viernes, 31 de julio de 2020

En la distancia. N.N. – Día 139, 31 de julio

Nos une la luna,
la misma luna
que vemos los dos
muchas noches
en la distancia...

Y ya que estamos tan lejos...
hazme el amor con tus palabras...

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Imagen gratuita obtenida a través de editor de Wordpress

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

jueves, 30 de julio de 2020

Pienso en azul. N.N. – Día 138, 30 de julio

A ratos pienso en azul,
el del mar que me cala,
que rompe sus olas
en mi recuerdo.
Cómo te echo de menos,
mar, el mar, mi mar,
bravo y manso,
frío y cálido,
azul, azul, y también
gris metálico
o rojo anaranjado,
pero sobre todo azul...

Mar, el mar, mi mar,
cómo te echo de menos,
oler tus olas de sal,
lamiendo con su espuma
mis pies, mi cara,
mi cuerpo,
renovando mi energía,
mar, el mar, mi mar,
con tu vaivén
sempiterno,
y por eso, y más,
a ratos pienso en azul...

©María José Gómez Fernández

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

miércoles, 29 de julio de 2020

Sin remedio, mi despedida. N.N. – Día 137, 29 de julio

La vida casi intacta,
por un despiste,
en un segundo
quedó detenida.

Lo supe por su boca
y por los ojos tristes
de esa madre entera,
aún absorta
en la vorágine desatada
tras la marcha inesperada.

Dejas tres almas rotas
y por ellas velarás.
Dejas un futuro sin escribir,
estudios por terminar,
amigos que te recordarán.

Minutos antes hablasteis,
quién sabe si fue el azar
brindando la despedida.
Poco después otra llamada
confirmaba para siempre
tu partida, inevitablemente,
nada se pudo hacer
para salvar tu vida.

Guapo, inteligente, inquieto,
eterno joven veinteañero,
hace catorce días ya.
Tuve la oportunidad
de conocerte y hablar
unos minutos contigo,
hace casi un año.

Me ha dolido
conocer tu destino.
Me ha dolido
que la vida sea tan dura,
que la muerte sea tan cruel.
Decir lo siento es poco,
me ha afectado,
me ha dolido,
me ha impactado.

Descansa para siempre en paz,
y desde todas partes donde estés
cuida de tus tres almas rotas.

©María José Gómez Fernández

Para Fernando R-M R, y su familia, con todo mi respeto, cariño y dolor: Lola, Daniel y Juan.

Publicado originalmente en El Doblao del Arte.

Ventilador: haiku. N.N. – Día 136, referido al 28 de julio

Gira insomne,
de su ruido al compás
el aire mueve.

Imagen de Bruno /Germany en Pixabay . Libre de derechos.


©María José Gómez Fernández

lunes, 27 de julio de 2020

El levante, la luna o el calor: gente especial de La Isla. N.N. – Día 135, 27 de julio

No hay una explicación pero es fetén que en todos los pueblos hay un tonto, el tonto del pueblo, al que llaman así cariñosamente porque es una persona como adoptada socialmente por todos, incluso se podría decir que todos la sienten como suya y que hasta forma parte del patrimonio inmaterial del lugar. No solo hay "tontos" en los pueblos, también en las ciudades y en nuestro entorno más cercano. Hoy día no es de recibo llamarlos así sino que se opta por referirse a ellos como personas con discapacidad mental o psíquica, y en ese saco, entre otras muchas discapacidades y enfermedades psíquicas, también entran los que en otros tiempos se llamaban los tontos del pueblo, pero siempre sin ánimo de ofender.

Recuerdo varios casos, todos ellos de La Isla (de León), por ejemplo, El Bustillo, un compañero de instituto del que nunca más supe, pero que en los cursos de BUP y creo recordar también COU, la liaba parda para abrir un caramelo, tanto que interrumpía el ritmo de la clase y todo el mundo prestaba más atención a El Bustillo y a su caramelo, si lo pelaba o no, que a la explicación del profesor. Otro caso era un individuo que se enfadaba y mucho cuando le coreaba la chavalería por la calle "El Pilao bobobó" y salía corriendo detrás de quien fuera, y más te valía correr...

En otro nivel estaba otro individuo, del que no recuerdo el nombre, pero que solía ir por la calle o solo, o empujando un carrito de mercancía, y siempre caminaba a una velocidad de vértigo, eso sí, como alguien le nombrara a su hermana, ese alguien podía darse por perdido. También en otro nivel estaba Adolfito, un tipo curiosísimo y de estatura desproporcionada que destacaba entre la multitud, y que gustaba pasear con paso lento y acompasado, como si fuera el mismísimo alcalde; tanto gustaba exhibirse y mostrar su poderío en público que en las procesiones de Semana Santa tenía el cielo abierto para caminar delante del paso junto con la representación de la cofradía y también de las autoridades locales, y ese día lucía chaqueta. Los chavales le coreaban "Adolfito maricón" y él corría tras quien fuera.

El Profeta era el caso más doloroso, recibió corrientes eléctricas en un manicomio y temía que ELLOS volvieran a buscarlo. Era buena persona y hablaba como si fuera un enviado divino.

©María José Gómez Fernández

Esta es mi aportación a la convocatoria de julio #relatosLocura de , lunes 27.



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