domingo, 22 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 7, referido al 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía: "Volverán a abrir las calles"

Brisa fría de un marzo nunca pensado,
lluvia fina salpicando el rostro,
pasos resonando sobre el asfalto,
ventanas con mil ojos agazapados.
La derrota no existe
hasta que abandonas
y te das por vencido.
Los besos no caducan
ni los abrazos se enmohecen.
Recurrentes recuerdos enredados,
hálito de vida y emociones,
se retuercen en pasillos,
terrazas y balcones,
se esconden en habitaciones,
y junto a libros, música, cocina,
manualidades, charlas, noticias,
se acoplan a las rutinas diarias
para amenizarlas.

Volverán a abrir las calles,
las persianas de comercios,
los talleres y los bares.
Volveremos a encontrarnos
en cualquier fiesta.
Volveremos a vibrar
en los conciertos y estadios.
Volverán a abrir las calles
y se llenarán de niños y juegos,
de bullicio y prisas,
de novios comiéndose a besos.
La derrota solo existe
si se lo permites.
Alas para volar,
sueños para soñar,
ilusión para vivir,
fuerza y aliento,
arrojo y proyectos
por venir.
Volverán a abrir las calles…
Porque el horizonte sigue ahí…
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández. 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía.
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

sábado, 21 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 6, referido al 20 de marzo

Por fin viernes, primer viernes de confinamiento, primer día de la primavera. Viernes sin atascos para volver a casa después del trabajo, porque no había que volver a casa, ya estabas allí. Temperaturas más bajas, la lluvia y los cielos grises fueron protagonistas y testigos de calles despobladas de nuevo, de ventanas y balcones con bustos asomados, mirando el paisaje urbano con vida escasa, buscando complicidad en el aire, respuestas que no llegan, esperando que todo acabe pronto y bien.
Los aplausos de las 8 hoy fueron más apagados, puede que influyera la lluvia, puede que el desánimo también influyera.
Procuramos planificar las horas del día para no perder el rumbo, tan acostumbrados como estamos al trajín de ir y venir, con prisas, atascos, horarios al límite. Procuramos guardar minutos para intercambiar palabras escritas o habladas con los seres más queridos, algunos lejos, algunos mayores, algunos desempeñando trabajos en puestos ahora mismo de riesgo. Procuramos mantener con algún contacto una videollamada para ver a otras personas distintas de las de casa, como garante de que todo continúa aunque no podamos presenciarlo en persona.
Procuramos leer como método de ocio, escuchar música, alivio para el espíritu, bailar, flexionar el cuerpo, ejercitarlo un poco. Procuramos no perder la calma, no alterarnos. Procuramos estar al día de las noticias a través de algún medio de comunicación.
Buscamos tiempo para el trabajo en casa y para las tareas de casa. Buscamos aislarnos de nosotros mismos. Buscamos algún momento para soñar, para meditar.
Durante estos días vamos a reflexionar mucho sobre esta vivencia que nos ha tocado en prenda. Está claro que cambiará nuestro modo de afrontar la rutina, los quehaceres, la forma de relacionarnos, las prioridades que debemos establecer, la seguridad, la salud, valorar las pequeñas cosas que hasta hace unos días hacíamos como autómatas y ahora no podemos; cambiaremos en nuestras relaciones familiares, en unos casos para peor y en otros para mejor, y también cambiaremos en nuestras relaciones de amistad, escolares, académicas y laborales, en la importancia de asistir a nuestras clases, al trabajo, de tener y mantener un trabajo. Y reflexionaremos sobre muchas cosas más, y sobre más aún conforme vayan transcurriendo los días.
Nunca nos hemos visto en una como esta.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

viernes, 20 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 5, referido al 19 de marzo

De entre el silencio que reina en las aceras, que emana del asfalto como el calor lo hace en las más pesadas tardes del verano, surge algún deseo contenido aderezado de cierta nostalgia, y trepa por el interior invadiendo sentidos, poseyendo toda la atención: el mar, su olor, su rugido de olas rompientes suaves sobre la húmeda arena de la orilla, lamiendo los reflejos de los últimos rayos del sol de la tarde, sobre esta misma hora; el mar, su sabor, su color, su horizonte fino y lejano, mágico, inalcanzable; el mar, su brisa fresca; el mar, y los recuerdos que me trae, y los deseos que me inspira, y no te tengo mar, con la falta que hoy me haces, después de un día tan lleno, tan estático y tan largo. Aunque no cierre los ojos, es tan fuerte el deseo, que te pienso, te siento, te huelo y hasta te veo… querido mar…
Después, dos intervalos rompieron el silencio: “Hola don Pepito, hola don José” y una hora después el aplauso de las 8 de la tarde. Justo acababa de volver de una pequeña salida para una pequeña compra. Y a pesar de la gana de seguir en la calle me reconfortó llegar a casa, me sentí segura al cerrar la puerta.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

jueves, 19 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 4, referido al 18 de marzo

