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sábado, 7 de noviembre de 2020

Desencanto. N.N. – Día 238, 7 de noviembre

Desgajándose van los minutos de la vida

y sin percibir el hecho quedan atrás,

con sus momentos de sol y sus nublados,

con su cielo de estrellas o su mal pasar.


Ya tenemos más edad

y hemos crecido

junto a bloques de hormigón

y explanadas de asfalto,

entre el humo del bus,

de miles de turismos.


Mis alas se han teñido de gris,

sin embargo continúan alzándome

sobre edificios y seres “humanos”.


Pero entre tanto estruendo temo

que alguna mañana pueda fácilmente agonizar de golpe.



©María José Gómez Fernández


Escrito con menos de 24 años.


viernes, 6 de noviembre de 2020

Brindis. N.N. – Día 237, 6 de noviembre

¡Oh Buen Escanciador

de rojos y blancos vinos!,

no olvides colmar

nuestras transparentes copas

pues hoy los paladares

se harán más exquisitos que nunca

y nuestras gargantas

asemejarán cataratas ¡y el vino será como un dios!



©María José Gómez Fernández


Escrito con menos de 24 años. Hoy se lo dedico a todas las personas que trabajan en los bares, en especial en los de España.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Qué vida esta. N.N. – Día 236, 5 de noviembre

Una sola lágrima

al exterior…

oscura, recorriéndote.


¡Cuánto desespero!

se vuelve suficiente

para poder destruir.


Qué vida, a veces,

esta, embaucadora.


En un instante,

mil muertes; oigo

todos los lamentos

y a ellos me uno

con un inefable

deseo de morir

instantáneamente.


Una sola lágrima

haría cambiar

todo este momento,

pero es impotente

para asomarse

al exterior.

¡Cuánto me desespero!

Qué vida, esta, a veces… embaucadora.



©María José Gómez Fernández


Escrito con menos de 24 años.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Espejos. N.N. – Día 235, 4 de noviembre

Mirarse en el espejo todos los días, puede y debe ser un ejercicio estético y preventivo.



Tras los espejos

los caballos rojos y las ruedas

de los carruajes sin tiro

se alzan por el éter sin alas;

los colibríes acechan a los buitres,

las palomas devoran a los hombres.


Tras los espejos

las palmas de los asesinos

nunca se manchan de sangre

y los hombres se revuelcan

en orgías cromáticas,

y no van al trabajo.


Tras los espejos

la esperanza verde es más verde,

más intensa, más desconocida.



En el espejo

las figuras se retuercen,

se quejan de su aspecto;

molestan las arrugas

y el paso de los años

se rechaza, se odia,

se disimula con histeria.


En el espejo

los días tienen 24 horas

y el sueño no se advierte;

se vive con la mirada fija,

inconsolable e ingrata,

mientras se reproducen

fielmente los perfiles.


En el espejo…



Ante el espejo

la realidad es cruda

y los cándidos se asoman:

hay que luchar y vivir

en medio de mil gentes

que se pisan por billetes.


Ante el espejo

el mundo entero se acicala

para aparentar ante el mundo entero;

los cuerpos tienen consistencia

y los ojos lánguidos

se muerden las lágrimas.


Ante el espejo

nadie está conforme con lo suyo

y cualquier pretexto es válido

entre tanta mentira escarpada.



Fuera del espejo,

lejos de todo lo que sea capaz de reflejar,

el asco y la mediocridad

se huelen y avanzan.


Y fuera del espejo,

el gesto despista al gesto.

Mil ademanes distintos,

mil cuerpos que se arrastran

quisieran encontrar algún día

la cálida esfera con que sueña

un hombre.


Y fuera del espejo

la envidia se mata,

el hombre llora, no se acepta,

las ratas pueblan las cañerías,

las cucharachas pululan

por las casas.



©María José Gómez Fernández. Esto lo escribí hace ya tiempo, con menos de 24 años.


miércoles, 19 de agosto de 2020

Acuarela de agua (que me amansa). N.N. – Día 156, 17 de agosto

 Estuve el domingo pasado en la playa. 14 de junio de 1983.



Deshaciéndose en equilibrios

pasan escasas gaviotas

cortando un brazo del aire.


Agua mansa,

cristal de niebla opaco,

retablo de caracolas.


Acicalada de acero,

metálico manto líquido,

amigo mío, mar mío,

esta tarde como nunca,

luces en tu cuello remoto,

perdido en lontananza,

las joyas que te llegan

con los últimos destellos

del sol poniente al horizonte,

línea inalcanzable y acuosa,

acuarela de grisáceos hasta

                           el cielo.


Y entro despacio en ti,

salado acero de agua,

por no quebrar tu belleza,

metal cristalino

impregnado de algas,

agua inmensa,

agua mansa,

esta tarde como nunca,

avanzando por ti, sola,

casi detenida y sola,

te contemplo: alucino;

solo de espumas te haces

al llegar a la orilla.


Te vuelves a tus adentros

tras besar la arena blanda,

rompiendo suave…


En la punta recortada de tus alas

traes las últimas espumas de esta tarde.


©María José Gómez Fernández

jueves, 30 de marzo de 2017

Ojos de asfalto

El Mundo, día de un año


Que hay ojos
de cólera y sangre agolpadas,
ahítos de neón y asfalto,
deambulando en torpes balanceos
por las calles…


Doblando cualquier esquina
te das de bruces con ellos.
Van mirando sin mirar,
apresurándose por cruzar la calle,
guiados por un instinto impropio,
condicionado por el ritmo fugaz
apostado en la vértebra pétrea
de cualquier ciudad…


Y a fin de cuentas
sólo son cuerpos
movidos por el stress cotidiano;
refugiados en el amor…

Algunos se creen Vulcanos.

martes, 28 de marzo de 2017

De mar hacia adentro


El agua,
el mar, el mar,
la vida…
Inmenso mar
de rayos rutilantes
y azul intenso.
Te tengo en el alma,
mar…




©María José Gómez Fernández
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