De: blogdenjan.blogspot.com |
Su interlocutor no pudo contenerse y estalló, como era de esperar.
El diablo se frotó las manos, se encogió de hombros, miró a izquierda y derecha, miró hacia donde se situaba la corte celeste, escupió al suelo, blasfemó -¿el diablo blasfema?- y asombrado sentenció sin alardes:
-Estas cabronas casi me ganan la partida. Son tan malas como yo mismo: corruptas, ineptas, estúpidas, ineficaces y para rematar: incautas y descuidadas. Las han pillado, aunque no se pueda demostrar porque la subjetividad de los hechos complica la defensa.
Y añadió:
-¡Son peores que yo! Ni yo lo hubiera hecho tan bien, aunque tienen que refinar sus métodos...
Después de escucharlo le dio la espalda, entendió que no podría hacer más, que su historia, triste e injusta historia, no tenía solución final, que ella misma debía desencadenar su desenlace, dedicando sus maltrechas energías a hacer cosas que realmente le produjeran satisfacción; muy simple, ser valiente y centrarse en lo que más te guste, en lo que más te aporte. Muy simple y sin embargo, nada fácil. Pero debía seguir avanzando en su camino.
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