domingo, 9 de mayo de 2021

Ahora que termina el estado de alarma

Lejos, ya parece que queda lejos, y solo ha pasado un año, nada más y nada menos que un año, y en todo ese tiempo nos empeñamos en decir que hemos cambiado, cuando lo que han variado son las circunstancias que rodean nuestras vidas, y tal vez, nuestro comportamiento y la perspectiva para afrontar el día a día; sí, puede que en algo hayamos cambiado, según eso, mas en general, la estupidez humana no ha variado un ápice, o sí, porque algunos son hasta más estúpidos que antes.

Ahora que termina el estado de alarma, casi un año después, hay muchas personas irresponsables que confunden fin de estado de alarma con fin de la pandemia. Esta es una de las cosas que vienen a demostrar que la estupidez humana es inalterable.

Un año sin ti, tú sin mí; miles de personas que nos faltan porque murieron por otras causas, o murieron inesperadamente al contraer el virus, o se suicidaron por no saber gestionar las penurias económicas. Un año que nos permitió reflexionar -a quien lo hiciera-, disfrutar del entorno cercano, del hogar, las pertenencias, las personas allegadas, y valorarlo; un año de la vida que se ralentizó, casi se detuvo; tiempo de solidaridad, egoísmos, silencios, ausencias, creatividad, interrogantes, incertidumbres. Un año en el que cambió la rutina, el pulso diario, y para muchos, la prioridad que se otorga a los valores.

Un año teniéndonos sin tenernos, comunicándonos en la nube, entendiendo que era imposible decir adiós para siempre, aprendiendo a darnos espacio, a volver a respetarnos, a comprender que hay que saber decir hasta luego para después volver a encontrarnos, aunque para eso aún debe pasar más tiempo.



©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

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