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jueves, 15 de junio de 2023

El gato

 Dos horas y cincuenta y tres minutos.

Es el plazo de tiempo que me ha dado mi clienta para que le presente el resultado de mi investigación.

Este oficio, solo lo sabemos los que ejercemos como espías, es muy estresante, y, en ocasiones, rayano con lo surrealista.

Normalmente me encargan casos de infidelidades, presuntas bajas laborales, herencias, en fin, cosas más o menos normalitas. Ya quisiera yo que en mi larga carrera me hubieran encargado un caso de entramado de corrupción política, terrorismo internacional, trata de personas, bueno, algo más sofisticado que me hubiera permitido lucirme y salirme de mi zona de confort, pero no. En el fondo siento gran envidia cuando me repaso películas de James Bond, o leo libros de Patricia Highsmith, también películas, donde la investigación policial se acerca a la fina línea del trabajo del espía, aunque no es lo mismo, claro. Pero este caso, maldita sea, es diferente por completo porque, a ver, a quién le interesa la desaparición de un gato. Pues eso me han encargado y, el resultado de mis pesquisas durante un mes me han llevado a unas conclusiones también fuera de lo habitual.

Mi clienta es, quiero decir, era, hija de una señora dueña de un gran patrimonio mobiliario e inmobiliario, y también de un gato, que como he dicho antes, ha desaparecido, y me ha encargado que investigue a una buena parte de la parentela para saber quién ha podido hacer desaparecer al animal, y también porque teme por su propia vida, ya que ella aparece como albacea del gato, único heredero de la rica señora difunta.

Al contrario que el refrán: "muerto el perro, se acabó la rabia", aquí podemos decir: "desaparecido el gato, comenzó la rabia" porque, como es lógico, y así lo pensamos mi clienta y yo, si el gato desaparece y continúa desaparecido, puede hasta darse por muerto, y en tal caso, según el testamento, la heredera universal sería la única hija. Pero claro, en el testamento también aparecen nombrados tres sobrinos de la fallecida, así como la asistenta personal, beneficiaria de un diez por ciento del patrimonio mobiliario, y en última instancia, heredera universal en caso de que el resto de beneficiarios "faltaran". Ahí estuvo fina la finada, que quiso utilizar un eufemismo para no evocar a la muerte en el momento de testar.

A ver, le dije a mi clienta cuando me pidió mis servicios, pero ¿no se da cuenta de que usted es la principal sospechosa de la desaparición del gato?. Pero si yo lo adoro, por Dios, ¿cómo puede pensar tal cosa?. Señora, porque blanco y en botella, en fin...

Me demostró con documentos a la vista que ella no había podido ser la causante de la desaparición, por ejemplo, acondicionar como gatera la mansión principal de su madre, salvo cuarenta metros cuadrados que mi clienta destinaría a vivienda habitual para poder constatar de primera mano que el gato tenía todo lo que pudiera necesitar, incluso servicio personal.

Mis indagaciones empezaron por revisar palmo a palmo cada propiedad, fijándome en cada detalle, en cada objeto, siempre según indicaciones de mi clienta; continué por las cuentas bancarias, para lo que se me autorizó oficialmente; después me dediqué a indagar en los hábitos y comportamientos de las personas beneficiarias, siguiéndolas con la debida discreción. En realidad no observaba nada fuera de lo común, salvo, tras más de veinte días, y tras conversaciones con gente del servicio de las propiedades, un ligero hilo del que tirar, ya que me había llegado el rumor de que podría querer ponerse en venta algún inmueble. Tras plantear este descubrimiento a mi clienta me habló de una nueva persona en juego, una administradora de los bienes de la difunta. La telefoneé, identificándome como un inversor interesado en comprar uno de los edificios. Conseguí una cita discreta en una cafetería del centro, y tuve ocasión de exponerle en persona mi propósito. La administradora no se pronunció ni positiva ni negativamente, pero volvió a citarme, esta vez, en una nave industrial, también propiedad de la difunta.

Llegué a la hora acordada y esperé en el interior del coche, esperando que llegara. Unos minutos más tarde un vehículo aparcó justo delante del mío, y la administradora bajó de él, me hizo una seña levantando el mentón y girándolo hacia la puerta de la nave mientras se acercaba a la puerta, la abría y se perdía en el interior. Esperé un par de minutos y me dirigí a la nave y también entré.

