Entrada la medianoche yo seguía esperándolo a la puerta del bar, con sentimientos encontrados, entre preocupación y cabreo por el retraso. Me juré que una vez terminada la copa me marcharía sin más, así que encendí un cigarrillo para acompañar el tiempo. Al rato observé que un tipo pretendía acceder al pub por la puerta de salida; un segurata le impedía el acceso capeando la insistencia machacante del hombre. Me percaté de que era mi amigo y me acerqué para quitar hierro al asunto mientras pensaba "este se está colando con media entrada". Pablo me reconoció con cierta dificultad, lo que delataba su perjudicado estado de ebriedad. Dejé mi copa y me llevé a Pablo dando tumbos.
Fuimos a mi casa; en su estado no quise abandonarlo a su suerte ni reprocharle su retraso, mi larga espera o la pérdida de mi querida entrada al concierto de GUNS N' ROSES.
Se echó en el sofá como si fueran los brazos de un amante al tiempo que rompía en llanto inconsolable. Entre sollozos y voz resbaladiza me contó que el día antes lo habían despedido del trabajo; desde entonces vagaba de bar en bar sin saber cómo reconducir su vida y afrontar los pagos de la moto y del piso, de los que meses antes había pagado la entrada.
Imagen ©MichaelGaida, libre de derechos, tomada de Everypixel free. |
Luego se quedó dormido, y mientras yo cavilando cómo podría ayudarlo, y así amanecimos. No quise despertarlo porque dormía como si no hubiera un mañana y quería evitarle su baño de realidad.
Me acordé de Macarena, amiga de siempre y algo más, que dirigía una empresa familiar de portes rápidos a domicilio. Por teléfono quedamos a la entrada de su negocio y al despedirnos respiré con un soplo de esperanza.
Desperté a Pablo con un café calentito y una sonrisa. Me pareció más envejecido que nunca, incluso con la entrada del pelo más notoria.
-¿De qué te ríes, gilipollas? ¡Estoy yo para risitas! -me escupió en la cara a modo de buenos días-.
- ¡Yo también te quiero!. ¡Porque somos amigos que si no te iba a aguantar tu abuela! -le respondí-, ¡vamos!, arréglate un poco que hemos quedado con Macarena.
Me miró sin verme y respondió con un cordial ¡vete al carajo!.
Dos horas más tarde me dijo mil veces gracias y lo siento dos mil. Macarena y su oferta de trabajo lo habían devuelto a la vida con una entrada triunfal.
©María José Gómez Fernández para la convocatoria #relatosEntrada de @divagacionistas de 23 de diciembre, 2019.
Aquí se puede leer la recopilación de #relatosEntrada de @divagacionistas.
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