Es inhumano.
Isa se cambia de postura, se cambia de ropa, se cambia de sitio en la silla, en el sofá, en la cama, se cambia de habitación, a una más fresca, y nada, nada de nada, la sensación solo se modifica ligeramente.
<<Maldito calor de las narices, que no me deja ni pensar>>.
Se acerca al frigorífico para beber agua fresquita y cuando abre la puerta no puede evitarlo, después de desenroscar el tapón de la botella la empina, sin importarle que le caiga el agua por fuera de la boca -<<¡más agradable que ese frescor no hay nada!>>-, y entre tanto, desde el interior del frigorífico se percibe una sensación parecida a una corriente de aire fría, tan increíble que no la deja moverse de allí por unos segundos que le resultan eternos, hasta que de pronto decide cerrar la puerta porque no es bueno mantenerla abierta tanto rato.
La experiencia de la puerta del frigorífico es tan maravillosa que cada vez que tiene ocasión la repite.
Después le queda el consuelo del ventilador, de la brisa nocturna que entra por la ventana, del aire acondicionado en las horas más duras del día; y esperar que la mini ola de calor pase pronto, y el verano también, que cada año vuelve con más agresividad para quemar la sangre, alterar los ánimos, hinchar los cuerpos, hacer que la respiración falte...
Le gusta ver imágenes que le sugieran frío.
Disfruta con el pronóstico del tiempo para la zona norte del país.
Se tumba en la cama y lee hasta quedarse dormida y el libro se le cae de las manos.
Por la mañana el ambiente es mucho más normal... Por la mañana dará un paseo a primera hora...
Y entre esos pensamientos y la lectura interrumpida por el sueño, enfila la noche, burlando el calor.
©María José Gómez Fernández
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