jueves, 19 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 4, referido al 18 de marzo

A ratos esto pesa... Quedan muchos días por delante pero como no estamos acostumbrados a esta rutina, extraña y a veces agobiante, pues termina por pesar. Te irritas contigo, con otros, con los quehaceres, con la reclusión, con el espejo, con cualquier cosa, si nos ponemos a pensar. Te muestras intolerante en algún punto, intransigente, y cada cual tira de la cuerda para su lado, en este impasse de indeterminada pero seguramente larga duración, de incertidumbre. Y me lo digo, y lo digo, que nos demos nuestro espacio físico y emocional porque de lo contrario nos sentiremos atacados y responderemos al ataque.

Observo que la calle sigue vacía, a ver, para lo que solía ser la calle antes del COVID-19 y del estado de alarma. Observo que la gente se rehúye, y me incluyo, sobre todo a ciertas horas; algunas personas continúan incumpliendo las prohibiciones y he visto una pandilla de unos ocho adolescentes, gente paseando junta, y hasta dos jóvenes en una motocicleta, y estos últimos no me inspiraron confianza porque se quedaron mirando muy descarados. Menos mal que Simeón venía conmigo y eso me daba más seguridad. Pensé: "como se me acerquen de mal rollo suelto al perro y ya verán", pero en realidad prefería que no se acercaran y así tampoco tendría que soltar al perro. Mejor.

El teletrabajo también pesa, y es que tampoco estamos acostumbrados, ni se puede enfocar como una actividad repartida a lo largo del día, tiene que tener sus horas, y más aún cuando muchas cosas están por determinar. Nos han comunicado que vamos a teletrabajar, con un plan establecido y comunicado a superiores, con unos objetivos, y demostrando que se van cumpliendo. Nos han comunicado que cobraremos. Pero es incierto si dejaremos de percibir alguna parte del sueldo habitual y también es incierto cómo se reflejará nuestro teletrabajo en nuestro registro horario, o si tendremos derecho a una baja médica si en este indeterminado periodo tenemos un percance o nos ponemos enfermos. Tampoco sabemos cuándo volveremos al trabajo en la forma tradicional. Tampoco sabemos si perderemos días libres, días de vacaciones; en verdad sabemos poco y entre ese poco es tenemos que trabajar desde casa y que seguimos cobrando -sin saber si habrá recorte en el salario-. Y cuando llegas hasta aquí te alegras por lo afortunado que eres, por dos cosas: ni todo el mundo va a seguir trabajando, ni todo el mundo va a seguir cobrando, ni todo el mundo tiene salud suficiente para pensar en otra cosa que no sea recuperar su salud.

Desconectar un poco de toda la maraña que se monta uno en la cabeza es bueno, hablando con la prima, la compañera de trabajo, la amiga, hablando con los demás habitantes de la casa, hablando con mamá, que hoy se ha llevado la videollamada por la tarde junto con otra videollamada con otra compañera por la mañana. Compartir con los demás las inquietudes, la tensión, los pensamientos, compartir para llegar a la conclusión de que todos tenemos las mismas o similares cosas en mente.

Aplauso colectivo a las 8 de la tarde.

Y aún queda para ir a dormir, y no saber qué comes mañana, no tener ganas de cocinar porque el día ya fue largo y pesado, cargado de obligación y restricción. No tener ganas de cocinar mientras miras la cacerola y la cacerola te mira a ti. Y estando en esas, oyes que desde la calle viene un ruido de cacerolas golpeadas por otros utensilios, y caes en la cuenta de que hoy lo mejor que se puede hacer con la cacerola es unirte a la cacerolada en tanto dure el discurso de Felipe v palito.

Ahora leeré un rato entre las sábanas y mantas.


