redoblaron en seco,
y no quise saber
si para mal
o para bien,
pero sí supe que estaba sola...
Al fin,
tus ojos me dieron
una tregua.
Dejaron de mirar,
de vigilar,
de inquirir,
de lanzar tropelías;
dejaron de asediar
y de comer,
cesaron de devorar,
incansables,
desnudando
los míos,
desnudándome.
Se cerraron sin parpadear
y se durmieron contigo,
para soñar con los míos
dentro de mi sueño.
©María José Gómez Fernández, todos los derechos reservados |
©María José Gómez Fernández
Publicado también en El Doblao del Arte.
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