A ratos esto pesa... Quedan muchos días por delante pero como no estamos acostumbrados a esta rutina, extraña y a veces agobiante, pues termina por pesar. Te irritas contigo, con otros, con los quehaceres, con la reclusión, con el espejo, con cualquier cosa, si nos ponemos a pensar. Te muestras intolerante en algún punto, intransigente, y cada cual tira de la cuerda para su lado, en este impasse de indeterminada pero seguramente larga duración, de incertidumbre. Y me lo digo, y lo digo, que nos demos nuestro espacio físico y emocional porque de lo contrario nos sentiremos atacados y responderemos al ataque.

Observo que la calle sigue vacía, a ver, para lo que solía ser la calle antes del COVID-19 y del estado de alarma. Observo que la gente se rehúye, y me incluyo, sobre todo a ciertas horas; algunas personas continúan incumpliendo las prohibiciones y he visto una pandilla de unos ocho adolescentes, gente paseando junta, y hasta dos jóvenes en una motocicleta, y estos últimos no me inspiraron confianza porque se quedaron mirando muy descarados. Menos mal que Simeón venía conmigo y eso me daba más seguridad. Pensé: "como se me acerquen de mal rollo suelto al perro y ya verán", pero en realidad prefería que no se acercaran y así tampoco tendría que soltar al perro. Mejor.

El teletrabajo también pesa, y es que tampoco estamos acostumbrados, ni se puede enfocar como una actividad repartida a lo largo del día, tiene que tener sus horas, y más aún cuando muchas cosas están por determinar. Nos han comunicado que vamos a teletrabajar, con un plan establecido y comunicado a superiores, con unos objetivos, y demostrando que se van cumpliendo. Nos han comunicado que cobraremos. Pero es incierto si dejaremos de percibir alguna parte del sueldo habitual y también es incierto cómo se reflejará nuestro teletrabajo en nuestro registro horario, o si tendremos derecho a una baja médica si en este indeterminado periodo tenemos un percance o nos ponemos enfermos. Tampoco sabemos cuándo volveremos al trabajo en la forma tradicional. Tampoco sabemos si perderemos días libres, días de vacaciones; en verdad sabemos poco y entre ese poco es tenemos que trabajar desde casa y que seguimos cobrando -sin saber si habrá recorte en el salario-. Y cuando llegas hasta aquí te alegras por lo afortunado que eres, por dos cosas: ni todo el mundo va a seguir trabajando, ni todo el mundo va a seguir cobrando, ni todo el mundo tiene salud suficiente para pensar en otra cosa que no sea recuperar su salud.

Desconectar un poco de toda la maraña que se monta uno en la cabeza es bueno, hablando con la prima, la compañera de trabajo, la amiga, hablando con los demás habitantes de la casa, hablando con mamá, que hoy se ha llevado la videollamada por la tarde junto con otra videollamada con otra compañera por la mañana. Compartir con los demás las inquietudes, la tensión, los pensamientos, compartir para llegar a la conclusión de que todos tenemos las mismas o similares cosas en mente.

Aplauso colectivo a las 8 de la tarde.

Y aún queda para ir a dormir, y no saber qué comes mañana, no tener ganas de cocinar porque el día ya fue largo y pesado, cargado de obligación y restricción. No tener ganas de cocinar mientras miras la cacerola y la cacerola te mira a ti. Y estando en esas, oyes que desde la calle viene un ruido de cacerolas golpeadas por otros utensilios, y caes en la cuenta de que hoy lo mejor que se puede hacer con la cacerola es unirte a la cacerolada en tanto dure el discurso de Felipe v palito.

Ahora leeré un rato entre las sábanas y mantas.


