martes, 8 de septiembre de 2015

Con el alma al aire: Reencuentros


Un día especial e inolvidable. El tiempo casi se detuvo y nos dejó mirar en él como se mira un reflejo en un estanque cristalino. Así surgió una magia capaz de hacer posible que reviviéramos momentos pasados pero a la vez tan presentes...
Cuántos lugares que nos recuerdan a aquellos años!! Uno de ellos y posiblemente el principal, el Instituto de Enseñanza Secundaria (ISLA DE LEÓN), donde nos conocimos y comenzamos a relacionarnos, donde nos escogimos sin por ello descartar otras amistades, donde tantas y tantas horas pasamos, donde tanto vivimos, entre sus paredes, en sus patios. Se me llenan los oídos del griterío de la chavalada a la hora del recreo, comprando bocadillos en las tiendas aledañas, y volviendo a toda prisa hacia el recinto escolar para apurar los minutos en alguna broma o hilvanando confidencias…



©Elisa María Bernal Roldán, María del Carmen Calderón García, Angela María Correa Forero,
María José Gómez Fernández, derechos reservados


Después de 25 años sucede, como por arte de magia, y las cosas, el ambiente, los lugares, las emociones, recobran la inercia de ayer como renovada de repente, como devuelta por una ola que rompe en la orilla de la playa. El tiempo parece no haber transcurrido y las risas y las charlas se producen como si se retomaran de unas horas antes. Se palpa algo muy de verdad que surge desde dentro, con natural desenvoltura. En ese instante se evidencia un nexo que nada ni nadie ha podido romper: la amistad reencontrada, la continuación de la historia, lo auténtico devuelto por la vida, prestado sin permiso y aceptado sin rencor.

La vida es bocanadas de aire que llenan un respiro profundo con soplos ligeros de armonía y desazón en equilibro.


©María José Gómez Fernández

viernes, 4 de septiembre de 2015

Evita el plagio

Evita el plagio, no copies, cita la fuente y predica con el ejemplo.

La imagen de la derecha fue elaborada por mí hace unos meses.
La imagen de la izquierda ha sido elaborada por otros hace unos días.
Ambas han sido realizadas en el entorno del trabajo para publicitar la apertura de nuestros servicios los sábados.
Lo curioso es que quienes se han inspirado en la mía para realizar la otra no tuvieron el detalle de poner un favorito en twitter ni un me gusta en facebook ni hacer un comentario, cosa que sí hicieron compañeros de otras cuentas.
Llama la atención que precisamente los que están siempre instruyendo sobre el plagio y cómo evitarlo hayan sido los primeros en practicarlo, inspirándose en una idea plasmada en una composición fotográfica sin ni siquiera decir a su autora qué buena idea tuviste, la vamos a utilizar.

El mensaje que aporta una cremallera abierta es claro, utilizarlo en una imagen se le puede ocurrir a mucha gente pero es una casualidad que unos tengan la ocurrencia justo después de haber visto la idea elaborada por otro, con el mensaje aplicado a la apertura de los servicios de biblioteca el sábado, y aplicarla exactamente para lanzar el mismo mensaje. Eso sí, la cremallera de la imagen de la izquierda es menos llamativa y en cuanto a la composición fotográfica y el conjunto prefiero el que yo misma elaboré, que emite con mucha más garra, la imagen de la derecha, que por cierto ya lleva varios meses difundiéndose en facebook y twitter.

jueves, 13 de agosto de 2015

Con el alma al aire: Espejismos del contratiempo

La escasa brisa de la tarde que ya escudriña la noche trae un olor marino consigo, salado, fresco y con cierta carga de humedad, con un toque de algas y arena mojada que flota en el ambiente. Es la hora mágica en la que el sol grande y anaranjado, como una enorme bola incandescente, se esconde caprichoso allá en el horizonte, entremetiendose entre cielo y mar dejando, en su marcha, todo teñido de una gama naranja amarillenta que después va tornando en rosácea y finalmente se antoja morada, cuando la oscuridad es casi completa y aún más, si unas pequeñas nubes grisáceas, en parsimonioso movimiento, adornan el conjunto que más bien parece una acuarela.
O es mi imaginación, unida a mi deseo por verme en tal escenario, que aún con los ojos abiertos, me hace ver distorsionada la realidad. Contemplando las nubes que se desplazan hacia el oeste, tropiezan mis ojos con las antenas de los edificios que se levantan junto al mío, con su grupito de vencejos buscando un hueco donde posar su incansable vuelo, y bajando la vista, en vertical, ventanas cerradas por vacaciones, persianas hacia arriba mostrando tenue luz que no avive el calor en el interior, algún vecino paseando o simplemente de regreso a casa, moviendo su persona en un andar pesaroso, como si arrastrara una carga pesada, una mini pandilla de chavales marginales que vociferan entre ellos lanzándose palabrotas mientras propinan patadas a cualquier objeto que encuentran a su paso arrollador. Ahí va también la mujer de Antonio, que irá a buscarlo a algún bar cercano. Camina con gran esfuerzo y en cada paso desploma la pierna derecha y luego la izquierda, y así va avanzando hasta llegar a su destino, que pronto tendrá que abandonar, de nuevo detrás de Antonio, como los marineros, para ir a otro puerto con bar.

