De entre el silencio que reina en las aceras, que emana del asfalto como el calor lo hace en las más pesadas tardes del verano, surge algún deseo contenido aderezado de cierta nostalgia, y trepa por el interior invadiendo sentidos, poseyendo toda la atención: el mar, su olor, su rugido de olas rompientes suaves sobre la húmeda arena de la orilla, lamiendo los reflejos de los últimos rayos del sol de la tarde, sobre esta misma hora; el mar, su sabor, su color, su horizonte fino y lejano, mágico, inalcanzable; el mar, su brisa fresca; el mar, y los recuerdos que me trae, y los deseos que me inspira, y no te tengo mar, con la falta que hoy me haces, después de un día tan lleno, tan estático y tan largo. Aunque no cierre los ojos, es tan fuerte el deseo, que te pienso, te siento, te huelo y hasta te veo… querido mar…
Después, dos intervalos rompieron el silencio: “Hola don Pepito, hola don José” y una hora después el aplauso de las 8 de la tarde. Justo acababa de volver de una pequeña salida para una pequeña compra. Y a pesar de la gana de seguir en la calle me reconfortó llegar a casa, me sentí segura al cerrar la puerta.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
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