lunes, 18 de mayo de 2020

Ruido de final. Fase 1. #DesescaladaResponsable – Día 64, referido al 17 de mayo

Desgastaron los abrazos como se van desgastando
por el uso los trajes viejos.
Los besos dejaron de saber a paraíso y a zumo
y se degustaban como agrio sabor trasnochado.

Se fueron bajando al sótano del olvido
todas las promesas, los te quiero, los susurros,
los heroicos actos de amor de madrugada
entre sábanas revueltas, respiraciones agitadas,
quejidos sensuales, cuerpos sudorados.

Las puestas de luna en un mar del sur
fueron quedando en la trastienda del recuerdo.
Sonaban lejanos, y hasta un poco ridículos,
todos los "haría lo que fuera por ti",
todos los "por ti daría el mundo y mi vida",
todos los "lo que tú digas, mi amor",
todos los "lo que tu quieras, cariño".

Se perdieron en mil noches los besos furtivos.
Los ruidos comenzaron a infiltrarse
en el día a día, con sus insufribles monotonías;
lentos pero certeros, suaves pero firmes,
y se podían oír desde el salón a la cocina,
desde la casa de enfrente, desde la pared vecina.

Ruido en las miradas, ruido en las caricias,
ruido en las palabras, ruido de desdicha.
Ruido de disputa, ruido de vajilla,
ruido de portazos y de ausencias,
ruido amortiguado por música y disculpas,
ruido acrecentado por egoísmo y reproches.

Se veían sobrevolar las alas de la insatisfacción,
la incompresión se invitó sola a la mesa,
la comunicación se emborrachó a cervezas,
y la distancia ampliada dejó oír un ruido de final.
Y con ese último ruido, estruendoso y definitivo,
el final entró sin llamar, precedido de su ruido,
temido y a la vez deseado ruido, ruido de final.

El tremendo estruendo dio paso al silencio,
a la calma renovada, al suspiro de alivio,
hasta al final ya no importar nada,
y se fue alejando hasta dejar de oírse
el rumor del ruido, ruido del final.


©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

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