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jueves, 1 de marzo de 2018

Buenas noches

Atrás dejas las horas,
descalzas la madrugada,
y descuelgas en la noche
los sueños que se escapan
por la almohada.
Por las sombras apagadas,
cortas la escarcha
del frío que se cala,
atajando el camino
que lleva al alba.
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©Gellinger, libre de derechos – https://everypixel.com/search?q=&authorname=Gellinger

lunes, 5 de febrero de 2018

Embaucador sueño


De las estancias calladas
Imagen ©danmo, libre de derechos.
bajando y subiendo,
la penumbra viene y se va,
adueñándose ilusiones
para alquilar sueños.

De la oscuridad espesa
que lidera la noche,
creciente viene y se va
espejismo dorado,
de ilusiones en proyecto.

De posibles e imposibles,
es el embaucador sueño
vendedor de humo.


@María José Gómez Fernández

jueves, 21 de febrero de 2013

Buenas noches

La lluvia y el viento devoran esta noche que se cierra desapacible y fría para adentrarse incierta en la madrugada. Refugio entre sábanas... acurrucarse calentito y dejar volar los deseos hacia el umbral de los sueños en tanto se oye la lluvia en la ventana y el viento ululando en furia y desespero. Imaginar el frío que invade el exterior y no querer pensar siquiera que habrá que afrontarlo en unas horas, casi al amanecer.

Lo que menos apetece es pensar ahora en ese momento -que llegará- y es mejor disfrutar en la oscuridad del abrazo que nos da la ropa de la cama, del calor que nos da el vuelo del pensamiento, transportándonos a ese sitio que más nos apetece, a ese momento inolvidable que quisiéramos revivir; dejar a un lado lo que nos altere, lo que más nos duela, ni pensarlo, porque llorar en la noche y sentir que las lágrimas van empapando la almohada es desolador.

De: thelostsilence.blogspot.com
Pensar en aquel beso que te hizo rozar las nubes, olvidar la tristeza que te invade sin remedio... Hay que intentar remontar de nuevo de la misma forma que hay que intentar volver a empezar mañana y para éso hay que coger la fuerza desde dentro, arropando los sueños con el edredón, sentirte afortunado por tener un sitio donde poder reposar, porque no todos lo tienen, mientras el viento sigue azotando las calles, con esa lluvia racheada, con ese frío que te corta con agudo dolor como afilados cuchillos, como el dolor que producen las bofetadas de la vida...

Pero no hay que pensar ahora, tan sólo dejar caer los párpados, tan sólo ir entregando tu voluntad, imaginar que sueñas, soñar que imaginas, acunado por los sonidos en concierto de esta noche de lluvia con viento, calentito, arropado, acurrucado, abrazado... hasta perder la conciencia entre las sombras.

martes, 10 de enero de 2012

La doma

Cuando el filo de la inconsciencia se aproxima casi peligrosamente, los párpados parecen no obedecer al control voluntario, las palabras resbalan hacia diálogo absurdo, pegajosas en la boca como pegajoso el licor que incitó a deshilvanarlas de la razonable conversación que dignamente mantenían. Cuando cruza el desaire ese límite imaginario que separa lo aceptable de lo que no lo es, y la imprudencia inicia desfile por la pasarela de las miradas que inevitablemente se fijan en tu figura, se clavan en tus actos, con actitud crítica y despectiva, entonces no se puede detener ya la derrota anunciada, y es mejor emprender la retirada a la trastienda, hacia la oscura estancia que favorecerá el reposo, hacia el espacio interior que nos devolverá a nosotros mismos tal como éramos antes de ser inundados por el delirante peregrinaje de vaso en vaso, de risas convulsivas, de aspavientos, de agónicas miradas, de bailes audaces, de cigarrillos empalmados, de deseos incumplidos...

De fotonatura.org (google images filtro estricto)
Despertando del limbo, largas horas después de que la suerte, por suerte, te tumbara a lo largo del colchón mullido, te descubres entre sábanas confundidas con brazos que caen con aplomo si intentas levantarlos, te sorprendes en compañía del amor que posiblemente se consumó aunque no te atreves a afirmar si fue o no capaz de consumarse, con jaqueca hasta en el apellido -resaca lo llaman- y unos ojos lánguidos que no terminan de abrirse porque los ciega la luz que pretende filtrarse por las rendijas de la persiana.

Tras llegar hasta la cafetera, una vez salvada la distancia entre la cama y la cocina, tomas posesión de la taza que te ofrecerá ese oscuro brebaje revitalizante que mágicamente hace mejores efectos acompañado de un cigarrillo, y mientras lo tragas a pequeños sorbos, como tragas la vida habitualmente, te esfuerzas en prometerte que no te asomarás tan cerca del precipicio, te esmeras en esbozar loables propósitos de enmienda, te desprecias incluso por no haberte detenido un poco antes; te desvives entre promesas y lamentos, propósitos y desprecios; y entre sorbo y sorbo, entre calada y calada, entre propósito y lamento, dedicas un grato recuerdo a los momentos previos al peregrinaje delirante, aquéllos que horas antes te devolvieron la presencia de un amigo, un sincero abrazo, una palabra de afecto; los momentos que te arrancaron un baile, una risa, un beso.

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