#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 3, referido al 17 de marzo

Con la lluvia aporreando con suavidad los cristales del coche, con el aire frío en la cara mientras me desplazaba a pocas calles de distancia para ir al trabajo a recoger documentación; con una extraña inquietud interior que me tenía revuelto el estómago -vamos a llamarlo tensión o nervios-, con la acreditación de la universidad en el asiento del copiloto, con la expectación como pasajera, así, comenzó mi segunda parte de la mañana que se inició con el habitual paseo perruno.
Me invadió la tristeza cuando el perri hoy se empeñó en cruzar la avenida para plantarnos delante de la puerta cerrada del parque, y mira que se lo advertí, que está cerrado Simeón, que no podemos entrar, otro día, no sé cuándo, pero otro día. Metió todo lo que pudo su hocico entre las rejas de la puerta, como si con eso pudiera verse dentro de su querido parque, de uno de sus queridos parques; luego sacó la cabeza de la reja, me miró, volvió a mirar al parque, me miró de nuevo, y ahí me rompió el corazón cuando lo oí llorar sin querer apartarse de la puerta, hasta que algo lo hizo ponerse en movimiento de nuevo; se le debió pasar por su recuerdo que había más puertas y tiró de mí, y yo me dejé llevar por la acera de la avenida, adelante, rápido, impaciente, hasta llegar a su segunda desilusión, la segunda puerta, y lo mismo, asomar el morro, mirar, olfatear, mirarme y llorar, y lo mismo, impulso tirando de mí hasta llegar a la tercera puerta, tercera desilusión… Aún hizo el intento de obligarme a ir al resto de puertas, pero debió comprenderme porque dio media vuelta, levantó la pata en un árbol, miró hacia atrás dejando su deseo entre el albero y los árboles, tras la reja y las incipientes gotas de lluvia, y aceptó con resignación cruzar por el semáforo y continuar el paseo. Así pasamos por delante de un coche patrulla de la nacional que estaba parado justo en el paso de peatones, y nos miró, sobre todo a mí, pero no me fijé en más que no fuera el perro y el muñeco en verde del semáforo, total, yo estaba individualmente paseando al perro.
La imagen de la avenida casi vacía donde se encuentra mi trabajo me chocó por el contraste con el bullicio que presenta normalmente. Ni siquiera en el mes de agosto he visto esa calle así. Y tampoco he tenido nunca que acreditar mi identidad dando explicaciones de a dónde voy, para qué, cómo. Y sé que en este momento especial es lo que toca, pero choca, te deja un regusto de que estás siendo vigilado, como si estuvieras haciendo algo ilegal. Me subía al coche para entrar al parking y ya pude ver de lejos al primer camión de la UME que se acercaba peinando la avenida. A una compañera la pararon y le preguntaron, y le dijeron que se diera prisa.
Tres horas después salí, con la documentación en papel y en digital que necesitaba para teletrabajar, y espero que no me haga falta nada más. Ya que estaba en la calle, en la acera de enfrente, estacioné el coche con las luces de emergencia, y acudí al banco, al super y al estanco, todo en la misma acera, casi sin moverme 50 metros.
-Tenga usted el ticket que los de la UME lo están pidiendo, que están poniendo multas y todo, que hay mucho pillo por ahí.
-Ah, pues no sabía. Muchas gracias.
Y de nuevo cuando me subía al coche volví a ver al segundo camión de la UME, este de color rojo, que también peinaba la avenida. Me fijé mejor, en tanto metía la llave en el contacto -mi coche es antiguo-, y vi una pareja de militares a pie por la acera. Arranqué y me fui a casa, a teletrabajar. Al entrar el coche en el garaje sentí que se acababa mi pequeño momento de libertad que había durado algo más de tres horas, pero contradictoriamente me sentí protegida.
Se hace duro comer y trabajar en la misma mesa del salón-comedor. Menos mal que luego descansé un rato en el sofá que está a dos metros de esa mesa. Y menos mal que por la tarde tuve que salir de nuevo a comprar un saco de pienso de 7 kilos para el perri, y a pasearlo. Todos los días no van a ser tan espléndidos, hoy era un día especial lleno de muchas salidas, y con cada salida necesaria por un lado alivio, por otro lado, riesgo.
La tarde-noche con lo mío, con los míos, cocinando, con mis cosas y a las 8 los aplausos, con luces de linternas de móviles añadidas.
Hace frío, sigue la lluvia débil. No quiero ser como la lluvia, no quiero ser débil, porque quedan muchos días por delante y hay que sacar fortaleza para afrontarlos.
#YoMeQuedoEnCasa #QuédateEnCasa
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

