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lunes, 15 de enero de 2018

El riesgo de una cita


Una mañana como las demás, con una pila de documentos para catalogar, la sala contigua llenándose de usuarios, estudiantes y profesores que vendrían a estudiar, a consultar obras, a solicitar información; con el correo y el chat abiertos para atender las preguntas diversas que pudieran plantear; con el teléfono dispuesto a sonar; con las redes sociales conectadas, como una ventana -que no ventanilla- más; con mil cosas por hacer.

Antonio dejó todo preparado y se turnó con su compañera para tomar un café. Una vez espabilado por el café calentito se sintió con fuerzas para ir cogiendo libros y otros documentos y empezar a catalogarlos.
Había pasado una hora desde la apertura cuando sintió una presencia delante de su mesa; no daba crédito, ¡era Julián Repeto, su mejor amigo de los tiempos de bachiller y la universidad!, ¡qué alegría, después de un siglo sin verlo!; se abrazaron y saludaron, compartiendo sus momentos señalados de los últimos años.

- Estoy preparando un artículo para publicarlo en una revista y necesito consultar una tesis -dijo Julián-.
- Pues vamos a buscarla -respondió Antonio-, dame los datos.
Minutos después Antonio ya había localizado la tesis y la ponía encima de la mesa.
- Aquí está. Lo malo, Julián, es que tiene una nota indicando que no permite su consulta ni su reproducción porque está pendiente de la concesión de una patente -dijo Antonio mientras esbozaba un mohín de descontento-.

Imagen © Pexels, libre de derechos.
-¡Vaya! -exclamó Julián-, ¿y no se puede hacer nada?.
- Pues no sé... -titubeó Antonio-.
-¡Hombre, por favor, piensa algo, que siempre has sido muy resolutivo! -suplicó Julián-.
- Se me ocurre que... pero no debería decir ésto, ni tú escucharlo, ¡vaya que no estoy diciendo nada! -murmuraba Antonio mientras construía su argumento-.

Antonio se vió entre dos aguas, fallar a un amigo, o incumplir una norma y, de descubrirse el plagio, exponerse a una sanción o quizá a algo más, tal vez un delito por infidelidad en la custodia de documentos y violación de secretos.

- ¡Dime, dime! -respondió Julián nervioso-.
- Lo más importante es que nadie se de cuenta de que has consultado la tesis, así que utiliza la información con mucha sutileza y, sobre todo, no cites la obra ni la menciones en la bibliografía consultada, es lo único que se me ocurre. Así evitarás que se destape el plagio y yo tampoco tendré problemas.
- ¡Gracias Antonio, te debo una!.

El teléfono sonaba y Antonio lo atendió.


© María José Gómez Fernández
Con este relato participo en la iniciativa #relatosInfidelidad de enero 2018, de @divagacionistas


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