¡Cuántas metas aún por alcanzar!, propósitos de los que le
separaban dificultades por vencer. Pero no quería centrar en ello su
pensamiento, que además, divagaba de una a otra idea como un inquieto pájaro
revolotea de rama en rama.
Prefirió pensar en su boca acechando a su presa, la otra boca, labios firmes, rosados, finos pero lo suficientemente carnosos como para deleitarse en ellos; cálidos y húmedos labios que se retiraban y acercaban en un juego sutil por acortar la distancia, hasta fundirse en una pugna de deseo en la que cada púgil se debate por dominar al otro, y a la vez anhela y permite ser dominado, con mordisqueos pícaros que incitan, embestidas a dos labios que abarcan y se apoderan de la otra boca para, luego, aparentar relajarse y ser presa del embiste del contrario, que arremete con fuerza comedida, con deseo irrefrenable, comiendo y bebiendo el jugo apetitoso y sabroso que se desprende del beso…
Prefirió pensar en su boca acechando a su presa, la otra boca, labios firmes, rosados, finos pero lo suficientemente carnosos como para deleitarse en ellos; cálidos y húmedos labios que se retiraban y acercaban en un juego sutil por acortar la distancia, hasta fundirse en una pugna de deseo en la que cada púgil se debate por dominar al otro, y a la vez anhela y permite ser dominado, con mordisqueos pícaros que incitan, embestidas a dos labios que abarcan y se apoderan de la otra boca para, luego, aparentar relajarse y ser presa del embiste del contrario, que arremete con fuerza comedida, con deseo irrefrenable, comiendo y bebiendo el jugo apetitoso y sabroso que se desprende del beso…
El momento de ese beso que la hizo temblar, su primer y más
auténtico beso con él, dulce tortura si se alejaba, cálido encuentro al
acercarse, preámbulo de una entrega única e incondicional.
Las potentes luces que la iluminaban desde el techo, de repente, la sacaron de la confortable nube del beso de deseo; fijó su atención en el largo trayecto recorrido desde la habitación al quirófano, o al menos a ella le había resultado largo.
Pensó que todos los planos de la vida, físico, emocional, laboral, personal, se pueden acomodar al concepto de la distancia.
El tumor se encontraba en el colon, a cinco milímetros del recto, y por eso estaba allí.
No quería pensar… así que volvió a perderse en los labios que, al cerrarse en un beso apasionado, rompían la distancia entre los dos…, cinco milímetros. Y esa fue la imagen que se le fijó al entregarse al sueño inducido por la anestesia general antes de la intervención quirúrgica. Haría todo por tener de nuevo ese beso…, uno parecido, capaz de hacer revolotear miles de mariposas en su estómago…, un beso loco y apasionado, certero beso…, mágico, como aquel beso…