martes, 14 de julio de 2015

Sentada al borde de tu lecho

Tantas veces me asoma
a la memoria
el lamento de tu agonía,
lacerante, macilenta;
y tu llanto
de huracanes y tormentas,
de mares desbordados;
y tu enojo
de lava disparada
por cráteres de volcanes,
malhablados y enfurecidos;
y tu dolor
que te resquebraja y te parte,
haciendo temblar
tus entrañas
allá, desde la tierra firme
hasta los abismos marinos.

Tantas veces me asoma
a la memoria
el deterioro enorme
de tu extrema belleza,
vilipendiada y ajada,
que me espanta el sueño,
que me aleja el hambre
y la gana.

Me aterra saberte cada vez más enferma,
agonizante, tal vez, en algunas décadas,
y nosotros, impotentes,
reclamando un tratamiento
que si llega será tarde.

Quisiera equivocarme...

Añoro las estampas,
que tantas veces asoman
a mi memoria,
que aún nos ofreces
en tus bosques, cada vez más escasos,
en tus cristalinas aguas recónditas,
tus parajes polares
de blanco coronados.

Y te miro y te miro,
sentada al borde de tu lecho:
el jadeo de tu respiración trabajosa,
tus agitados sueños,
y me dueles y me duele,
convulsionando contigo.

Se me llenan los ojos de lágrimas
al verte sufrir,
como se sufre por una madre.

Por aliviarte
haré todo lo que pueda,
aunque no consiga sanarte,
y estaré a tu lado
entre tanto...
deleitándome con el azul de tu sonrisa
que aún puedo ver asomar por las rendijas...

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