cuatro hijos, cogió su bolso, subió al coche y se fue. No volvió hasta el lunes y esperó que él llegara para ponerle delante la documentación para iniciar los trámites de divorcio que aquella misma mañana le había preparado una abogada conocida. Él firmó, casi no habló y volvió a acicalarse para salir. Una semana después salía por la misma puerta pero llevando consigo todas sus pertenencias para alojarse en otro piso de su propiedad; así lo leyó en el documento que había firmado unos días atrás.
Desde entonces las preocupaciones y las dificultades se han hecho sus aliadas, aunque al principio el dolor y el desconcierto matizaban las durezas que iban surgiendo.
Tan sólo un mes después la han despedido de su trabajo, por estar enferma, porque han encontrado a otra persona que trabajará por menos dinero, porque a pesar de estar trabajando para la madre de una señora abogada, ésta no la tenía ni siquiera dada de alta en la Seguridad Social, porque el sinvergüenza no descansa y se aprovecha de las flaquezas del débil para llevar a cabo sus ejecuciones.
No importa ahora cómo se llama ella, sólo importa que cuando menos lo podía soportar le tocaron bien los huevos hasta que hicieron tortilla con ella.

En Enwebada, en Micros

domingo, 10 de julio de 2011

Trapos sucios

Bebió de un trago la copa, dejándola en seco en la barra. Miró hacia el suelo sin ver. Pensó sólo un segundo. Cogió las llaves, el tabaco, se colgó el pesado bolso, se levantó con decisión y se dirigió hacia la salida. Necesitaba aire fresco, dejar de pensar en lo que había ocurrido la noche antes porque no conseguía sacárselo de la cabeza: una y otra vez le volvía al recuerdo la misma imagen. Tal vez si lo compartiera con alguien le pesaría menos. Pero no fue capaz de hacerlo hasta que pasaron tres meses, tres largos meses de angustia, de incomprensión, de inexplicable culpabilidad, de sentirse como si fuera insignificante, sin valor, como si fuera nada. Se lo contó una buena mañana, de repente, a la que entonces era su jefa, también amiga, que la escuchó sin dar crédito a lo que oía, indignada, y que tras escucharla la reprendió por no haberlo contado antes. No entendía cómo había podido callar durante tres meses.
Pero era ahora cuando sentía que podía, que necesitaba hablar, compartir, escuchar el parecer de su interlocutor. Notaba que le habían vuelto las fuerzas para afrontar las cosas en su justa medida y también se dió cuenta de que después de éso todo sería diferente. Sin duda su vida iba a cambiar, empezando por sus sentimientos hacia él, que durante varios años se las había ingeniado para hacerla sentir inferior, mediocre, minimizando sus valores, desvirtuando sus destrezas, situándola en un segundo plano, haciéndola pensar que dependía de él para todo, cuando en realidad era todo lo contrario porque el mediocre, el escaso en valores, el dependiente de ella era él.
Los últimos tres años, sobre todo, fueron un auténtico infierno, cada vez peor, y ésto era porque ella se negaba a ser la piltrafa en la que él la quería convertir a base de palabras, a solas y delante de la gente.
El maltrato psicológico dió un paso más. El respeto ya había salido por la puerta, el amor también a pesar de que él le decía que la quería más que a nada. Pero nadie que quiere y respeta trata con prepotencia, con sadismo, con desprecio.

Ella lo amenazó con ir con sus hijos a denunciarlo a comisaría, en plena noche. Le plantó cara y le dijo con valentía que le diera otra si tenía dos cojones.
Las cinco de la madrugada y ella sentada en la cama, con la cuna de su bebé al lado, el pequeño llorando -como todas las noches-, desesperada por no poder dormir una noche tras otra, desesperada por no tener relevo en la vigilia del niño, le pidió que estuviera pendiente porque dos horas más tarde el despertador la volvería a situar en otro día repleto de obligaciones. La respuesta de él no fue precisamente la de alguien que ama y respeta: sin cruzar palabra se levantó de la cama, pero no para atender al crío, sino para desde una posición dominante demostrar quién mandaba. La fulminante bofetada la dejó por un instante clavada en el colchón, haciéndola aún más diminuta de lo que sentía. Descargó toda su rabia y toda su envidia hacia ella con un golpe certero en la mejilla, propinado con la mano bien abierta, con los ojos desencajados, no de sueño, sino de rencor, de desprecio, todo contenido, explosionado en una sola detonación que la dejó más helada que el frío de aquella noche de mediados de noviembre. A punto estuvo de lanzarle otra descarga, la mano alzada, abierta otra vez, pero la fría mirada de ella, sus palabras cortantes lo hicieron recapacitar. No se la dió porque pudiera ser denunciado, aunque le influyera. En realidad no le volvió a pegar porque ella le dijo que a partir de ese instante nada sería igual, habría un antes y un después.

Una noche como aquella fría noche, que la dejara paralizada y sin capacidad de reacción por tres largos meses, un año más tarde: nada era ya igual. En todos esos meses le dijo que no lo quería, que quería separarse, que no lo soportaba. En todos esos meses convivió con quien decía quererla pero le reprochaba todo. Tuvo que aguantar las miradas afiladas, sentirse espiada, la angustia de poder ser agredida de nuevo. Tuvo que alzar la voz para que algún vecino se percatara de que algo extraño estaba ocurriendo, para que alguien más supiera. Tuvo que compartir la casa, pero no la cama ni la mesa, con quien decía quererla pero le demostraba odio. Un año después, una noche como aquella, ella dormía de nuevo en su cama, plácidamente, sola y bien acurrucada. Acababan de firmar el divorcio. No consentiría que nadie volviera a tratarla como si fuera nada, no consentiría que nadie le pusiera nunca más una mano encima.

En Enwebada, en Micros.




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