45 días de confinamiento: 1 mes y medio, algo más de 6 semanas, 1080 horas, 64800 minutos.
Hemos tenido mucho tiempo para reencontrarnos con nosotros mismos, con amigos y familiares, con conocidos, porque la posibilidad de comunicación la estamos teniendo, de un modo u otro; tiempo para reflexionar sobre lo rápido que íbamos, las obligaciones que tenemos, las prioridades que marcamos, los órdenes establecidos por nosotros mismos, los órdenes que otros establecen y que rigen nuestras vidas. Hemos tenido tiempo para seguir con rutinas, no iguales, pero sí parecidas, a las que solíamos tener. La fuerza de la costumbre nos ha movido a establecer horarios y cumplirlos de forma lo más estricta posible para no encontrarnos tan descolocados, o para cumplir con obligaciones domésticas o laborales; no siempre hemos podido llevar a cabo todo lo que nos hemos propuesto. Todo este tiempo -y el que está por venir, aunque con expectativas de mayor apertura- hemos procurado llenarlo con actividad que a su vez nos llenara nuestro interior, eso que llaman el espíritu, buscando la parte positiva, recordando, reuniéndonos con los que compartimos el día a día, para charlar, reír; hemos dado rienda suelta a nuestra creatividad y hemos rehuido de la sobrecarga de obligaciones e imposiciones, para sentir la mínima presión psicológica.
En unos días se anuncia que comenzará una desescalada paulatina y lenta lo que supondrá una nueva readaptación a otra situación insólita para todos hasta ahora. La desescalada en total nos llevará otras ocho semanas más, siempre que las cosas transcurran según lo previsto. Cada vez que pasemos de una fase a otra de la desescalada -4 en total- nos encontraremos ante un nuevo escenario de acciones permitidas que no tendrá parangón con ninguno conocido antes del 14 de marzo de 2020. La fuerza de la costumbre nos incitará a repetir comportamientos y horarios que ya teníamos interiorizados, aunque nuestro razonamiento nos obligará a rectificarlos y adaptarlos a las nuevas exigencias de lo permitido-no permitido y a nosotros mismos.
Las reflexiones de 45 días, las vivencias particulares nos llevarán a desviarnos de la fuerza de la costumbre, del yo que éramos antes del confinamiento, y en el mejor de los casos, muchas personas habremos crecido interiormente, endurecido la piel, con mayor conciencia de nuestra nueva capacidad de resistencia, límite de aguante actual, solidaridad, empatía. La fuerza de la costumbre habrá perdido gas y no podrá condicionar a nuestro nuevo yo como antes lo hacía. Es posible que este paréntesis nos haga evolucionar hacia un grado mayor de tolerancia, aunque no a todos porque siempre hay quien se resiste a adaptarse a los cambios, sobre todo aquellos que en situaciones límites no consiguen ahondar en sí mismos porque carecen de contenido en el que ahondar; ellos no tendrán problema para seguir el mandado de la fuerza de la costumbre, los mismos que, por carecer de riqueza interior se han dedicado a sembrar de cizaña, trampas y espinas los hasta ahora 45 días de confinamiento.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
Impresiones, Crítica, Poesía: Saciar emociones, soltar amarras, decir lo que pienso, expresar lo que parece, pisar el firme, derramar silencios...
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miércoles, 29 de abril de 2020
La fuerza de la costumbre. Confinamiento #YoMeQuedoEnCasa – Día 45, referido al 28 de abril
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