miércoles, 2 de septiembre de 2020

Leer seguro. VadeReto Septiembre 2020. N.N. – Día 172, 2 de septiembre

 Cada noche antes de dormir, a la tenue luz de la lámpara junto a la cama, mamá empezaba a leer un libro. Entonces yo no sabía leer; ella misma me enseñó dos años después. Me entusiasmaba escuchar sus palabras que, arrancadas del libro con sus ojos, salían elocuentes por sus labios. Imaginaba todo lo que iba escuchando y la habitación se llenaba de todas las cosas que se oían en la lectura. Si era un viaje, me veía también viajando, siempre agarrado a mi almohada. Y los personajes se instalaban en mi cama, unos tumbados, otros sentados, y también escuchaban lo que leía mi madre.

Cuando supe leer -aunque aún no leía muy fluido pero sí claro y se me entendía muy bien-, mamá acudía por la noche a leer para mí, solo que, una vez leídas dos páginas, y cuando ya me había conseguido entusiasmar, me decía "bueno, estoy un poquito cansada de leer, ¿por qué no sigues tú?"

Para mí era todo un reto puesto que ella decía que se quedaría un poco más para ver cómo continuaba la historia.

Un rayo de luz incide sobre un libro abierto, aproximadamente por el centro de sus páginas. El entorno es oscuro para resaltar la iluminación sobre el libro.
Foto de Nitin Arya en Pexels.

Me acomodaba un poco en la almohada, sin incorporarme, cogía el libro con mis manos pequeñas y hacía los honores. Ella se quedaba al lado escuchando mi voz y la historia que iba leyendo. Apenas era capaz de leer una página, ya me sentía cansado y el sueño se apoderaba de mí poco a poco. Mamá elogiaba lo bien que lo había hecho y me decía que le estaba gustando mucho el libro. Luego yo ponía el libro en la mesita de noche, con mucho cuidado. Ella me arropaba, me besaba la frente con ternura y me daba las buenas noches apagando la luz.

El sueño me vencía rápido y al poco, se llenaba de todo tipo de cosas y los personajes entraban y salían de él. Una noche soñaba que era un pirata y tenía un barco, otra que era el niño del libro de la selva, y así con tantas y tantas historias de cada libro, de cada cuento. Una vez soñé que la luna podía ser el planeta del Principito y yo la observaba desde La Tierra buscando a ese ser extraordinario y a su flor. Y en el sueño lo veía y hasta hablábamos en la distancia, como el que se habla con un vecino por la ventana.

Un niño/a pequeño/a se asuma a un risco, acompañado de su oso de peluche, para contemplar una enorme y hermosa luna llena. El cielo no está todavía negro. Una neblina de nubes blancas le dan marco a la luna en un cielo azul cobalto.
Imagen de Myriam Zilles en Pixabay.

Con el paso del tiempo me convertí en un lector insaciable, y lo sigo siendo. Los familiares y amigos siempre me regalaban libros en las fechas señaladas, así que a veces, en un mismo día volvía a casa con una bolsa llena de libros. Leía siempre en la cama, sentado en la mesa de escritorio, en el sofá, pero también en la mesa de la cocina. Leía en muchísimos sitios.
Si viajaba en tren leía en el tren, y también en el trayecto del autobús. Mi madre me decía que era aburridísimo ir conmigo en el coche porque me pasaba medio camino leyendo y un cuarto durmiendo. Leía en un banco en el parque, o bajo un árbol si íbamos de campo, o sentado en la toalla sobre la arena si estábamos en la playa. Leía un buen rato en el bar mientras el resto de la familia se la pasaba riendo y charlando.

Una escalera central aparece escoltada por dos escaleras mecánicas (se supone que una de subida y otra de bajada) . El ambiente es oscuro y la iluminación incide principalmente en la escalera no mecánica, dejando las otras dos en penumbra y ocultando todo el entorno.
Imagen de Okan Caliskan en Pixabay.

Pero a pesar de leer en muchos lugares, siempre ha habido sitios en los que no me ha gustado leer, nunca me han invitado a la concentración, me desmotivaban, por ejemplo, el cuarto de baño es uno de esos lugares. Mi abuelo, cuando pasaba al baño para hacer sus necesidades, siempre llevaba un libro, y se quedaba allí más tiempo del necesario, y me resultaba hasta repugnante y poco sano. Él siempre decía, libro en mano, "voy a la escuela de aplicación y tiro".
La calle es otro de esos lugares donde nunca me ha gustado leer. Yo sería incapaz de ir caminando, leyendo y esquivando personas, alcorques de árboles, desniveles y cualquier otro obstáculo. Cualquier lugar en el exterior donde transiten personas tampoco me parece un lugar para leer, por ejemplo un centro comercial o los accesos al metro, sobre todo si estos sitios tienen escaleras, convencionales o mecánicas. Y eso me recuerda algo que le ocurrió a un profesor de la universidad y que me reafirmó en esta convicción. Este señor leía en absolutamente cualquier situación y cualquier parte, y se puede decir que lo mató la lectura. Una tarde que volvía a casa, por supuesto leyendo, no calculó bien donde ponía el pie para bajar las escaleras del metro y accidentalmente cayó a lo bestia, es decir, que bajó las escaleras rodando sobre sí mismo, con algún que otro rebote de su cuerpo, sin soltar el libro en ningún momento, que tan solo soltó involuntariamente al final, cuando en el último rebote, quedó muerto por un golpe en la nuca contra el suelo.
Por cosas como esta es que no me gusta leer por la calle ni en accesos a edificios donde transiten personas o que tengan escaleras, porque hay que leer pero seguro.

