lunes, 26 de noviembre de 2018

De nuevo, una familia


La boda no era mal lugar para encontrarse. Acudiría poca gente, algo privado, algunos amigos y algún familiar pero volverían a verse casi todos los hermanos, al menos tres de los cuatro. Desde que conoció el acontecimiento, además de alegrarse por la felicidad de los contrayentes, comenzó a sentir un cierto nerviosismo abonado, sobre todo, por la incógnita que suponía el momento en que coincidieran los hermanos y cómo se desarrollaría esa frugal convivencia; se preguntaba si habría normalidad con tensiones, si saltarían chispas y se desataría la indeseada tempestad, o bien si la normalidad se acompañaría de serena armonía y bienestar anhelado. Imposible saberlo hasta que se presentara el primer instante. Para aplacarse se acomodaba en agradables recuerdos rescatados de tiempos pasados, de hace años, cuando reinaba una cordial fraternidad natural, no fingida ni buscada. Sacó de la billetera la fotografía de la casa de su hermana en el campo: la hizo una tarde de otoño hace más de veinte años; en la imagen solo se veía el jardín, un trozo del porche de la casa, unas sillas vacías, juguetes sobre la hierba y ninguna persona, porque todos estaban dentro, junto a la chimenea, excepto ella, que había salido a fumar un cigarrillo y a tomar unas fotografías del hermoso cielo al atardecer. Ese día fue perfecto, de esos que se quedan grabados para siempre y gusta recordar. Desde el jardín se oía la animada conversación, las risas de unos y otros, las voces de los niños enfrascados en su juego. Habían pasado todo el día juntos, cocinando y comiendo, bebiendo y charlando, riendo y cantando, jugando a cartas, haciendo bromas, desenfadados, relajados y ya casi tocaba marchar cada cual a su casa. Esa fotografía la guardaba junto con los papeles y documentos importantes en su cartera, en un compartimento junto a los billetes, y en los últimos años habían sido muchas las veces que la había mirado, siempre con un sentimiento de tiempo pasado que jamás volverá pero con el deseo ferviente de que pudiera repetirse aunque fuera unos instantes, porque lo necesitaba.

En la boda de su hermano se produjo algo casi mágico y ese deseo de tanto tiempo se hizo realidad; volvieron a ser los hermanos que fueron antaño, el padre ausente fue recordado, la madre sonreía relajada y feliz, cantaron y rieron; impremeditado reencuentro que los hizo sentir que volvían a ser una familia.

©65294, libre de derechos.


©María José Gómez Fernández
Con este relato participo en la convocatoria #relatosReencuentro de @divagacionistas para noviembre 2018.

Publicado en @divagacionistas.


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