jueves, 4 de abril de 2013

Con el alma al aire: De vuelta (2)

Se despidieron del grupo de conocidos y subieron a casa mientras el bar empezaba a recoger para cerrar pronto sus puertas. Otros ya se habían retirado un rato antes, y el resto de clientes lo iba haciendo poco a poco.

El silencio de la noche se rompía a intervalos por la sirena de una ambulancia que enfilaba camino al hospital Virgen del Rocío con gran velocidad. Para la gente del barrio un sonido familiar que podía oírse de día y de noche pero que en la noche podía desgarrar y levantar inquietud, clamando desde la oscuridad como el grito del que pide ayuda con desespero. La sirena con su acompasado ritmo fue alejando su reclamo hasta que finalmente dejó de oírse y de nuevo se instauró el silencio, tan sólo roto por algún coche pasando por la avenida, por el eco de la conversación de algún transeúnte.

De los altavoces del ordenador fluía la música suave con volumen adecuado para no distorsionar la magia de la estancia, iluminada por una tenue luz de vela cuya llama cambiaba de forma y tamaño a voluntad. Una copa de licor, un baile lento, miradas cómplices y el lenguaje corporal ponían la guinda al espacio y al momento íntimo. Unas horas después, consumido el licor, apagada la vela, la música susurrando al fondo, el cansancio hizo mella y el sueño los embargó sin preguntar.

Las primeras horas de la mañana los sorprendió acomodados entre sábanas, con las primeras luces filtrándose por los agujeritos de la persiana. Con los ojos llenos de sueño y el cuerpo perezoso se permitieron un rato más.


Partes completas: Con el alma al aire

Con el alma al aire: De vuelta (1)

Tras realizar la llamada prometida comprobó los mensajes en el buzón de voz del teléfono; tan sólo había dos llamadas, nada de interés, una de número no identificado y otra de un móvil que no sabía de quién era; ningún mensaje pendiente de escuchar. Dejó el teléfono en la base y se apresuró a deshacer el equipaje, como tantas veces había hecho y como tantas otras tendría todavía que hacer. Revisó las habitaciones, cerró bien las ventanas, conectó el aire acondicionado para calentar la casa. Miró la hora, buscó el cargador del móvil, lo enchufó, encendió un cigarro, comprobó de cuánto dinero disponía, preguntó a sus hijos:
-¿Queréis que pida unas pizzas a Angelita?
-Bueno... -dijo el mayor dubitativo-, pero si va a tardar mucho, entonces no, porque tengo hambre.
-¡¡¡Síiii!!! -exclamó el pequeño haciendo fiestas a la propuesta- ¡tengo muchas ganas de comer pizza!
-Claro, es que hace ya unos cuantos días que no las comemos -dijo Axi-. Bien pues bajo y en cuanto las tenga preparadas os las traigo. Nosotros igual tomamos algo abajo, ¿no os importa?
-No mamá -respondieron los dos-, pero a ver, porque después dices que estás cansada... -completó el mayor-

Había poca gente por la calle, al menos en el barrio, seguramente a causa de la crisis, pero también porque había partido de fútbol. En el bar sí que había más gente, estaba lleno de forofos que no podían ver ese partido en casa porque no tenían Canal Plus y allí mataban el tiempo del encuentro consumiendo sólo lo que pudieran pagar, que la cosa no estaba para tirar la casa por la ventana.
Veinte minutos después estaban las pizzas listas para llevar y de inmediato Marc las subió a casa, bajó de nuevo y tomaron allí algo para cenar y de paso despejaron la cabeza charlando y riendo con un grupo de gente divertida, habitual del sitio.
-Ya se os echaba de menos -dijo Nadia-
-¡Hombre, menos mal que aparecéis! -añadió Sete-

Casi a punto de dar las diez y media, la noche estaba empezando, y aunque se encontraban junto a casa y volverían pronto, una brisa renovada y fresca se dejó sentir en sus rostros, augurando un rato distendido, de esos que luego gusta recordar.


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miércoles, 3 de abril de 2013

Con el alma al aire: La despedida (2)