Una tenue luz de bombilla ajada nos alumbraba. Nos sentamos en una pequeña mesa desgastada y empezó a plantearme sus condiciones. Serían ocho millones de euros, uno en metálico, a entregar en dos bolsas y un maletín, y el resto a través de una operación bancaria. Toda la operación sería a través suya, como administradora del inmueble. Estaba claro que sacaría partido al dinero en metálico. Le pregunté por el propietario y no contestó. Insistí una vez. Un golpe seco golpeó mi cabeza. Tres horas después desperté dolorido junto a mi coche, con un reguero de sangre. Ya era de noche. Estaba vivo. Fui a casa como pude. Llamé a mi clienta y concerté una cita para esta noche, cuando le entregaré mis conclusiones en un informe. Creo que el caso debe pasar a dependencias policiales.

Falta una hora y cincuenta y siete minutos

El gato continúa en paradero desconocido.


©Aji ~ ©María José Gómez Fernández

Relato aspirante a participar en el concurso de El Tintero De Oro 

sábado, 10 de octubre de 2020

Alma de piedra. N.N. – Día 210, 10 de octubre

Esta mañana me he topado con la XXIII Edición Jim Thompson 1280 Almas, concurso que propone David Rubio en El Tintero de Oro, y para quitarme un poco de la caspa que me abruma y me satura he decidido participar, a ver si así, pensando en otras cosas, consigo remontar este momento que me está sobrepasando y que ya me va durando casi una semana.

Les dejo con mi relato esperando que mi psicópata esté a la altura, y que os guste.

ALMA DE PIEDRA

Hace una semana que empecé a trabajar en la biblioteca para cubrir una sustitución por enfermedad. Espero que dure mucho la enfermedad de esa persona que ni conozco ni quiero conocer; me importa tres pares de cojones. Está bien que me hayan llamado porque esta mierda de trabajo me dejará algo más de dinero al mes, aunque no pienso dejar de hacer las otras dos cosas que hago para ganar un poco de pasta.

Ya ni me acordaba de que estaba en una bolsa de interinos, y mira tú por dónde sonó el teléfono y allí me planté a firmar el contrato. El trabajo tiene alguna pequeña dificultad pero es bastante llevadero, y más en la situación extraña sobrevenida por este puto virus. Si viene menos gente a la biblioteca, mejor que mejor, porque así puedo seguir escribiendo los relatos pornos para la web de citas. Me la pela si hay blandengues que entran y leen, que entran y conciertan una cita con una de las putas; me la pela que acudan a la cita, que la puta o el cliente se contagien del virus o de cualquier otra enfermedad; me la pela, solo me importa que me paguen por los relatos. Hay quien los lee y pone comentarios, y me gusta contestarlos con desdén, como si los que comentan fueran insignificantes -para mí lo son-, desde mi posición dominante. Así que todo el tiempo que pueda me dedicaré a esto desde la biblioteca; no voy a volverme melindroso y a pensar en el dinero público y en malgastar las horas de trabajo de la administración en temas personales porque, es que me importa un carajo la administración, los usuarios y el dinero público; lo que me importa es que me paguen. Antes tenían que haberme llamado para otra sustitución, así que ahora voy a hacer lo que me salga de los huevos para resarcirme de todo el tiempo que llevo esperando este contrato. No se va a enterar ni Dios, porque aquí cada uno hace lo que le da la real gana. La cuarentona que trabaja en mi turno y me ha enseñado todo lo que tengo que hacer es una lameculos y una trepa que parece que hace mucho pero que luego no hace casi nada, y el jefe, ese está tan enredado con sus cosas que ni se fija en mí ni en lo que hago, solo me ve como alguien que cubre un hueco que hacía falta cubrir y como no sabe cuánto estaré no se atreve a darme más tareas, así que mejor, yo a lo mío. Por la tarde viene poca gente a la biblioteca pero ya he podido tirarle los tejos a alguna estudiante, poniéndole ojitos, haciéndome el interesante, y si alguna cae y me echo un buen rato eso que me llevo, lo demás me da igual.

Cuando salgo de la biblioteca a las 9 de la noche, aún voy bien para ir al otro trabajo que tengo, casual y en continuo cambio, y ahora más. Pongo esa cara y esa disposición de bueno y me dedico a cuidar viejos por horas, sí, abuelos y abuelas que no pueden quedarse solos mientras sus familiares tienen que trabajar de noche o atender otros asuntos. Es fácil, no hago mucho caso a los viejos, lo justo para que coman y se queden en la cama dormidos la mayor parte del tiempo, sin dar mucho por culo, y así yo también duermo, que es lo que necesito. A las 8 de la mañana llega el relevo, y con suerte, los viejos aún duermen porque si lo toleran les doy una mínima dosis de relajante muscular, así que mi relevo es quien se encarga de bregar a tope con ellos; yo, mientras vayan durando me vale, y si no, pues a buscar otro cliente nuevo.