#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 3, referido al 17 de marzo

Con la lluvia aporreando con suavidad los cristales del coche, con el aire frío en la cara mientras me desplazaba a pocas calles de distancia para ir al trabajo a recoger documentación; con una extraña inquietud interior que me tenía revuelto el estómago -vamos a llamarlo tensión o nervios-, con la acreditación de la universidad en el asiento del copiloto, con la expectación como pasajera, así, comenzó mi segunda parte de la mañana que se inició con el habitual paseo perruno.
Me invadió la tristeza cuando el perri hoy se empeñó en cruzar la avenida para plantarnos delante de la puerta cerrada del parque, y mira que se lo advertí, que está cerrado Simeón, que no podemos entrar, otro día, no sé cuándo, pero otro día. Metió todo lo que pudo su hocico entre las rejas de la puerta, como si con eso pudiera verse dentro de su querido parque, de uno de sus queridos parques; luego sacó la cabeza de la reja, me miró, volvió a mirar al parque, me miró de nuevo, y ahí me rompió el corazón cuando lo oí llorar sin querer apartarse de la puerta, hasta que algo lo hizo ponerse en movimiento de nuevo; se le debió pasar por su recuerdo que había más puertas y tiró de mí, y yo me dejé llevar por la acera de la avenida, adelante, rápido, impaciente, hasta llegar a su segunda desilusión, la segunda puerta, y lo mismo, asomar el morro, mirar, olfatear, mirarme y llorar, y lo mismo, impulso tirando de mí hasta llegar a la tercera puerta, tercera desilusión… Aún hizo el intento de obligarme a ir al resto de puertas, pero debió comprenderme porque dio media vuelta, levantó la pata en un árbol, miró hacia atrás dejando su deseo entre el albero y los árboles, tras la reja y las incipientes gotas de lluvia, y aceptó con resignación cruzar por el semáforo y continuar el paseo. Así pasamos por delante de un coche patrulla de la nacional que estaba parado justo en el paso de peatones, y nos miró, sobre todo a mí, pero no me fijé en más que no fuera el perro y el muñeco en verde del semáforo, total, yo estaba individualmente paseando al perro.
La imagen de la avenida casi vacía donde se encuentra mi trabajo me chocó por el contraste con el bullicio que presenta normalmente. Ni siquiera en el mes de agosto he visto esa calle así. Y tampoco he tenido nunca que acreditar mi identidad dando explicaciones de a dónde voy, para qué, cómo. Y sé que en este momento especial es lo que toca, pero choca, te deja un regusto de que estás siendo vigilado, como si estuvieras haciendo algo ilegal. Me subía al coche para entrar al parking y ya pude ver de lejos al primer camión de la UME que se acercaba peinando la avenida. A una compañera la pararon y le preguntaron, y le dijeron que se diera prisa.
Tres horas después salí, con la documentación en papel y en digital que necesitaba para teletrabajar, y espero que no me haga falta nada más. Ya que estaba en la calle, en la acera de enfrente, estacioné el coche con las luces de emergencia, y acudí al banco, al super y al estanco, todo en la misma acera, casi sin moverme 50 metros.
-Tenga usted el ticket que los de la UME lo están pidiendo, que están poniendo multas y todo, que hay mucho pillo por ahí.
-Ah, pues no sabía. Muchas gracias.
Y de nuevo cuando me subía al coche volví a ver al segundo camión de la UME, este de color rojo, que también peinaba la avenida. Me fijé mejor, en tanto metía la llave en el contacto -mi coche es antiguo-, y vi una pareja de militares a pie por la acera. Arranqué y me fui a casa, a teletrabajar. Al entrar el coche en el garaje sentí que se acababa mi pequeño momento de libertad que había durado algo más de tres horas, pero contradictoriamente me sentí protegida.
Se hace duro comer y trabajar en la misma mesa del salón-comedor. Menos mal que luego descansé un rato en el sofá que está a dos metros de esa mesa. Y menos mal que por la tarde tuve que salir de nuevo a comprar un saco de pienso de 7 kilos para el perri, y a pasearlo. Todos los días no van a ser tan espléndidos, hoy era un día especial lleno de muchas salidas, y con cada salida necesaria por un lado alivio, por otro lado, riesgo.
La tarde-noche con lo mío, con los míos, cocinando, con mis cosas y a las 8 los aplausos, con luces de linternas de móviles añadidas.
Hace frío, sigue la lluvia débil. No quiero ser como la lluvia, no quiero ser débil, porque quedan muchos días por delante y hay que sacar fortaleza para afrontarlos.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.
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