Eran casi las 6 menos diez de la tarde del 22 de diciembre cuando se puso el sol, dando paso a la entrada de la noche que duraría hasta pasadas las 8 y media del día siguiente, sin duda la noche más larga del año.
Cuando era pequeño me daba verdadero miedo escuchar a mis mayores decir que esa iba a ser la noche más larga; me iba pronto a la cama después de cenar y sin embargo no conseguía conciliar el sueño hasta que el agotamiento me vencía, porque durante mucho rato, horas eternas para mí entonces, pensaba que en esa noche tan larga ocurrirían cosas que terminarían haciéndonos daño. Acurrucado entre las mantas, con la cabeza tapada hasta la coronilla, imaginaba que alguien entraría en casa y nos raptaría, o que caeríamos en un abismo oscuro cuando estuviéramos durmiendo, y moriríamos sin enterarnos. Pensaba en infinitas horas de oscuridad que evitarían que nunca más volviera a ser de día, es decir, que en La Tierra siempre sería de noche, lo que me hacía pensar que la larga noche provocaría el advenimiento de una especie de fin del mundo, aunque sin llegar a serlo. Una elucubración me llevaba a otra, y cada nuevo pensamiento se volvía más retorcido; daba mil vueltas en la cama, cansándome de tanto moverme, sudando a pesar del frío, propio de la entrada del invierno, que también sucedía esa noche, y todo junto, el invierno y la noche más larga, se me figuraban como entes terribles que nos atraparían en un limbo incierto, como si fuéramos a ser tragados por un agujero negro.
Imagen ©Paul Volkmer, libre de derechos. Tomada de Everypixels free: https://www.everypixel.com/search?q=&authorname=Paul%20Volkmer |
Al despertar por la mañana siguiente me sorprendía por verme de nuevo sano y salvo en mi cama, cuya ropa parecía haber sufrido una auténtica batalla, claro está, la que había mantenido conmigo mismo, por evitar ser devorado por la noche más larga que estaba a punto de terminar. Me alegraba comprobar que por las rendijas de la persiana entraba un tímido reflejo de la claridad del incipiente amanecer. Con alivio empezaban a quedar atrás los pensamientos lúgubres y tenebrosos que me habían acompañado en la vigilia horas antes.
Ahora que han pasado muchos años, esbozo una sonrisa cuando refiero mis recuerdos infantiles sobre la noche más larga pero sé bien que en la noche ocurren cosas buenas y también malas, no tan lóbregas como las que yo imaginaba, aunque a veces...
©María José Gómez Fernández para la convocatoria #relatosEntrada de @divagacionistas de 23 de diciembre, 2019.
Aquí se puede leer la recopilación de #relatosEntrada de @divagacionistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario