lunes, 16 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 1, referido al 15 de marzo

El domingo más raro de los que llevo vividos. De alguna forma, cierta ansiedad, y no quiero desesperarme. Mirar la calle y ver que su pulso está bajo mínimos te deja una sensación de estar dentro de una de esas películas de ataques por arma biológica, solo que en vez de ir con mascarilla y botella de oxígeno ves a las escasas personas que adornan la calle, caminando, por lo general, con un rumbo muy definido, con algo en las manos, solos, incluso desconfiados de las otras personas que ven venir de frente o de aquellas otras cuyos pasos sienten por detrás. Se ve a alguien paseando a su perro, no se ven niños, bueno solo a uno en un carrito empujado por sus padres; las voces de los niños se oyen cuando escapan por alguna ventana pero es como si hubieran desaparecido de pronto. Pocos coches, escaso movimiento, casi el de un barrio de una ciudad fantasma.
Dentro de la casa la vida sigue, con sus rutinas y quehaceres, con el teletrabajo añadido: mañana será mi primer día oficial de teletrabajo; a pesar de que en algún momento he traído trabajo a casa para terminar algo durante un par de horas, mañana esta será la forma de trabajar, entre ordenador y móvil. Psicológicamente este encierro puede terminar volviéndonos un poco tarumbas. Agradezco que exista Simeón, porque al pobre hay que llevarlo a la calle varias veces al día para que haga todas sus cosas perrunas, y gracias a él muevo las piernas, me desplazo más allá de las obligaciones de comprar, comprar o comprar, y a la vez puedo comprobar el ritmo del barrio más allá de los límites de las ventanas y la terraza de la casa.
Me da respeto la calle tan vacía, en un barrio limítrofe entre el bien y el mal como este, valorando las intenciones de los que se cruzan en tu camino.
Me indigna que ciertas personas sean irresponsables y se reúnan en la calle, y hoy lo he visto, a charlar, a beber, a mirar un móvil, a descansar tumbado en un banco (un sin techo con su acordeón y sus bolsas), unos chicos fumando cachimba… Me indigna porque, mientras, otros estamos haciendo lo correcto en beneficio de la salud propia y ajena, pero no es suficiente si no colaboramos todos.
Junto a internet y redes sociales, el teléfono y la videollamada es el otro gran desfogue y oportunidad de vida social sin contacto presencial. Felicitar a mi prima y a mi vecina por sus respectivos cumpleaños, hablar con otros, escribirse con otros. Pero uno se nota como que le falta algo, y es la posibilidad de movimiento y de relación con los otros, la escasa vida en la calle, la libertad de ir o venir. Por muy concienciados que estemos, en algún minuto del día a todos se nos pasa por la mente que nos falta algo, y que cómo estaremos dentro de unos días. Me he prometido tener el día bien ocupado para no acusar las carencias, para llevar esto lo mejor que pueda, con los míos, a los que menos mal que tengo cerca, aunque eche de menos a otros que no sé cuándo podré visitar, pero quiero pensar que será pronto, seguro que sí.
El aplauso desde la terraza a las 8 de la tarde es como una llamada a la concentración, una forma de no sentirte solo, un gesto por otros que también nos devuelve el significado y la razón de este confinamiento. Luego volvemos adentro y seguimos.
Cuando abran las calles… tengo ya planes para ese momento… pero por ahora #YoMeQuedoEnCasa y espero que tú también.
©María José Gómez Fernández
Originalmente publicado en El Doblao del Arte.

domingo, 15 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 0, referido al 14 de marzo