Llevaba la radio puesta con una buena emisora que al sacudir rock por un tubo contribuía a mitigar la sensación de ahogo e impotencia, de tristeza sublime que le oprime el pecho cada vez que se separa de su madre, tiempo antes también de su padre. La música la transportaba hacia los momentos únicos de esos días que acababan de terminar, ya fueran buenos o malos, divertidos o aburridos, podía revivirlos gracias a la música y éso difuminaba el punto de ruptura de la despedida y lo convertía en un punto de inflexión a partir del cual el tiempo se acortaba camino hacia el próximo reencuentro.
No es fácil decir adiós y menos cuando te despides de alguien de cierta edad o de alguien que no está bien de salud porque nunca se sabe qué puede pasar, y aunque nadie está libre de mal, la ley de la vida se impone. Te duele pensar cómo se las arreglará para hacer sin tu ayuda ciertas cosas, a quién recurrirá, si sentirá la soledad revoloteando a su lado, si tendrá cuidado y no se subirá en aquella escalera para alcanzar un cacharro en la cocina, si no resbalará en el baño, si cerrará bien las puertas por la noche, con quién irá a la cita del médico (y tú sin poder acompañarla). Infinidad de pensamientos recurrentes y cíclicos que se vienen una y otra vez en el transcurso de los días, en el insomnio de las noches, que hacen sentir hasta culpa por no tener el don de la ubicuidad, por no ser superwoman y acudir a todo lo que uno quisiera o debiera.

Entre tanto el paisaje pasa rápido junto a la ventanilla lateral del coche, como si viajáramos dentro de un túnel de acuarelas y suena la música. Le apetece llegar a casa, hacer la llamada que prometió para confirmar su llegada, desdoblar y recoger todo el equipaje que unas horas antes dobló, buscó y guardó, y salir a la calle a respirar hondo mientras se toma una cerveza en compañía de los conocidos del barrio. Después de todo ese ritual, coronado por bromas y risas, comentarios y puesta al día de novedades, todo volverá a algo parecido a la normalidad habitual, y podrá descansar con ganas en su cama, arropándose con sus sueños.
Ahora ya sólo faltan 25 kilómetros para llegar. Un haz de resplandor puede verse a lo lejos: son las luces de Sevilla; las de La Isla las lleva en su pensamiento.


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martes, 2 de abril de 2013

Con el alma al aire: La despedida (1)

No podía ver con claridad con las lágrimas asomando al borde de los ojos, como queriendo derramarse sin conseguirlo. Con el revés de la manga se limpió la mucosidad acuosa que bajaba por la nariz hacia la boca. No quiso tocarse los ojos para que ella no se diera cuenta de que estaba llorando, para evitar que el momento se hiciera aún más duro, incluso esbozó una sonrisa que sabía que advertiría desde la distancia que las separaba y al mismo tiempo gesticuló con la mano como simulando un teléfono y le dijo:
-Te llamo cuando llegue.
Sabía que no la volvería a ver en semanas y éso hacía más difícil decir un hasta luego que era la fórmula perfecta para suavizar un adiós, hasta pronto.
Caminó unos pasos sin mirar atrás, abrió la puerta del coche, subió y se acomodó y agitó la mano saludando. El coche arrancó y se puso en marcha y también la cuenta atrás hasta que volvieran a verse. Cada vez era más duro despedirse.
Luego se sumió en un enjambre de pensamientos y sentimientos, recuerdos inmediatos y lejanos, nostalgias y anhelos, risas y bromas que ayudaron a acortar los kilómetros que las ruedas del coche machacaban en el asfalto de la autopista.


Partes completas: Con el alma al aire

miércoles, 13 de marzo de 2013

El Guasa

El Guasa no es el apodo por el que conocemos a nadie, no es uno muy muy gracioso, no, y tampoco es un tío muy bromista; no es nadie del barrio ni del pueblo, y en realidad tampoco es ninguna persona, pero el caso es que todos lo conocen. Bien es verdad que su nombre es otro. Me explico y ya veréis que enseguida sabéis de qué hablo.
El Guasa es una aplicación, o sea, un software para mensajería instantánea, utilizado sobre todo en dispositivos móviles. En muchos sitios de Andalucía, asimilando la pronunciación inglesa del término con su casi homófona castellana, pronunciada en andaluz, se pronuncia y escribe Guasa (de broma, claro está) para referirnos a la aplicación WhatsApp.
Tuve conocimiento de su existencia a través de una amiga, mi querida vecina Cefe, que en cuestión de diez minutos me impartió una clase magistral express, sin tutorial. Al poco rato de recibir esta formación ya teníamos El Guasa instalado en dos teléfonos en casa. Según parece, a muchas personas les ha ocurrido igual que me ocurrió a mí, por lo que deduzco que el uso extensivo de El Guasa se ha debido a la transmisión oral.
De: http://www.kreacion.es
Y todo el mundo se guasea, móvil en ristre, para cualquier cosa: una cita, una conversación, enviar un chiste, la foto de los niños, la foto de la tortilla que acabas de hacer, en fin, cualquier cosa, como digo.

Pero hace unos días empezó a desatarse la alarma: El Guasa se iba a volver de pago, con una cuota insignificante, bueno, pero ya no iba a ser igual, porque lo gratis nos gusta a todos y el pago mucho menos, por no decir nada; y lo peor no es ya el hecho del pago en sí, esa cantidad tan pequeñita, sino el tener que andar dando tus datos bancarios y encima para tan poco dinero.