sábado, 8 de agosto de 2015

Con el alma al aire: El contratiempo (2)

Estoy segura de que en más de una ocasión has sentido la impotencia y la frustración que yo ahora siento; querer hacer cosas y no poder, y para colmo, por un estúpido e imprudente contratiempo.

Cómo puede condicionar tanto algo que ocurre en unos segundos y después necesita días para volver a recuperar, al menos, el punto del que partió. Así que, aquí estoy, no sólo perjudicando y fastidiando mis propios y escasos planes de vacaciones, sino también los deseos de mi madre por vernos y estar acompañada, y los de mis hijos, que no tienen más remedio que acomodarse al lento transcurso de mi recuperación. Necesitar que te echen una mano, nunca mejor dicho, para comprar, cocinar, recoger, ordenar, y para cosas simplísimas y acciones cotidianas, que de otro modo no valorarías su complicación y el esfuerzo que requieren, como vestirte, desvestirte, lavarte, abrir el desodorante y aplicártelo, poner pasta en el cepillo de dientes, desenchufar el cargador del móvil, y así, un sinfín de actividades personales y no personales que se convierten en un auténtico reto, como por ejemplo, manejar el ordenador o escribir un manuscrito.
Obviamente escribo con la mano izquierda. No tengo la precisión y velocidad que tendría si lo hiciera con la derecha, pero me apaño con dignidad. La letra resultante tiene un trazo que parecería haber sido realizado por un niño de nueve o diez años, pero se entiende bastante bien al leerla.
¡A mi edad y haciendo pruebas de caligrafía! Como desde muy pequeña he tenido problemas de quistes en los escafoides de ambas manos, hace mucho determiné aplicarme y aprender a escribir con la mano izquierda ya que la derecha estaba perjudicada más a menudo. Así, en el colegio y después en el instituto y en la universidad he utilizado la izquierda en incontables ocasiones para realizar ejercicios y trabajos, y sobre todo para tomar apuntes. Nunca he debido usarla tantos días seguidos como ahora, así que se podría decir que además de practicar está desarrollando una inusual destreza.
Mi sentido de la precaución también se ha propuesto ser más diestro para evitar accidentes como éste, que por un descuido ha tenido la consecuencia de aplastar y arrastrar un cristal en mi mano, que luego ha quedado desgarrada.
Casi quince días después de un instante de descuido me han confirmado que no perderé el trozo de carne, pero no me pueden decir cuántos días más estará inutilizada la mano. Lo que está claro es que este contratiempo ha dado al traste con un mes de vacaciones y ha defraudado las expectativas e ilusiones propias y ajenas.
El paracetamol va haciendo su efecto y ahora agradezco que me duela menos la herida, aunque no puedo decir lo mismo de sus consecuencias, que esas, desafortunadamente, no se matizan tomando un paracetamol.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Con el alma al aire: El contratiempo (1)

El mayor desafío en ese momento fue afrontar otro nuevo contratiempo. Añadir, a la escasa mira de planes y a la estrechez de tiempo, un inoportuno accidente se tornó en un revés, un auténtico mazazo preocupante. Carecía de sentido lamentar el infortunio que suponía para las aún añoradas vacaciones cuando lo realmente lamentable era el accidente en sí, la curación adecuada de la herida y el deseo de que no tuviera mayores consecuencias que romper el rítmo aletargado y caprichoso que ofrecieran los días libres.
Lo primero era aceptar, después, lidiar con la resolución de atender lo mejor posible la última semana de trabajo antes de las vacaciones. En paralelo, se trataba de convivir con la herida y atenderla debidamente, con ayuda de los consejos del médico y las curas en el centro de salud, las incomodidades para el devenir diario, las incapacidades para hacer las cosas más simples, y el dolor tremendo y cruel de ese tajazo en la mano, del tamaño de una moneda de cinco céntimos y con la forma de una herradura, pero de la mala suerte.
Mala y maldita la suerte de ese instante en el que la mano quedó, por torpeza y descuido pero sin intención, desgarrada. Ahora, una vez cosida por el personal de urgencias del Hospital Vírgen del Rocío, y ya en casa, en las primeras horas, el dolor le retorcía los sentidos, de tal forma que, con ayuda del potente analgésico logró rendirse al sueño reparador.
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