Anoche recibí una llamada de mi ex-mujer. No sé cómo aún tiene agallas ni ganas de llamarme con todo lo que ya ha sufrido por mi culpa -según dice ella misma-. No se puede ser más tonta, que si el niño, que si mi madre, que si no tengo corazón... Pues no, no tengo nada, y para ella menos; solo tengo para mí, para el resto del mundo no me importa nada. Le he dicho que se busque la vida y deje de molestarme si no quiere pasar los días y las noches llorando por cada cosa que le hago. La última vez que me quedé con mi hijo me lo llevé de pubs -eso fue antes del confinamiento-, y como no me di cuenta, le dio un sorbo a un cubata y se quedó dormido entre las tetas de la medio amiga striper que me acompañaba esa noche. El niño se cogió la primera cogorza de su vida, y en vez de agradecer que lo hiciera con su padre, la madre puso el grito en el cielo. Ahora quiere que le vuelva a pagar manutención porque se ha enterado de que tengo el contrato de la biblioteca. ¡Que le den! ¡Que me demande! Mientras resuelven y no, igual ya no tengo trabajo con nómina, y luego, con no pagarle ya estará todo arreglado ¡No pienso dar un céntimo de los míos a nadie, y a ella menos, que para eso es mi dinero! Nunca me gustó que intentaran quitarme mis cosas. ¡Que vaya a llorar al río, me da igual!

©María José Gómez Fernández

martes, 22 de septiembre de 2020

Esa extraña noche. Microrreto Sueños de Robot. N.N. – Día 192, 22 de septiembre

Esta es la primera vez que participo en estos Microrretos. No recuerdo bien cómo tropecé con este reto de escritura y con el blog El Tintero de Oro pero me atrajo la idea, me he hecho seguidora del blog, de su cuenta de twitter y facebook, y además me he lanzado a participar utilizando por primera vez un generador de argumentos. Creo haber utilizado todos los elementos del argumento escogido. Le he dado varias vueltas y este es el resultado, así que espero que os guste.


  •  argumento que te salga al hacer clic en el botón Generar nuevo argumento.
  • Escribe un microrrelato de hasta 250 palabras como máximo basándote en todos o alguno de los elementos que os aparezca en el argumento generado.
  • Publica el microrrelato en tu blog junto al argumento en el que te basaste. Explícanos qué elementos de ese argumento escogiste para escribir tu micro.
  • Deja un enlace a tu micro en los comentarios de esta entrada para que pueda añadirlo a la lista y que todos puedan leerlo.
  • Tienes de plazo hasta el 30 de septiembre.

Argumento que me salió al  hacer clic en el botón “generar nuevo argumento”:

Argumento:
Un diseñador de interiores con profundas creencias religiosas y una meteoróloga adicta a la televisión, se volverán vampiros, pero una maquilladora de cadáveres se cruzará en sus caminos, en una historia con varias líneas temporales que habla sobre la separación de los seres queridos y las víctimas de abusos.

ESA EXTRAÑA NOCHE

En el aire, en la sombra, espera agazapado para saltar sobre su próximo objetivo. Nadie lo ha visto pero el vampiro sabe que cada vez son más.

Eladio echa la persiana de su tienda-estudio de decoración de interiores. Cansado por el largo día, da gracias a Dios porque el negocio ha sido bueno, a pesar de la situación crítica que atraviesa el país. De pronto, una mordida en su cuello. Horas más tarde lo encuentran muerto tendido en el suelo delante de su establecimiento.

Terminado su espacio "El Tiempo" en el informativo de la noche, Mar sube con prisa a su coche para volver a casa, ansiosa por llegar para verse en el programa que dejó grabando. Sin tiempo a cerrar la puerta, siente un agudo dolor en su cuello, y apenas puede comprobar cómo una boca succiona su sangre. Por la mañana descubren su cuerpo en el asiento del coche, con la puerta entreabierta.

Teresa no habla con ninguno de sus clientes a pesar de tener que atenderlos, pero esa noche es una excepción porque cuando se dispone a maquillar a Mar, ésta abre los ojos y se levanta. Eladio también. Teresa se quiere morir del susto y la impresión y retrocede hasta un rincón del depósito, aunque ninguno de los muertos se muestra agresivo.

-¡Estáis muertos! -les dice llena de pánico-.
-¡Señor, si no he podido ni despedirme de mi marido! -dice Eladio-.
-Hemos sido víctimas de un ataque -añade Mar-, ¡esto tiene que salir en las noticias!

©María José Gómez Fernández

Publicado en El Tintero de Oro.

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