Ante la inquietud que produjo tal alarma entre los usuarios de El Guasa, entre los que me incluyo, pensé poner en mi muro de facebook una entrada en mi estado para compartir con mis conocidos y seguidores el rumor hecho noticia en nuestros propios móviles, en la radio, en la prensa(1), pero también pensé compartir la noticia para buscar opinión sobre otras alternativas.

AVISO A CHATEANTES DE MÓVIL:

LINE es una buena alternativa a WHATSAPP.

OJO: Whatsapp será de pago a partir del próximo día 22 (marzo)

Gracias a este aviso pude intercambiar opiniones e interrogantes con mis amigos. Había aplicaciones que lo podían sustituir decentemente pero, además del inconveniente de dar los datos bancarios si se continuaba con El Guasa, estaba el de comunicar el cambio a todo el "equipo" de contactos si es que se optaba por cambiar.
Un trastorno por donde quiera que se mire.
De: http://www.latostadora.com
Entre las opciones a El Guasa estuvimos barajando LINE, con chat gratuito pero sms y llamadas por cobro; SKYPE, con sms y chat gratuitos pero llamadas con coste, y VIBER, que en otro momento había sido gratis hasta para llamadas pero que ahora sólo era gratis para chat porque para sms y llamadas tenía coste.

Los comentarios derivados de mi entrada de estado en facebook fueron más allá de la elección de un sustituto a El Guasa y mi prima me pidió que escribiera algo sobre ésto, y yo, obediente, así lo estoy haciendo.

Nada de ésto ocurriría si el móvil no estuviera instalado en nuestras vidas de forma tan poderosa. Cuando el mundo estaba cubierto de árboles no hacían falta los teléfonos ni otros dispositivos portátiles. Hoy en día no sólo queremos tener un teléfono para llevarlo incluso a la cama como despertador sino que queremos que el teléfono se conecte a internet, que nos sirva de radio, que nos permita escuchar música, que nos deje grabar vídeos, hacer fotos, grabar sonido, jugar, ubicarnos con geolocalizadores, etc. Si no tienes un móvil medio qué, pues hasta te miran rarito y todo.Y claro está, de ahí que mi prima saltara, porque según decía, ella tenía un móvil prestado porque a su compañero de trabajo le daba vergüenza verla con el Nokia con celo o fixo que le daba servicio, y por éso le había prestado el suyo antiguo. Mi prima, claro está, quería subirse al carro de los dispositivos de nueva generación pero lo quería que fuera smartphone y como es normal, los que le gustan son caros, y luego hay que tener en cuenta que hay que hacer el contrato, porque a ver, ya que cambias, pues cambias, y el que tenía ahora era de tarjeta (una ruína total). Se preguntaba si es que ella era rácana o es que todo se salía de presupuesto, sobre todo en lo que a teléfonos móviles se refiere. Pero ella misma se respondía, porque decía que igual sí era rácana para asuntos como éste, pero que con otras cosas no lo era, y añadió que los teléfonos son una esclavitud, que además, si te llaman y no lo coges por el motivo que sea, encima la gente se enfada y te dice: "¡es que he estado llamándote!".
Y terminaba diciendo mi prima, que en su casa, los fines de semana pasan de móvil, que lo aparcan, o que al menos lo intentan.
Le respondí dándole la razón respecto a que los teléfonos son una esclavitud y que encima de que te enganchan son carísimos, a no ser que aproveches una oferta de que te lo regalen si cambias de operadora y haces con la nueva la portabilidad, pero claro, hasta que se te "escoñe", y el día que éso ocurra, a ver, a ver, porque con el dineral que cuestan...
Nos hemos acostumbrado a vivir pegados al teléfono, pero al teléfono con internet, fotos, vídeos, grabadora de sonido, mapa, y por supuesto, Guasa o sucedáneo. Si nos desmontan el tinglado tendremos que aprender a reinventar nuestra existencia global y continuamente interconectada.

Terminaré esta reflexión tranquilizando a los forofos de El Guasa y a mí misma, no sin antes recomendar que debemos cuidar nuestros móviles como oro en paño, porque sustituirlos puede suponer una inversión extraordinaria que posiblemente no podamos asumir con la facilidad que suponemos. Bien, y ahora, para terminar, la noticia tranquilizadora: al parecer El Guasa podría seguir siendo gratuito(2) y ésto se sabrá en unos días, así que antes de desinstalarlo y buscar otra aplicación sería apropiado esperar a ver qué ocurre.

¡Ésto sí que tiene Guasa!

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