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

Para VadeReto Septiembre 2020, del blog Acervo de Letras. Historias de mi otra vida.

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martes, 1 de septiembre de 2020

Septiembre 2020. N.N. – Día 171, 1 de septiembre

Será pronto, de nuevo, otoño...
Esta pandemia que nos devasta y desgasta.
Prendas de más abrigo empiezan a verse.
Tiempo de vendimias.
Institutos y universidades comienzan el curso.
Escolares de otros ciclos de vuelta a clase.
Mascarilla, metros y manos, recuerda...
Besos añorados...
Rastrojos que se queman.
Este virus que nos mata y no se muere...

©María José Gómez Fernández

lunes, 31 de agosto de 2020

En pleno vuelo. N.N. – Día 170, 31 de agosto

 En pleno vuelo, el comandante Andrés se dirigió al copiloto Lucio, pero éste no respondía; así se dio cuenta de que había perdido el CONOCIMIENTO. Contactó con la sobrecargo de vuelo cuya REACCIÓN fue acudir de inmediato a colaborar.

Mientras el comandante se comunicaba con tierra, la sobrecargo intentaba averiguar qué le ocurría a Lucio, al que por cierto notó un tanto extraño durante el EMBARQUE.
El comandante entabló COMUNICACIÓN con un médico que le dio instrucciones para reanimar al copiloto, pero nada, seguía inconsciente. Tenía pulso y respiraba.
Las cosas se complicaban, el EMPUJE del avión comenzaba a fallar.

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

Publicado en Cinco PalabrasRELATO DEL MES DE SEPTIEMBRE (I): ANDRÉS DÍEZ, PILOTO DE IBERIA

Epílogo de "La Cita". N.N. – Día 169, 30 de agosto. Escritura creativa espontánea entre blogueros, por JM Vanjav

Hoy ha sido un día especial porque mi hijo pequeño cumplía 20 años, en estos días extraños que nos están tocando vivir, con sentimientos encontrados por tantas catástrofes a nuestro alrededor, entre ellas el gran incendio que asola parte de la sierra de Huelva y que se inició en Almonaster la Real. Felices por estar aquí, poder celebrar esta fecha tan señalada, y poder contarlo todo.

En respuesta a mi relato La Cita. N.N. - Día 164, 25 de agosto, JM Vanjav escribe el Epílogo en dos partes en su blog jm vanjav hasta en 500 palabras+.
Le quedo agradecida así como los personajes, Renato y Gabi y sus respectivas parejas, por haber dado continuidad al relato original y vida a estas creaciones más allá de su punto de partida y de la vida y la muerte.
Sin pretenderlo hemos realizado un buen ejercicio de escritura creativa entre blogueros de forma espontánea.

¿Quieres saber cómo JM Vanjav remata esta historia?. !Aquí lo tienes!

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

sábado, 29 de agosto de 2020

Y voló. N.N. – Día 168, 29 de agosto

 Y voló sin poder volar,
pero de él nunca voló.

Los hilos del aire
no pudieron detener
su caída.

Y cayó,
tantos metros,
que gastó su séptima vida,
la misma que compartió
contigo.

Te abrazo
y abrazo tu dolor.

Naturaleza inquieta,
innata curiosidad
por ver mejor desde la altura,
sin calcularla.
Un accidente
desde el filo del peligro.

Equilibrista del alfeizar
de su ventana
y de sus días.
Su espíritu aventurero,
libre, siempre libre,
la hizo volar, y voló
al cielo de los gatos buenos. 

Fotografía ©Marcos Vázquez Vidal. Todos los derechos reservados.

Adiós, gatita, adiós.
Cuida desde tu nueva casa
de ese corazón que dejas solo,
que también es mi corazón.
Cuidemos de él entre las dos,
para que no caiga,
para que no decaiga.
Sellemos un pacto
chocando mano y pata
chocando pata y mano.

Imagen gratis, libre de derechos, tomada de https://pxhere.com/es/photo/426987

En recuerdo de Mele, una gatita rescatada de la calle, posiblemente abandonada, buena y cariñosa, la gata que en su séptima vida encandiló el corazón de M.
Yo solo te vi en fotografía, pero M. me contaba muchas cosas de ti, y tambien me encandilaste.
D.E.P.

©María José Gómez Fernández


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