No quieres verlo o no puedes. Te lo digo ahora
que me miras con esa lánguida y dócil ternura que se te fija cuando te metes la
dosis. ¡Que es veneno, joder! Y te vas matando y nos vas matando. En unas horas
irás a presumir, a vacilar a los colegas y a las pibas. Después podremos verte
como caballo desbocado en la dehesa; ese caballo que va dejando sus improntas
en tu cuerpo, en tu vida, en la de todos nosotros, que poco a poco nos siembra desasosiego
sin fin, hasta que te apagues. ¡Por favor, deja la droga!.
Un mensaje predecible, vacío y claramente insuficiente. Nada podría esperarse del monarca sobrevenido de tapadillo por el agotamiento político de su padre, designado por el dictador. Ese que decía comprender la realidad plurinacional de España pero que, sin embargo, es incapaz de aclarar si la repetida "unidad de España" debe defenderse con porras o con palabras; si en la Europa del siglo XXI es normal que la policía arrastre personas por los suelos para llevarse cuatro urnas de un referéndum ilegal, que la fuerza de la justicia podía tumbar sin problema.
Una oportunidad perdida para condenar esta escalada bilateral de tensión cuya culpa corresponde tanto al radicalismo intransigente de los independistas catalanes como al inmovilismo y cerrazón de la derecha de Madrid y el resto del Estado; de llamar a una salida negociada y racional a este conflicto al que los extremistas de ambos bandos nos han ido empujando en estos diez años.
La derecha, como ocurrió con el divorcio, con el aborto o con el matrimonio homosexual, tardará un milenio en asumir que España es plural y diversa.
Por el fin del régimen fallido del 78, más democracia y la libertad de los pueblos de España.
¡¡SALUD y REPÚBLICA!! 💪💪
Opinar es un derecho y un deber, nunca un delito.
He procurado transcribir lo más fielmente posible la opinión vertida por un amigo en el transcurso de una conversación mantenida esta noche.
Recuerdo el clamor desatado del público, cegado
por escuchar un bis de la letra de aquella canción; y tu gesto de desaprobación
y descrédito, que en realidad era la tapadera de la envidia perversa que
sentías hacia mí y hacia mi trabajo, hacia el cariño manifiesto y el
reconocimiento que tú nunca recibiste.
Y sé, desde hacía tiempo, que estabas muy harto de que mis creaciones, mis
actuaciones y yo mismo fuéramos objeto de aclamación, en tanto tú, en la sombra
te carcomías. Tu fatal arrebato cercenó mi voz. Y ahora me cantas y me cuidas. ¿Un accidente?. ¡Vaya dislate!
El buque se enredó en las últimas ráfagas de la tarde de pinceladas rojas, precediendo a la noche, roja de luna, sobre estelas de plata, de tímidos tupés encrespados que el mar se peinó para acicalarse y disfrutar la madrugada de rojizos arrullos encarnada.
Evoco
tus ojos, me pierdo en la profunda y rotunda acritud
de la última mirada que me dedicaron, y los sigo, sin remedio, como un burro
sigue, terco, su zanahoria, caminando sin más rumbo que el cebo que me muestran,
aunque sea mi perdición, aunque me conduzcan al fuego de la hoguera del desamor que prendiste.
No
actúo por despecho, pero necesito despojarme de tus ataduras, sentir que vuelvo a ser dueño
de mi vida, y por eso he rescatado todos tus recuerdos, los he metido en
una caja y los he dejado en el río a la deriva.