sábado, 29 de julio de 2017

Ante todo sé tú

¿Pensamientos chinos?

viernes, 28 de julio de 2017

Tiempo de vacaciones

En cada paso,
cada recodo del camino,
en cada escala del viaje,
descubrir lo recóndito
y maravillarse
por sentirse vivo.

Paladear el paseo vespertino,
contemplando la luna
que asoma, grande,
como el ansia
por relajar
hasta las intenciones.

Se saborea mejor
un libro, una canción,
una conversación anhelada.

Como en un ritual,
se aparca el reloj,
se reducen
citas y obligaciones.



Reposa el aliento colmado hasta decir basta. Y mientras,
se deleita mirando el horizonte con sus pájaros y nubes que pasan...

Cada cual,
a su manera,
con su gente,
su tiempo,
sintiendo
la vida plena.

sábado, 22 de julio de 2017

Falsos lazos de familia

Desde antes de nacer estamos predestinados a formar parte de una familia por razón de parentesco, pero no siempre el lazo de la sangre es el auténtico vínculo que nos identifica con todos o algunos de los miembros de esa familia a la que, queramos o no, vamos a pertenecer siempre.

El transcurrir de acontecimientos y vivencias con diferentes miembros de nuestra familia nos lleva a tomar determinaciones drásticas respecto a la modificación e incluso ruptura de la relación que nos une con esas personas. Y es algo que no se puede evitar, que no hay que entrar a criticar y que no se debe juzgar por el resto de familiares. Es muy frecuente, en casos de ruptura entre miembros, que unos reafirmen su posicionamiento junto a unos, y por consiguiente, frente a otros. Esto es algo habitual y se podría decir que natural del ser humano.



Lo que no es comprensible bajo ningún punto de vista desde el que se mire es, que por romper relaciones con un determinado miembro, se opte por romper también relaciones con otros, que sin haberse posicionado en contra del que rompe se encuentran cercanos al círculo del familiar no deseado.

Romper con terceros familiares, con los que no ha habido enfrentamiento, ni siquiera mínima explicación de por qué se rompe; distanciarse de ellos hasta provocar la ruptura; desligarse de adultos y niños, y sin razón, sin razón inteligible ni aparente, no se encaja por más que se quiera.

Ruptura física, desprecio inexplicable, y sin embargo, con la existencia de las redes sociales, en los casos de ruptura con terceros, no se produce la ruptura digital, lo que se traduce en más incomprensión e incertidumbre acerca de las intenciones que esconde el familiar actor de la ruptura.

Personalmente manifiesto mi desacuerdo con tal forma de actuar de estas personas, de las consecuencias que tienen sus actos, de la sensación de desazón y desprecio que ocasionan en los familiares (terceras personas) desahuciados de su cariño y de su trato. Con el paso del tiempo la herida que hicieron va curando pero siempre quedará la cicatriz, lo que servirá para recordar que ahí hubo una herida y qué fue lo que la provocó.



No puedo disculpar a todos esos familiares que me han negado de esta forma el trato, que me han retirado la palabra sin explicación, que han dejado de relacionarse incluso con mis hijos, con mi madre. No los puedo disculpar, y me da igual qué nos unió en el pasado porque ellos se encargaron de enterrarlo y hacerlo desaparecer.

Si algún día la vida real, que no la digital, nos vuelve a situar cara a cara, frente a frente, no me temblará la voz para demostrarles mi indiferencia; pero antes de eso, no me arrepentiré de decirles, por única vez, la repulsa que sus actos me produjo, el desprecio que siento hacia ellos y lo poco que me importará desligarlos de mi nómina de familiares así como de mi concepto de familia, a pesar del apellido o la sangre, de la convivencia o de los buenos momentos del pasado -que nunca tuvieron en cuenta al romper-, a pesar de cualquier falso lazo que la vida nos haya podido establecer, imborrables e irremediables pero eludibles y posibles de olvidar, de enterrar.

Mi familia no son, precisamente, esas personas, al menos desde la emotividad.

martes, 20 de junio de 2017

Harta de gente tóxica

Harta de gente tóxica en mi vida, en mi alrededor, en mi día a día, en mi trabajo, sobre todo en mi trabajo. No podéis conmigo aunque lo intentéis todo. Os podéis ir retirando con vuestras frustraciones y complejos. Utilizad el espejo para joderos a vosotras mismas. Yo sigo con más fuerza tras cada envite. Incluso sois fuente de inspiración para desatar mi faceta escritora.



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lunes, 19 de junio de 2017

¡Ay Maca-Maca, ay!


 Me contaron unos amigos algo sobre un hombre ya mayor del barrio que se deja la pensión en las barras de los bares y que ya ha protagonizado diversos incidentes de orden menor. Lo llaman Maca-Maca porque siempre anda canturreando, por la calle o en los bares, el estribillo de la famosa “Macarena” de Los del Río, pero en lugar de decir “ay, Macarena” él dice “ay, Maca-Maca”.

Un buen día, en el bar de la calle de atrás de casa, era tal la cogorza que llevaba que empezó a abrirse la bragueta delante de todos los presentes, porque -según decía- se estaba orinando y quería ir al servicio; se había figurado, a todas luces, que el servicio estaba allí mismo para su uso personal. Con la camisa medio remetida en el pantalón prácticamente amarrado con el cinturón, como una lechuga, bamboleándose dando tumbos y traspiés, se fue acercando a unos barriles de cerveza apilados en un extremo de la barra, abriendo del todo la portañuela del pantalón y sacando la minga, que ya le goteaba orín, y que al sentirse liberada de las telas estalló en una meada gloriosa que ni siquiera pudo parar los brazos del camarero expulsando a su dueño a la calle, con reproches a voz en grito e insultos, y también de los presentes, y bajo sus miradas atónitas.

Hace pocos días coincidí con él en el Centro de Salud. Le contaba a otra paciente de la sala de espera que se había caído de la cama y de ahí las tres o cuatro heridas en su brazo, que no parecían ser de un golpe como el que él relataba sino más bien de una paliza o pelea de medio pelo. En su voz resbalaban las palabras y sin embargo no aparentaba estar bebido. De pronto se metió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y la removió como si se rascara. Con sonrisa socarrona le dijo a la otra paciente: “¡Mira niña, como el del chiste!: ¿ciruelillas, cuándo he comprado yo ciruelillas?, es broma, ¿eh? Maca-Maca ¡ay!”

La enfermera lo llamó y entró. En cualquier caso lo agradecí porque, solo verlo, recordé el incidente de la meada del bar y rogué para que no hiciera un bis en la sala de espera del Centro de Salud.
Salió diciendo que se iba a tomar una copita.


Publicado por María José Gómez Fernández para #relatosBolsillos de @divagacionistas

Publicado en recopilación de #relatosBolsillos de @divagacionistas para el mes de junio.

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