martes, 17 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 2, referido al 16 de marzo

Hay experiencias que preferiríamos no vernos obligados a vivir y esta es una de ella. Una pandemia en pleno siglo XXI, ¿quién nos lo iba a decir?. Sin duda algo histórico.
Hoy es de esos días que he debido mantenerme activa durante todo el día, con diversas ocupaciones, todas desarrolladas en los mismos espacios, en los mismos 80 metros cuadrados de la vivienda, y en la terraza de 15 -y menos mal que está ese pequeño desahogo-.
El momento-salida-compro-pan ha sido el único en que he podido hablar con personas diferentes a las de casa, a más de dos metros de distancia. Todos con ganas de socializar:
-¿Quién es el último o la última?
-Este señor.
-Gracias. Pues yo voy detrás de usted.
Otro aprovecha y comenta:
-Y solo llevamos dos días.
-Vamos a agradecer momentos como este en los que podemos hablar con otras personas más allá de cada casa, con nuestras distancias, guardando las medidas, pero momentos así nos recuerdan que hay más gente ahí, aunque no las veas.
-Y es que no es bastante con el teléfono y todo lo demás.
-Parece que nos falta algo, y nos falta esto, las personas a pie de calle, conversar unos segundos.
-Nos vamos a volver tarumbas, jeje. ¡Ojú!
-Bueno, ya me toca.
Y al salir: “Hasta otra”. “Hasta luego” -responden varias voces de la cola.
Prefiero mantenerme activa, la mente ocupada, pero sinceramente, no tanto como hoy, como estos tres, incluso cinco últimos días. La mente ocupada con la casa, las noticias, los familiares, los amigos, el teletrabajo, el perri; la mente ocupada para no dejar que la melancolía te invada, que la situación te desborde, para no perder el norte, que este barco me toca capitanearlo a mí y tengo que estar con las manos firmes en el timón.
Hoy las cifras disparadas, el dolor por tantas vidas perdidas, por todas las personas mayores, enfermas, por todos los niños, los jóvenes, tantos proyectos interrumpidos, un stand-by repentino, obligado que se ha colado en nuestra vida y nos ha trastocado el mínimo. Esas cifras de esperpento invisible que nos confina. Esas cifras que debemos bajar, hasta el cero y que más allá se queden. La conciencia y entereza que estamos obligados a mantener, para cumplir las medidas establecidas, para cuidarnos a nosotros y a los demás, para continuar más allá de esta pesadilla.
Hoy mi aplauso de nuevo sonó a las 20:00 horas, uniéndose al que salía de otras muchas terrazas, ventanas, balcones, como un clamor de solidaridad, como un eco esperanzador. Y en mi aplauso también pensé en los que ya se han ido por esta causa, y con todo mi respeto, por ellos y sus seres queridos, les dediqué, al menos el mío.
#YoMeQuedoEnCasa para que no nos falten más personas, hasta llegar al cero y más allá. Quédate tú también.
©María José Gómez Fernández
Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

lunes, 16 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 1, referido al 15 de marzo