Querido día Pí, además día de cumpleaños de mi hijo mayor… Nunca he vivido una experiencia igual, y ahora me refiero al hecho de no poder abrazar y besar a mi hijo para desearle su cumpleaños feliz, pero en su defecto le dije: “mira, me doy este abrazo fuerte y grande a mí misma, pero es para ti”.
Desde hace días se veía venir, y es más, pienso como otros muchos que estas medidas que hoy empezarán a adoptarse han llegado tarde, que tenían que haberse tomado antes, pero ya no tiene remedio, han llegado ahora y vamos a acatarlas, aunque a todos nos coge desentrenados, fuera de sitio, aunque a todos nos parece estar viviendo una película de ciencia ficción cuando miramos a la calle y vemos que su vida habitual se ha reducido a un mínimo elemento.
Los bares cerraron a las 16:00 horas del día 14 de marzo, aunque aún no se había hecho oficial el Decreto Ley de Felipe v palito, o Felipe R como también firma, pero el Real Decreto está ahí, y todos debemos ser lo más obedientes y respetuosos en su cumplimiento porque es por nuestro propio bien, por nuestra salud y la de nuestros seres queridos y resto de congéneres.
Aunque nos resulte insólito, aunque nos cueste asumir que estamos viviendo una pandemia casi de cine, aunque nos rebote la mente y el cuerpo por las paredes de casa, aunque tengamos miedo por salir o nos de igual hacerlo y queramos saltarnos la Ley, debemos respetarla, cumplirla a rajatabla porque nuestra salud va en ello.
Ayer, día 14 de marzo la vida cotidiana habitualmente conocida dio un vuelco de 180º grados, pero nos quedan muchos días por delante, tal vez más de 15. ¿Quién no tiene una madre, padre, familiar mayor o con algún problema importante de salud?, ¿quién no tiene algún familiar, amigo, conocido que se encuentra trabajando a destajo estos días en alguna de las profesiones que están en primera línea de fuego de este enemigo común, el virus ante el que estamos luchando?, ¿quién no tiene a alguien muy muy cercano que va a sufrir las consecuencias económicas, de salud, familiares, de esta inesperada y sobrevenida sorpresa que está siendo mortal para algunos pero que será una anécdota que muchos podrán contar a sus descendientes en años venideros?
Hoy, por ayer, 14 de marzo, se inicia un periodo muy muy importante para todos los españoles (otros países ya han tomado estas medidas y otros las tomarán en breve), y debemos ser fuertes y obedientes, responsables y conscientes porque nuestra salud se la juega.
Cada vez se ve menos gente deambulando por las calles; algunos salen a dar un breve paseo a sus hijos, otros sacan su perro a pasear (que hasta los animales notan que algo fuera de lo normal está pasando); han desaparecido los vendedores de pañuelos en los semáforos, los trabajadores de la basura (los que se meten en los contenedores a rescatar basura a la que sacar beneficio); no se ven grupos de jóvenes hablando en alto, saltando y riendo mientras continúan su trayecto porque no hay trayecto que continuar; no hay atascos de coches quitando los que vimos por la mañana cuando la gente terminaba sus compras compulsivo-abusivas en las grandes superficies; parece que todos estamos empezando a aprender una lección que tendremos que poner en práctica durante varios días, posiblemente más de quince, esperemos que sean los menos posibles, porque sufren nuestros pequeños y medianos empresarios, nuestros autónomos, se tambalea nuestra economía, se desgastan nuestros efectivos sanitarios y policiales, la población anda a ratos descolocada como vaca sin cencerro, los novios y las novias no pueden citarse más que por conexiones telefónicas o internet, nuestra forma de socializar se limitará a nuestro balcón/ventana/terraza/jardín para mirar cómo otros vecinos hacen lo mismo que nosotros, sobre todo en la convocatoria de las 10 de la noche para aplaudir a todos aquellos profesionales que se la juegan en primera línea: reponedores, cajeras, sanitarios, policías, etc., etc., convocatoria que, por cierto, a partir del 15 de marzo se traslada a las 20:00 horas para que también se sumen a ella los niños. Vamos a dar un aplauso a todos los que trabajan velando por nuestra salud, vamos a aplaudirnos a nosotros mismos por cumplir con la Ley porque esta es la mejor forma de salvaguardarnos del contagio, vamos a aprender a convivir con esta dificultad sobrevenida que sabremos vencer.
#YoMeQuedoEnCasa ¿y tú también?, ¡o eso supongo!

©María José Gómez Fernández
Originalmente publicado en El Doblao del Arte.

