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martes, 13 de noviembre de 2012

Perdí

-Y dígame, ¿qué le preocupa exactamente?
- Me preocupan muchas cosas. No sabría por dónde empezar.
- Por donde más le apetezca.
- No me apetece nada. La apatía me invade. Le podría decir que casi todo me da igual.
- ¿Cómo puede decir éso?
- ¿Usted qué cree?... Perdí...
Su mirada quedó perdida en un punto fijo de la blanca pared que tenía en frente. Sin pestañear, durante un buen rato, los ojos no expresaban nada, no miraban nada concreto, no buscaban encontrar nada, sólo miraban aquel punto fijo como podrían haber mirado cualquier otro punto de esa u otra pared.
- Oiga, ¿se encuentra bien?
No hablaba porque no tenía nada que decir, porque no tenía ganas de decir ninguna palabra.

No era la primera vez que ocurría. Esa misma escena ya se había repetido multitud de veces. Nadie le podía sacar una sola palabra más de sus labios, ni hacerlo salir de ese limbo en el que quedaba suspendido. Se levantaba ayudado por los dos hombres que llegaban siempre para recogerlo, sin pestañear, con los ojos casi secos por haber permanecido abiertos e inmóviles tanto tiempo. Lo llevaban a la habitación, lo sentaban en la cama que estaba situada cerca de la ventana, iluminada por una generosa luz natural. La puerta se cerraba de inmediato y cuando escuchaba la llave girando en la cerradura por fuera apretaba con fuerza los párpados, como si quisiera que las pestañas se clavaran en sus entrañas, y así durante unos minutos interminables, hasta que volvía a abrir los párpados y dejaba libre una tímida lágrima para que bajara por su mejilla. Después venía la tempestad, un llanto inconsolable asolaba todo su ser, lo hacía retorcerse con dolor que podía sentir en su estómago y en su pecho, como una lluvia persistente, como un cuento interminable, como aquel instante inevitable que le acompañaría siempre.
- Perdí -se repetía en su interior-. Dejé ir lo que tanto quise, lo que tuve y disfruté.
Nadie podía oírlo pero tampoco quería que nadie lo escuchara, ¿para qué?. ¿Acaso por escucharlo iban a poder devolverle lo que tanto añoraba?
De elrincondelpoetadesahuciado.blogspot.com
- Una mala jugada, no calculé que cada paso mal dado iba dinamitando su confianza, iba escarbando el respeto mutuo, iba distanciándola sin remedio.
Hasta que un día no pudo más. Amaneció, se levantó, saludó, como todas las mañanas, pero no hubo respuesta. La buscó por toda la casa, la llamó. No estaba. Había hecho lo que tantas veces le dijo que haría. Cuando todo dejara de tener sentido, cuando no pudiera poner más de su parte, cuando la situación se volviera irreparable, se iría. Cada uno seguiría su camino por separado. Le había advertido en muchas ocasiones que era peligroso vivir en un límite porque puedes entrar en un camino sin retorno. No podía luchar continuamente para no perder la poca vergüenza y dignidad que le quedaban. No podía soportar un pulso mantenido con la incertidumbre, con la inseguridad. Y tal como tantas veces le dijo, ahora lo había hecho. Se había ido.

Dos días después de que se fuera lo encontraron tendido en la cama, medio desnudo, llorando como un niño abandonado. Lo asearon y vistieron y lo llevaron a esa habitación, de donde salía para hablar con el hombre de la bata blanca, que parecía amable, pero que no tenía derecho a saber nada de su vida, de sus miserias, de sus glorias. Le daban 5 pastillas al día, y aún no sabía bien qué efecto le producían, porque él sentía lo mismo que el primer día que llegó y, tampoco quería sentir de otro modo.
Lo único que podría sacarlo de su agónico estancamiento sería volver a oírla, a verla, a tocarla. Si pudiera hablarle le pediría mil veces perdón, le demostraría que era capaz de tener otra actitud. La haría feliz, inmortal entre los mortales, como ella le había dicho mucho tiempo antes que la hacía sentir, al principio.

Soñaba por las noches que ella volvía.
Tal vez, una mañana cuando amanezca, se levante, salude, como otras mañanas, puede que le responda. Tal vez ese sueño se haga realidad un día, al despertar. No sabe dónde está pero daría todos los latidos que le quedan por saberlo, por volver a tenerla delante y poder tener todo el tiempo del mundo con ella.

Si él supiera...
A ella la encontraron desorientada en una estación de autobús, cuando intentaba hacer un viaje a ningún sitio. Se encuentra en otra habitación del mismo edificio. Tampoco quiere hablar, y cuando se queda sola llora desconsolada.
- Perdí -dice también-. Ojalá no me hubiera tenido que marchar, pero si me hubiera quedado, hoy hasta yo misma estaría perdida. Quisiera volver el tiempo, pero tan sólo si pudiéramos volver para no tener que decir nunca más: "perdí".

En Enwebada, en Micros
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