El domingo más raro de los que llevo vividos. De alguna forma, cierta ansiedad, y no quiero desesperarme. Mirar la calle y ver que su pulso está bajo mínimos te deja una sensación de estar dentro de una de esas películas de ataques por arma biológica, solo que en vez de ir con mascarilla y botella de oxígeno ves a las escasas personas que adornan la calle, caminando, por lo general, con un rumbo muy definido, con algo en las manos, solos, incluso desconfiados de las otras personas que ven venir de frente o de aquellas otras cuyos pasos sienten por detrás. Se ve a alguien paseando a su perro, no se ven niños, bueno solo a uno en un carrito empujado por sus padres; las voces de los niños se oyen cuando escapan por alguna ventana pero es como si hubieran desaparecido de pronto. Pocos coches, escaso movimiento, casi el de un barrio de una ciudad fantasma.
Dentro de la casa la vida sigue, con sus rutinas y quehaceres, con el teletrabajo añadido: mañana será mi primer día oficial de teletrabajo; a pesar de que en algún momento he traído trabajo a casa para terminar algo durante un par de horas, mañana esta será la forma de trabajar, entre ordenador y móvil. Psicológicamente este encierro puede terminar volviéndonos un poco tarumbas. Agradezco que exista Simeón, porque al pobre hay que llevarlo a la calle varias veces al día para que haga todas sus cosas perrunas, y gracias a él muevo las piernas, me desplazo más allá de las obligaciones de comprar, comprar o comprar, y a la vez puedo comprobar el ritmo del barrio más allá de los límites de las ventanas y la terraza de la casa.
Me da respeto la calle tan vacía, en un barrio limítrofe entre el bien y el mal como este, valorando las intenciones de los que se cruzan en tu camino.
Me indigna que ciertas personas sean irresponsables y se reúnan en la calle, y hoy lo he visto, a charlar, a beber, a mirar un móvil, a descansar tumbado en un banco (un sin techo con su acordeón y sus bolsas), unos chicos fumando cachimba… Me indigna porque, mientras, otros estamos haciendo lo correcto en beneficio de la salud propia y ajena, pero no es suficiente si no colaboramos todos.
Junto a internet y redes sociales, el teléfono y la videollamada es el otro gran desfogue y oportunidad de vida social sin contacto presencial. Felicitar a mi prima y a mi vecina por sus respectivos cumpleaños, hablar con otros, escribirse con otros. Pero uno se nota como que le falta algo, y es la posibilidad de movimiento y de relación con los otros, la escasa vida en la calle, la libertad de ir o venir. Por muy concienciados que estemos, en algún minuto del día a todos se nos pasa por la mente que nos falta algo, y que cómo estaremos dentro de unos días. Me he prometido tener el día bien ocupado para no acusar las carencias, para llevar esto lo mejor que pueda, con los míos, a los que menos mal que tengo cerca, aunque eche de menos a otros que no sé cuándo podré visitar, pero quiero pensar que será pronto, seguro que sí.
El aplauso desde la terraza a las 8 de la tarde es como una llamada a la concentración, una forma de no sentirte solo, un gesto por otros que también nos devuelve el significado y la razón de este confinamiento. Luego volvemos adentro y seguimos.
Cuando abran las calles… tengo ya planes para ese momento… pero por ahora #YoMeQuedoEnCasa y espero que tú también.
©María José Gómez Fernández
Originalmente publicado en El Doblao del Arte.

domingo, 15 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 0, referido al 14 de marzo

