viernes, 20 de agosto de 2021

Todo está bien

Voy haciendo creer a todos que estoy bien; sonrío y hasta río, me ocupo a duras penas de mis obligaciones, sigo adelante como por la inercia de la supervivencia. Pero la realidad es bien diferente porque en la intimidad, o simplemente al volver la espalda, dar un giro, darme la vuelta, la tristeza toma cuerpo, la desazón y la soledad se instalan y reflejan su brillo en mi rostro, llenan el silencio, lo engrandecen, evidencian mis carencias, producen un eco con tu ausencia y me permiten la licencia de que asome alguna lágrima, aunque la gana de llanto es mayor que una simple lágrima, tímida, incipiente, que la piel absorbe sin casi dejarla resbalar mejilla abajo.

Cuando consiga llorar por fuera lo que llevo por dentro no sé si alcanzaré a desahogar esta angustia triste, este nudo, la carencia, la ausencia, todo lo que ahora no tengo; pero no lloro por mí, ni por ti, sino por no haber sabido conservar en su justo punto lo que teníamos; lloro por tener que mantenerlo en equilibrio sin tu presencia física, sin tu abrazo, sin tu cuerpo a cuerpo conmigo, con casa pero sin ella, con sueños en lontananza, carcomidos por el paso del tiempo, ese tiempo que nos envejece y que nos está haciendo perder nuestros últimos mejores años.

©María José Gómez Fernández

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