lunes, 27 de enero de 2020

Un día raro


Hay días en los que uno se siente extraño y entonces piensa eso de ¡vaya día tan raro!, como queriendo atribuir al pobre día la capacidad de provocar esa sensación extraña que uno siente. Sí, como si uno se encontrara fuera de lugar, pensando que la está liando con todo, que no se sabe explicar o que nadie lo entiende; sin encontrar la palabra que justo necesita para expresar algo, o cambiando una letra por otra al pronunciar repetidamente una determinada palabra con el empeño de corregirse, pero no, en vez de arreglarlo, lo empeora, y uno se siente ridículo ante la mirada de los demás, como si estuvieran viendo sus ideas, sus huesos, su desnudez a través de los ojos, la piel y las ropas.
Así se sentía Pedro esa mañana, deseando que acabara el día cuando apenas había empezado. Se creía observado por todo el que se cruzaba en su camino, ya fuera un pasillo o la otra acera de la calle. Sí, ese día que tenía la defensa de su proyecto ante el tribunal, justo ese día, se notaba que le iba a pasar, que al pronunciar, iba a cambiar involuntariamente muchas eles por muchas erres, o que iba a ocurrir lo mismo con cualquier otro par de letras, y no lo podía consentir, se jugaba mucho.
-¡Pedro Pérez Alcalde! -escuchó que lo nombraban desde la puerta del aula-.
Respiró profundo al tiempo que encaminaba sus pasos hacia la puerta, escuchando solo su respiración, concentrado en un único pensamiento: "lo voy a leer bien" -se repetía-, "no me van a traicionar estas rarezas que me provocan los nervios".
Media hora más tarde salía Pedro por la puerta del aula, con satisfacción rebosando su expresión.
-¿Qué tal? -le preguntó otro compañero opositor-.
-¡Bien, gracias, Juan!. Al menos lo he podido leer bien. Había hecho un buen examen y no me iba a suspender a mí mismo fallando en la lectura por causa de los nervios. Estoy satisfecho.

©María José Gómez Fernández para #relatosRarezas de @divagacionistas (27 de enero, 2020).

Publicado en @divagacionistas.

miércoles, 15 de enero de 2020

Cuatro Scikus por Pachamama


Sobrecapacidad, ¡basta!.
Déficit ecológico, ¡di basta!.
Tierra habla sin palabras.

Con fenómenos extremos
desata sus furias, rompe a llorar,
al llegar a sus límites.

Image by GooKingSword from Pixabay, libre de derechos.

Generosa es
en vida y recursos
anciana Gea.

Parece flotar
con Luna a su lado
bailando al Sol.


©María José Gómez Fernández.
Mi humilde contribución como #polivulgador para #PVTierra de @hypatiacafe (enero, 2020).

miércoles, 8 de enero de 2020

Simeón, otra oportunidad de vida


Hace ya 4 años de estas fotografías. Simeón tiene hoy 4 años y medio, sigue con nosotros. Cuando llegó a nuestras vidas tenía 1 mes y medio, según confirmó al día siguiente su veterinario. Al parecer, el veterinario determinó que había nacido el 14 o 15 de julio de 2015. Nosotros celebramos su cumpleperro feliz el 14 de julio que mola más.
Era y es un perrito cariñoso pero al que no le gustaba mucho que le hicieran excesivas carantoñas y tampoco que le invadieran su espacio. Era y sigue siendo temeroso, a saber qué experiencias tuvo en ese mes y medio de vida antes de formar parte de nuestra casa y nuestras vidas.
Cuando llegan fechas como las que acabamos de pasar sufre bastante por los petardos, cohetes y fuegos artificiales que cerca de casa son extremadamente brutales y pueden prolongarse, sin exagerar, hasta casi las seis de la madrugada, sobre todo en fin de año.
Toma a diario dos pastillas de componentes naturales: una para elevar sus niveles de serotonina y otra para mantenerlos altos y esto le ayuda a sobrellevar sus miedos hacia elementos del entorno.
Padeció con dos años otitis y desde entonces, para evitarle suministro de antibióticos de forma sistemática debe acudir al veterinario dos veces por semana para limpiar sus oídos, y sí, debe ser el veterinario quien le haga esta limpieza porque de su mano es de la única que accede a ser tratado; lo adora y adora ir a su consulta aunque preferentemente está más cómodo cuando no hay ningún otro perro porque eso le produce ansiedad.
No comprendemos qué le ocurre con otros perros para que le causen miedo y ansiedad porque desde siempre se ha relacionado y jugado con ellos pero nunca ha querido permanecer en grupos medio numerosos de canes y se ha apartado con prudencia.
Cuento todo esto y podría contar otras cosas más porque igual, otros humanos ya habrían tirado la toalla con un perro así, pero nosotros seguimos a su lado, procuramos que se sienta bien, que sus días sean lo mejor posible para él y que se encuentre en casa como uno más de la familia.
Nos ha cambiado la vida, en un sentido porque tenemos que dedicarle más atenciones y cuidados, en otro sentido porque nos da cariño y se preocupa por nosotros cuando nos ve mal, y por último, porque se ha hecho un hueco en nuestro día a día y en nuestros corazones que será difícil de llenar el día que deje de acompañarnos. Pero hoy por hoy, ahí está Simeón, nos quiere y lo queremos.


Imágenes, ©María José Gómez Fernández, todos los derechos reservados.

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