Querido día Pí, además día de cumpleaños de mi hijo mayor… Nunca he vivido una experiencia igual, y ahora me refiero al hecho de no poder abrazar y besar a mi hijo para desearle su cumpleaños feliz, pero en su defecto le dije: “mira, me doy este abrazo fuerte y grande a mí misma, pero es para ti”.
Desde hace días se veía venir, y es más, pienso como otros muchos que estas medidas que hoy empezarán a adoptarse han llegado tarde, que tenían que haberse tomado antes, pero ya no tiene remedio, han llegado ahora y vamos a acatarlas, aunque a todos nos coge desentrenados, fuera de sitio, aunque a todos nos parece estar viviendo una película de ciencia ficción cuando miramos a la calle y vemos que su vida habitual se ha reducido a un mínimo elemento.
Los bares cerraron a las 16:00 horas del día 14 de marzo, aunque aún no se había hecho oficial el Decreto Ley de Felipe v palito, o Felipe R como también firma, pero el Real Decreto está ahí, y todos debemos ser lo más obedientes y respetuosos en su cumplimiento porque es por nuestro propio bien, por nuestra salud y la de nuestros seres queridos y resto de congéneres.
Aunque nos resulte insólito, aunque nos cueste asumir que estamos viviendo una pandemia casi de cine, aunque nos rebote la mente y el cuerpo por las paredes de casa, aunque tengamos miedo por salir o nos de igual hacerlo y queramos saltarnos la Ley, debemos respetarla, cumplirla a rajatabla porque nuestra salud va en ello.
Ayer, día 14 de marzo la vida cotidiana habitualmente conocida dio un vuelco de 180º grados, pero nos quedan muchos días por delante, tal vez más de 15. ¿Quién no tiene una madre, padre, familiar mayor o con algún problema importante de salud?, ¿quién no tiene algún familiar, amigo, conocido que se encuentra trabajando a destajo estos días en alguna de las profesiones que están en primera línea de fuego de este enemigo común, el virus ante el que estamos luchando?, ¿quién no tiene a alguien muy muy cercano que va a sufrir las consecuencias económicas, de salud, familiares, de esta inesperada y sobrevenida sorpresa que está siendo mortal para algunos pero que será una anécdota que muchos podrán contar a sus descendientes en años venideros?
Hoy, por ayer, 14 de marzo, se inicia un periodo muy muy importante para todos los españoles (otros países ya han tomado estas medidas y otros las tomarán en breve), y debemos ser fuertes y obedientes, responsables y conscientes porque nuestra salud se la juega.
Cada vez se ve menos gente deambulando por las calles; algunos salen a dar un breve paseo a sus hijos, otros sacan su perro a pasear (que hasta los animales notan que algo fuera de lo normal está pasando); han desaparecido los vendedores de pañuelos en los semáforos, los trabajadores de la basura (los que se meten en los contenedores a rescatar basura a la que sacar beneficio); no se ven grupos de jóvenes hablando en alto, saltando y riendo mientras continúan su trayecto porque no hay trayecto que continuar; no hay atascos de coches quitando los que vimos por la mañana cuando la gente terminaba sus compras compulsivo-abusivas en las grandes superficies; parece que todos estamos empezando a aprender una lección que tendremos que poner en práctica durante varios días, posiblemente más de quince, esperemos que sean los menos posibles, porque sufren nuestros pequeños y medianos empresarios, nuestros autónomos, se tambalea nuestra economía, se desgastan nuestros efectivos sanitarios y policiales, la población anda a ratos descolocada como vaca sin cencerro, los novios y las novias no pueden citarse más que por conexiones telefónicas o internet, nuestra forma de socializar se limitará a nuestro balcón/ventana/terraza/jardín para mirar cómo otros vecinos hacen lo mismo que nosotros, sobre todo en la convocatoria de las 10 de la noche para aplaudir a todos aquellos profesionales que se la juegan en primera línea: reponedores, cajeras, sanitarios, policías, etc., etc., convocatoria que, por cierto, a partir del 15 de marzo se traslada a las 20:00 horas para que también se sumen a ella los niños. Vamos a dar un aplauso a todos los que trabajan velando por nuestra salud, vamos a aplaudirnos a nosotros mismos por cumplir con la Ley porque esta es la mejor forma de salvaguardarnos del contagio, vamos a aprender a convivir con esta dificultad sobrevenida que sabremos vencer.
#YoMeQuedoEnCasa ¿y tú también?, ¡o eso supongo!

©María José Gómez Fernández
Originalmente publicado en El Doblao del Arte.
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